Schubiger, Jürg (texto) y Erlbruch,
Wolf (ilustración), Due che si amano,
Roma, Edizioni e/o, 2012.
Por nuestra (de)formación
académica y filológica, al reseñar un libro de poesía infantil siempre tendemos
a ocuparnos primero del texto y después de la ilustración, cuando lo normal
sería más bien hablar del libro como conjunto, de la impresión que produce en
el lector y el contemplador como tal, y luego ya pasar a analizar cada una de
las partes por separado para al final llegar a una síntesis, en un trayecto
circular que parta de la síntesis entre palabra e imagen y vuelva a ella. Sin
embargo, al ponernos a reseñar este poemario originalmente publicado en alemán con
el título Zwei, die sich lieben, que
hemos conocido y leído en italiano, y que aún no está publicado en España (aunque
supongo que no tardarán en hacerlo) vamos a invertir la tendencia y a comenzar
por las ilustraciones, por una razón muy sencilla. Mientras que del autor del
texto no habíamos oído hablar antes, aunque según la nota bio-bibliográfica
final ha ganado el premio Andersen, el ilustrador es sin duda una de las
figuras capitales de la ilustración y la literatura infantil europea de la
segunda mitad del siglo XX, al que debemos obras maestras tan bellas y
conmovedoras como El cisne y la muerte,
escrita e ilustrada por él, o El viaje de
las mariposas, con texto de Gioconda Belli.
Erlbruch se ha convertido
en un clásico de la ilustración europea de los últimos años, y ello con unas
ilustraciones que también podríamos denominar, sin que asome en esta
calificación ninguna intención peyorativa, clásicas, a la manera, por ejemplo,
de Sendak, aunque no puedan estar más alejadas. Siempre muy bien recortadas sobre
un fondo de color crema, salvo cuando el poema habla de la noche y se convierte
en negro, las ilustraciones tienen una expresividad sutil y sin dramatismos.
Los colores no son nunca estridentes, las composiciones son reposadas y
serenas, con algunas sutiles deformaciones para plasmar mejor lo que dice el
poema o el gesto amoroso de los distintos animales representados.
Salvo dos excepciones en
dos poemas un poco diferentes de los demás, las ilustraciones siempre muestran
dos animales juntos, y en la mayoría de los casos están besándose. El beso, ese
momento en que se juntan las bocas para expresar amor, ocupa en general el
centro de la composición y une la mayor parte de las veces a dos animales de
distinta especie: una foca y un oso; un perro y un pez en su pecera; un perro y
una cabra; un búho y una ardilla; un gato y un pato. En algunas ocasiones estos
animales están personificados y sexuados, de manera que uno de ellos se ve que
es femenino porque lleva ropas de mujer y otro masculino porque viste como un
hombre. Pero en otras ocasiones los animales se presentan tal cual, en su desnudez,
de manera que no se puede saber el sexo de los mismos. En cualquier caso, y de
nuevo sin ninguna estridencia ni ningún tremendismo, estas ilustraciones
suponen, más que un elogio de la diferencia, un elogio de la confluencia, y
muestran cómo el amor puede unir animales de distintas especies. Eso lo dicen
por sí solas las ilustraciones, sin necesidad de conocer el texto. Si las
viéramos separadas, quedaría más que claro. Pero con los poemas esto se vuelve
indudable.
Lo primero que hay que
destacar en ellos es sin duda el hecho de que traten del amor. Aunque este es
uno de los temas fundamentales de la poesía universal, está sin embargo mucho
menos representado en la infantil, donde en cambio campan a sus anchas los
animales y la naturaleza, como es bien sabido. No hay muchos poemarios de amor
destinados a niños, y para cuando el tema podría conectar con el lector, ya en
la adolescencia, desaparece una poesía dirigida a ese lector como tal, y se
recurre a poesía no escrita para ellos pero que se considera apta para esas
edades. Habrá quien piense que el amor no es un tema infantil, y que los niños
no saben lo que es el amor. Sin embargo, creo que basta recordar nuestras
preferencias infantiles por determinadas personas para darse cuenta de que algo
de amor ya está como semilla en la infancia, quizás más radical, quizás
distinto, pero presente. En este sentido, Due
che si amano supone la unión de un tema típico de la poesía para niños (el
mundo animal personificado) con un tema típico de la poesía universal de todos
los tiempos (el amor). Se habla así a los niños en un lenguaje verbal y visual
que conocen, con una iconografía animalística que les resulta familiar
familiar, con el fin de favorecer su acercamiento y su comprensión del amor. No
es, sin embargo, un libro edulcorado en el que se le dé la espalda a la faceta
menos amable del amor, ni un catálogo amoroso almibarado para consumo infantil.
