lunes, 29 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL // Descubrimiento del día en la IYL: "Kartoffeln in Pantoffeln"














Today’s Highlight at the Internationale Jugendbibliothek, International Youth Library: eating vegetables cannot be fun, but reading them definitely is!

Descubrimiento del día en la IYL: comer verduras no es divertido, pero leerlas sí. 

Schneider, Antonie (text)
Pin, Isabel (illus.)

Kartoffeln in Pantoffeln (Potatoes in slippers) 

Berlin: Aufbau, 2011. – [32] p.
ISBN 978-3-351-04134-2

Vegetables – Word play – Poetry 


In »Kartoffeln in Pantoffeln«, the protagonists are asparagus, artichokes, and – oh crumbs – spinach. True, greens may not be the favourite food of little chip lovers; yet Antonie Schneider and Isabel Pin serve their miniature vegetables so lovingly and passionately that even fervent advocates of junk food cannot but devour them. The anthropomorphic vegetables often find themselves in unexpected situations. Thanks to a sophisticated dramatic arc, the texts oscillate between tragedy and partly absurd comedy. The same is true for Isabel Pin’s carefully composed illustrations. Carrot- and broccoli-adventures tempt readers to gaze at the pictures, create their own poems, and maybe even re-enact the tales; and the prospective protagonists can simply be cast on the readers’ plates at lunchtime. (Age: 4+) 

domingo, 28 de abril de 2019

Un lago con un cisne (y otras cosas inútiles) (Cartas desde un castillo bávaro: 5)




Para mi amiga y compañera Rosa, 
a quien le encantaría estar aquí,
 porque seguramente suscribirá muchas 
de las cosas que aquí digo 

