Tognolini, Bruno, Rime di rabbia, Milán, Salani Editore,
2010 (ilustraciones de Giulia Orecchia)
No es la rabia un
sentimiento que abunde en la poesía para niños, refugiada como parece esta en
una suerte de Edad de Oro o Arcadia literaria donde solo caben contemplaciones
de la naturaleza en un tono en general buenista,
tal vez porque el yo poético que más abunda en ella es una especie de maestro
bienintencionado que solo habla a los niños que le gustaría tener en clase, es
decir, esos niños atentos, tranquilos e inocentes que no tienen ninguna maldad
y a los que hay que alejarlos de los peligros de la vida. Cada época dibuja con
su literatura infantil la idea de infancia que existe en ese momento de la
historia, y la poesía infantil de hoy no parece dirigirse a un niño rabioso o
preocupado, sino esforzarse en proteger a la infancia de cualquier asomo de
peligro o incertidumbre. Y, sin embargo, la rabia, el aburrimiento, el enfado, el ennui son sentimientos muy propios de
una edad de la vida donde no se nos permite tomar muchas decisiones
independientes y donde la progresiva construcción de la personalidad propia y
de los deseos de libertad está en pugna constante con un fuerte deseo de
protección y seguridad. De esta lucha pueden surgir sentimientos extremos como
la rabia, que existe en la niñez, y cómo. ¿Nadie recuerda cómo odiábamos de
repente, con una intensidad inversamente proporcional a la duración del
sentimiento, a compañeros de clase que hasta hace poco han sido nuestros
mejores amigos, a padres, a hermanos, a maestros? ¿Nadie recuerda cómo la rabia
subía por nuestra garganta cuando era imposible mantener nuestras promesas de
no volver a hablar a los demás? Quien no lo recuerda es quizás porque ha
mistificado su infancia. Pero en ella la rabia siempre estaba ahí, acechante.
De la rabia trata
precisamente este libro de Bruno Tognolini (Cagliari, 1951), Versi di rabbia, como indica su título,
que es toda la declaración de intenciones y que no deja dudas la lector acerca
de lo que le espera. Son estos versos de rabia,
en los que se podría entender ese complemento del nombre tanto con un sentido
de origen – escritos desde la rabia o con rabia – como con un sentido de
producto y resultado –sobre la rabia –, pues en ningún momento esconden que es
ese sentimiento el que tiñe todo el conjunto de poemas. Esto es ya de por sí
digno de mención y elogio, pues de todas las modalidades que se han
desarrollado y establecido a la largo de la historia de la literatura, tal vez
sea la invectiva la más ignorada por este último siglo y medio de modernidad
poética que, a mi juicio, ha llevado a la poesía desde los púlpitos
decimonónicos, con su lenguaje henchido y sus exclamaciones pensadas para ser
gritadas y declamadas, a los sillones de los salones burgueses y las tertulias
de café, donde se lee en voz baja y en soledad, por una primacía del lirismo
que encaja mal con el recitado en alta voz. La invectiva está más cerca de la
primera opción que de la segunda, pues nace del careo, de la interlocución, de
la plaza pública, y es poesía que sí espera respuesta. Extraño resulta, por
ello, que no haya tenido más suerte en la poesía infantil (salvo en lasa burlas
y juegos populares), ya que esta tiene un componente insoslayablemente oral derivado
de la herencia de lo tradicional y está pensada en muchos casos para se
recitada y trabajada – como se dice
en ámbitos pedagógicos – con los niños que para ser leída por estos en el
silencio de su habitación.
Estos Versi di rabbia resistirían la prueba del grito, del improperio, de
la descarga, de la explosión de frustración, del desahogo absoluto, aun siendo
versos que solo de vez en cuando usan recursos populares, que no siempre usan
la rima y que se distinguen por una acusada irregularidad en la medida de los
versos.
Como muchos poemarios para
niños, este también se articula en torno a un tema que unifica todas las
composiciones, lo cual es al mismo tiempo un riesgo y una ventaja. La ventaja
es de cara al lector y la situación comunicativa, ya que tal vez un lector en
formación como el infantil agradezca un eje orientativo, una barandilla a la
que agarrarse cuando comienza a leer un libro que no es una narración, que es
según Antonio Lugli la forma por excelencia de la literatura infantil y la que
el niño está más habituado. El inconveniente es de cara al autor, pues tal
corsé no hace sino constreñirle un poco, aunque también pueda suponer un
desafío que estimule su creatividad, pues, al fin y al cabo, de muchos encargos
draconianos han nacido obras maestras. No obstante, y como sucede tantas veces,
aquí se remonta esa dificultad y se consigue una variedad dentro de un tono general
acusatorio, invectivo, a veces burlesco, a veces encendido, no pocas veces
frustrado y siempre muy airado. De esta manera, se ofrece un auténtico
repertorio de rabias, de distintos tipos, con distintas causas y, sobre todo,
expresadas a través de diversos recursos, que es lo más importante.