Es un catálogo, sí, pero en él hay un poco de todo, aunque de todo se hable con
una serenidad que conecta también con el tono general de las ilustraciones.
El primer poema, Cos’è l’amore, define lo que es el amor,
como una especie de frontispicio o de introducción en la materia, con
comparaciones (“Dentro di me qualcosa ha scenato / che è cresciuto e poi scoppiato
/ come un fuoco di artificio colorato, / uno spectacolo incantato”) en la que
resuena una larga tradición de poesía amorosa occidental. En esta línea, hay,
por ejemplo, un tono encendidamente lírico en el poema Stelle (Estrellas), uno
de los pocos, por cierto, en los que la ilustración no refleja una pareja. Aquí
vemos a una oveja, con ropas de mujer, mirando embelesada y esperanzada el
cielo cubierto de estrellas, donde se insinúan tres estrellas fugaces. A través
de una sucesión de metáforas y comparaciones que relacionan las estrellas con
la persona amada y el amor (“Stelle, oh, stelle, / fiaccole chiare / nella
notte infinita, / stelle da sfogliare / come una margherita… Stelle como
scintille, / occhi ardenti / come le sue pupille… Stelle, / oh stelle cadenti /
dolci come caramele, / stelle splendenti / come la sua pelle”), el yo poético,
que podemos identificar con el personaje de la ilustración, expresa su anhelo
de la persona amada. En Quando sei con me,
en fin, la ilustración muestra a un conejo y a un saltamontes brincando al
mismo tiempo, y el texto enlaza con ello al comenzar, de forma hiperbólica,
así: “Il mio cuore fa salti di gioia / quando tu sei con me”.
Pero no todo son
encendidas declaraciones de amor, ni se muestra solo la cara más amable del
amor. Una cara menos amable del amor está presente en Di nascosto (A escondidas),
que narra el encuentro entre un gato y un pato que se aman aunque no hablen la
misma lengua y que se entienden en silencio, en Addio, que habla del desamor, o en In
terra straniera, donde la sensación de desamparo queda plasmada en versos
como “Il mondo era arido, roccioso e scostante”. Tampoco es amable, aunque está
tratada un humor que sirve para compensar el lirismo y la gravedad de algunos
poemas, Un buen affare (Un buen
negocio), que plasma el encuentro entre una mujer “decisa e battagliera” y un
“timido signore”, y que da entrada a la guerra de sexos. Y también en el humor
se basa otro poema cuya ilustración solo representa un animal, una rana a la
que el texto se llama “Vitoria la ranocchia”. Aquí se hace un uso más acusado de recursos de la poesía popular, como el paralelismo, algo
que no es demasiado frecuente en este libro pero que tampoco está del todo
ausente, para contar la historia de una rana que no perdió la ocasión de
encontrar el amor porque estaba en casa (“Alla mia porta u ranocchio ha bussato
/ era lì, grosso e verde, non l’ho sognato. / E meno male che non ero uscita /
o la fortuna mi sarebbe sfuggita”).
No es fácil, desde luego,
hablar del amor con cierta originalidad a estas alturas, ni tampoco lo es
hacerlo con los niños como destinatarios sin caer en un tono melifluo y pueril.
En Due che si amano, sin embargo, se
consigue. He aquí un poemario que habla del amor, a través de sus palabras, y
nos muestra cómo se manifiesta, a través de sus ilustraciones, en un tono
sereno que no rehúye ni lo bueno ni lo malo, ni las efusiones ni el humor, ni
lo cotidiano ni excepcional. He aquí un poemario que habla, en fin, de todo lo
que es al amor, que no siempre es bueno, ni es siempre malo; que, simplemente,
como la vida misma, es.
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