A la gente le cuesta un poco llegar a saber de qué o a quién doy clase exactamente, pero eso es algo que me persigue desde los años en que realizaba mi doctorado sobre teoría de la literatura (¿el qué?) y me veía en la situación de explicar de qué trataba exactamente mi tesis. En esos momentos a mí me habría gustado ser uno de esos investigadores de bata blanca y formación empírica que se pasan la vida en el laboratorio haciendo experimentos o incluso tener un tema más concreto dentro de los propios estudios literarios – yo qué sé, los Episodios nacionales de Galdós, las últimas comedias de Lope de Vega o la poesía surrealista de Lorca – para evitar la cara de perplejidad del personal cuando les soltaba lo de teoría literaria o les ofrecía una síntesis reducida y de fácil digestión de la poética de lo imaginario, la crítica feminista y los estudios culturales. Tanto era así, que al final acabé elaborando una versión reducida y simplificada de la tesis en unas pocas frases, que desgranaba con una convicción que solo puede existir cuando algo se ha perfeccionado a fuerza de repetirlo una y otra vez. Y así salía del paso muy dignamente (o, al menos, eso me parecía a mí). 
No intuía yo entonces, sin embargo, que eso iba a continuar muchos años después, pues por circunstancias un tanto azarosas he acabado no solo dando clase de literatura infantil, sino también investigando sobre ella y hasta escribiendo libros para niños. Y es que a la gente le sigue sorprendiendo mucho que la literatura infantil sea una materia que se enseñe en la universidad, lo cual no deja de sorprenderme a mí, ya que alguien tiene que enseñar a los que luego van a enseñar a los niños (es decir, a los futuros maestros) que hay una serie de obras literarias que nuestra sociedad ha considerado y considera aptas y adecuada para niños y que son las que van a forjar su futuro gusto lector. Y ese alguien somos quienes enseñamos literatura infantil en la universidad, que es como poner la primera piedra en el edificio de la educación lectora, literaria e imaginaria de los hombres y las mujeres del futuro. 
Aun así, cuando digo que enseño literatura infantil, normalmente la primera reacción suele ser siempre la misma: “Ay, qué bonito”. Y a mí siempre me dan ganas de responder lo mismo: “Bonito, sí, pero también importante”. Porque lo es. Decir que es bonito es como juzgar un libro infantil por las ilustraciones, sin pensar que estas existen por una razón muy específica y que no son fruto del azar ni del capricho de editores o autores. 
Por todo ello, porque enseñamos algo bonito (que no es ni Derecho Penal, ni Cirugía, ni Contabilidad, ni Lingüística General, ni Psicología Clínica)parece que los que nos dedicamos a la literatura infantil estamos siempre bajo sospecha, como si en el fondo fuéramos almas perennemente infantiles que hubiéramos decidido dedicarnos a esto para no tener que crecer más o leer cosas más complicadas o Peter Panes académicos congelados en el país de nunca jamás de la literatura para niños y los libros con dibujos. 
Es más fácil aún creerlo en un lugar como este, un castillo que no solo parece fuera del tiempo y del espacio, sino en el que además uno está rodeado de gente que también ha hecho de la literatura infantil su oficio. Resulta por lo tanto muy cómodo y reconfortante estar en un sitio donde no hay que explicar a nadie lo que haces o a lo que te decidas, donde no hay que lidiar con la condescendencia involuntaria de quienes tildan tu oficio de “bonito”. Resulta fácil poder compartir con la persona que está en la mesa de al lado el descubrimiento repentino de un libro brasileño o canadiense o australiano que te ha hecho vibrar con su acusado lirismo y sus soberbias ilustraciones, como resulta igualmente fácil ver que esa persona acude a tu mesa para enseñarte un libro pop-up francés que le ha fascinado y que no conocía antes de venir aquí. Resulta fácil, en fin, acostumbrarse a ello como también resulta fácil habituarse a la vida relajada y de horarios laxos de las vacaciones
Pero, al mismo tiempo, en un sitio como este uno empieza a dudar realmente de que una vida como esta pueda siquiera existir, y comienza a preguntarse sobre su legitimidad. Como cuando el agua fría casi quema, estar tan metido en uno mismo y en su oficio puede hacer que todo se desdibuje y pierda sus contornos y su solidez. Uno empieza sin duda a cuestionarse si de verdad todo esto importa, si tiene sentido que haya un sitio como este o que uno pueda estar en él, o si son necesarios estos libros tan bellos y bien editados, de enorme tamaño, papel de calidad y fastuosas ilustraciones, si no estaremos perdiendo un poco de vista lo importante de la existencia dejándonos llevar por este laberinto estético y libresco. 
Y, entonces, una mañana soleada y primaveral de finales de abril, llego a trabajar al castillo de Blutenburg en bicicleta y me encuentro un cisne atravesando el estanque que hay justo al lado del edificio. Se desliza soberbiamente impasible por las aguas con un ritmo elegante y moderado, sin aparente esfuerzo, con el cuello tenso y erguido y el pico orientado hacia delante. Me paro allí mismo a contemplarlo y decido que es el momento de coger el móvil para sacar una foto, algo que llevo semanas sin hacer aquí porque de alguna manera ya me he acostumbrado a la visión de este edificio cada mañana. Hago la instantánea y sigo luego con la vista al animal que recorre toda la superficie del agua hasta llegar a la otra orilla. Nadie parece haber reparado en él, y la línea que acaba de dibujar en la superficie aparentemente quieta de las aguas se va desdibujando poco a poco, como si nunca hubiera existido, como si ese animal tan bello no hubiera pasado por allí. Luego sigo mi camino con la bici hasta el castillo y mientras me dirijo, como todas las mañanas, al mostrador de recepción de la biblioteca para apuntarme a la comida, pienso que cosas así, que parecen innecesarias y superfluas, ocurren todos los días y dejan una leve y casi imperceptible huella en el mundo. Están ahí, afortunadamente. Y nadie se pregunta por qué existen, o si son útiles, o si sirven para algo. Simplemente están, y está bien que así sea. 

viernes, 26 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL // Descubrimiento del día en la IYL: Bookspeak!













Today’s highlight at the Internationale Jugendbibliothek, International Youth Library: books speak

Descubrimiento del día en la IYL: los libros hablan

Salas, Laura Purdie (text)
Bisaillon, Josée (illus.)