Hay verdaderas expresiones
de rabia, como Malaugurio del traditore,
donde una voz poética inconfundiblemente infantil le desea lo peor a un antiguo
amigo que ahora prefiere la compañía de otro niño. Y, entre otras cosas, espera
que el otro tenga quinientos cuarenta y seis dientes cariados con los que
siempre quiera besarlo. Este uso de imágenes de gran fuerza y con cierta
tendencia al feísmo aparaece también en Rima
lontana lontana, donde el yo poético aconseja al interlocutor que se aleje
porque en torno al corazón tiene “diez perros”, “un incendio rojo” y un
“alambre de espinas”, que le harán daños si se acerca. Y, sobre todo, en una
serie de tres poemas (Improperio del
regno animale, Improperio del regno vegetale, Improperio del regno minerale),
donde el yo poético lleva a cabo una invectiva basándose en dos recursos
combinados: la enumeración de insultos, por un lado; y las metáforas basadas en
elementos de los tres reinos naturales, por otro. Se llama al innominado
interlocutor lindezas como “Cara de cerdo, aliento de perro / Cabeza de oveja,
ancas de rana”; “Nariz de patata con ojos de judía”, “Piel de garbanzo”,
“Corazón de piedra, cara de bronce”, “No has nacido de una madre de verdad /
sino escavado en una mina”, “Manos de hierro como dos pesas / me haces daño
cuando me acaricias”, y “Es por todo esto por lo que debajo de la ropa / estás
oxidado”.
En otras ocasiones, en
cambio, se da un respiro a la rabia. Es el caso de Rima spaccaparole juega a dividir palabras compuestas: “Giochamo a
pianoforte / tu sei piano, io son forte”, y otros constituyen auténticos
diálogos en que dos voces discuten entre sí para no llegar a ningún acuerdo,
poniéndose así de manifiesto la inutilidad de los litigios. O de Rima giostrina, basado en la paradoja:
“Tu sei tupido, ma non lo sai. / E vuoi sapere perché non lo sai? / Perché seis
tupido / Ma non lo sai” (“Tú eres tonto, pero no lo sabes. / ¿Y quieres saber
por qué no lo sabes? / Porque eres tonto / pero no lo sabes”).
Todo el conjunto está
enmarcado por dos poemas, el de inicio y el de cierre, que no están colocados
ahí al azar, y que suponen una declaración de intenciones. El primero, que se
llama Rima di rabbia, como sucede
muchas veces en los poemarios, nos introduce en el tono general del libro, con
su metafórica forma de definir el sentimiento de la rabia (“Aliento de arena”,
“Flor de fuego” “Acaba con todo / y deja mi corazón / limpio y seco”). El
último, mucho más largo, Ultima rima. Per
i grandi. Scongiuro contro il nazismo futuro (Última rima. Para los mayores. Exorcismo contra el nazismo futuro)
destaca, en primer lugar, por su consciencia del doble lector que tiene casi
siempre la literatura infantil, pero, sobre todo, porque supone una autocrítica
a la sociedad que los mayores están legando a los niños, y expresa el deseo de
que la rabia de estos no se convierta en el futuro en un cuento demasiado cruel
y duro.
Subrayando de vez en
cuando estos versos de rabia aparece un total de seis ilustraciones en blanco y
negro, que expresan de manera sintética y con recursos propios de la poesía
visual algunos de las imágenes expresadas en el texto al que acompaña. Este
sería, pues, un poemario con ilustraciones más que un poemario ilustrado, ya
que aquí ambos lenguajes no dialogan casi en igualdad de condiciones, como
sucedería en un álbum-poema, y las ilustraciones acompañan muy pocos poemas. Por
ejemplo, en Rimetta d’amore furioso (“Mare
en burrasca, terra in tempesta / Se non mi ami ti spacco la testa”; “Mar en
borrasca, tierra en tormenta / si no me amas, te corto la cabeza”), una silueta
femenina se sienta, con los ojos vendados, sobre un oleaje en forma de corazón
mientras, encima de ella, una flecha que atraviesa un corazón la apunta también
a ella. O, en Rima senza perdono, la
cabeza de una figura masculina se convierte en una especie de nube emborronada,
mientras que, en la ya mencionada Rima
lontan lontana, se representa un corazón rodeado por un alambre de espinas,
reflejando una de las imágenes de los versos.
Por último, no querría
finalizar esta reseña sin hacer una referencia a la edad del posible lector de
estas Rime di rabbia, pues, al
considerarlo, surge la pregunta de si existe verdaderamente una poesía juvenil
como género independiente, más allá de los textos que no han sido escritos para
ellos y que sin embargo se dan a leer a los jóvenes lectores en los libros de
texto de lengua o en las antologías preparadas expresamente para ellos. Un
libro como este quizás podría ser la respuesta – afirmativa – esa pregunta.
Porque se trata de poesía hecha para ellos y sobre ellos, donde la voz poética
es impostada, pues no deja de ser un adulto quien habla, pero es no falsa ni
suena a falsete. Todo un logro.
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