BookSpeak! Poems about books 

Boston [et al.]: Clarion Books / Houghton Mifflin
Harcourt, 2011. – [30] p.
ISBN 978-0-547-22300-1

Book – Poetry

Books are usually there to be read. They affect their readers through their stories – but never speak out loud. In this colourful collection of poems, however, books and everything book-related finally get their say: The Index stresses its singular importance; the Book Plate poses a kind of riddle; the Cliffhanger demands »… Please, author, write / a sequel fast!«; and the book’s Middle complains about its current state trying to persuade either The Beginning or The End to trade places with it just this once – all in vain. Accompanied by Québécoise illustrator Josée Bisaillon’s versatile mixed-media illustrations created from collages, drawings, and digital montage, the quirky poems will fascinate and amuse young book aficionados and inspire them to compose their own bibliophile odes and ballads. (Age: 6+)

(White Ravens 2012) 

martes, 23 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL // Descubrimiento del día en la IYL: "La vie bercée"

















Today’s highlight at the Internationale Jugendbibliothek: la vie tell qu’elle est raccontée aux enfants

Descubrimiento del día en la IYL: la vida tal y como es explicada a los niños

Dorion, Hélène (text) 
Nadeau, Janice (illus.) 

La vie bercée (Life rocked to sleep) 

Montréal (Québec) : 400 Coups, 
2006. – [48] p.
ISBN 2-89540-280-9

Life cycle – Birth – Growing up – Family 


This picture book consists of a long poem about people’s lives from birth to adulthood. It mentions highs and lows, happiness and sorrow, the moment they start learning to read and to write, or the time of adolescence when they struggle for independence from their parents. »You blow out your dream-candles one by one and thus each dream comes true.« The highly symbolic illustrations (presenting the »thread of life« that also sustains the connection with one’s family; or the »anchored« parents’ house) accompany the readers’ thoughts with soft colours and fragile figures. The cover picture of the father sitting in a rocking chair and rocking the child to sleep already hints at the changing nature of life with its ups and downs, visualised later as swaying houses and rifts within the pictures. (8+)

(White Ravens 2007) 

domingo, 21 de abril de 2019

El paraíso está en el sexto piso (una tarde en la Staatoper en la era de Instagram) (Cartas desde un castillo bávaro: 4)



Para Angelikki,  
por compartir la experiencia, 
 y  para Iván, 
a quien seguro le habría encantado  

Aunque la ópera es un invento italiano, o al menos los convencionalismos históricos sitúan siempre al Orfeo de Monteverdi como la primera pieza musical que podemos considerar como tal, la verdad es que Alemania y los países germanos han conseguido convertirse en una referencia indiscutible del género después de muchos siglos de promoción y cuidado. Son muchas las ciudades alemanas o austriacas de tamaño medio que tienen teatros con temporadas líricas muy decentes y cuidadas, y además hay famosos festivales que cada año atraen a miles de melómanos llegados de todo el mundo, como Bayreuth o Salzburgo. Múnich es la tercera ciudad en población en Alemania y tiene uno de los teatros de ópera más importantes de Europa (la Staatoper), así que parece de lo más natural que un amante de la ópera como yo aproveche su estancia en la ciudad para asistir a alguna representación. 
En principio, asistir a la ópera en Múnich parece cosa fácil porque el teatro es grande, la variedad de entradas considerable respecto a precios y hay varias funciones de varias obras por semana. Luego resulta que no lo es tanto porque, como en todos los lugares donde la afición a la lírica está firmemente enraizada y no es flor de un día ni capricho de nuevos ricos, las mejores entradas y las que tienen una mejor relación calidad / precio se agotan con meses de antelación y al novato o recién llegado como yo (o al turista de paso al que se le antoja asistir a alguna representación, ya que está por aquí) solo le queda la pedrea para elegir, que normalmente se compone de tres tipos de entradas: de pie (Stehplatz), de pie con banquito (Stehplatz mit bank) y sentado sin visibilidad (Hörer-/Partiturerplatz). Todas ellas, por supuesto, en lo que antaño se llamaba paraíso y hoy se conoce más bien como gallinero. La segunda de estas posibilidades hace total honor a tal nombre, porque es un asiento en alto y sin respaldo, así que uno tiene la impresión de estar en la barra de un bar de tapas o de ser una gallina a punto de dormir. La primera, como es fácil deducir, es una entrada de pie pero que cuenta con la ventaja de tener buena visibilidad sobre el escenario y una barandilla para apoyarse, y la tercera está en la fila trasera de asientos, desde donde solo se ven las espaldas y traseros de los que están de pie pero que cuenta con luces auxiliares para que quien allí se siente pueda seguir la ópera con la partitura. 
La absoluta e increíble ventaja de todo este tipo de asientos es que cuestan entre 9 y 14 euros nada más, así que uno piensa que total, para quedarse en casa un miércoles por la tarde sin hacer nada especial, qué mejor plan que ir a la ópera por tan módica cantidad de dinero, aunque sea de pie. Sabiendo además que, si uno se cansa, se puede sentar en los asientos de atrás y seguir escuchando (aunque no viendo) la ópera en directo. Eso fue lo que pensé yo la semana pasada, y también lo que pensó Angelika, una profesora de la Universidad de Atenas que también está de estancia en la biblioteca y que ocupa la mesa de al lado en la sala de lectura. Así que fuimos juntos. 


Asistir a la ópera en un teatro como el Múnich tiene algo de ceremonia del pasado. Uno se ha acostumbrado a ir a la ópera en modernos edificios construidos antes de ayer y por eso en un lugar así todo le parece excepcional, desde la fachada con el frontón y la escalinata hasta el telón de terciopelo rojo y ribetes dorados. En el interior, impecables valetsvestidos con levitas negras con una placa en la solapa donde figuran las lenguas en las que pueden atenderte permanecen erguidos y atentos, como faros vivientes, mientras la marea de asistentes va entrando por las puertas y distribuyéndose por los distintos pisos del teatro en un proceso de selección natural por el cual quien paga más es quien sube menos escaleras. Y en esa marea no exista un código de indumentaria uniforme o predominante. Mujeres con trajes de noche largos y escotados y bolsos de manos se cruzan con otras ataviadas con esa clase de elegancia típicamente alemana, en la que el atildamiento está solo a un paso de la practicidad y cualquier atuendo parece pensado para salir caminando por el monte después de agarrar un bastón. Hombres con trajes de tres piezas conviven con jóvenes en zapatillas de deporte y americanas o incluso desaliñados estudiantes de música que, partitura en mano, parecen demostrar con su indumentaria que ellos están ahí para escuchar música y no para lucir palmito. 
En el sexto y último piso, que era donde estaba mi sitio, esta promiscuidad indumentaria era aún más marcada, si cabe. Reducidos grupos de japoneses convivía con melómanos locales o estudiantes de música que acudían dotados del libreto. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, alemanes y extranjeros, de todo parecía haber en el paraíso. Hasta un hombre muy menudo que había dejado su andador fuera de la sala y que iba acompañado por una versión de sí mismo varios centímetros más alta y de muchos años menos que seguramente sería su hijo. Antes de que empezara la representación, la gente aprovechaba para hacerse fotos o tomar instantáneas de la sala desde arriba. Luego, según iba acercándose la hora del comienzo, la gente iba ocupando sus localidades y nosotros ocupamos nuestras entradas de pie un poco laterales, pero desde las que se veía el escenario completo. 
Una vez en nuestro sitio, quedamos enmarcados por dos parejas que no podían ser más distintas entre sí. 
A nuestra izquierda, dos ancianos alemanes de estatura media y cabellos blancos. Ella, con una llamativa media melena completamente blanca pero muy cuidada y unas coquetas gafas de concha negra redondas, con el aire de una profesora de música o arte jubilada. Él era poco más alto que ella y tenía escasos cabellos también totalmente blancos, grandes gafas con montura metálica y la expresión un tanto exhausta y resignada de quien lleva a sus espaldas considerables dosis de esfuerzo físico en la vida. 
A nuestra derecha, una pareja extranjera mucho más joven, pero de edad desigual, que hablaban entre sí en inglés con un acento que no supe identificar. Él tendría unos cuarenta y cinco o cincuenta años y ella unos diez o quince menos, y ambos iban deliberadamente arreglados. Él llevaba vaqueros, camisa blanca y americana negra, el pelo cuidadosamente afeitado y unas gafas de montura al aire. Ella, alta y delgada, de ojos y pelo oscuro y figura estilizada, un ajustado jersey de cuello alto negro, una falda larga marrón de corte acampanado y unos botines de piel vuelta negra y tacón alto. 
Empezó la representación y, a nuestra derecha, la chica joven sacó sin cortarse un pelo el móvil y se puso a hacer vídeos y fotos con él casi desde el principio, sin pararse a pensar en ningún momento (bueno, quizás sí, pero imagino que le daría exactamente igual) si con ello molestaba al resto de los espectadores que estaban a su lado. Mientras tanto, su acompañante, visiblemente incómodo allí de pie y allí arriba y mucho menos (o menos todavía) atento a lo que ocurría en el escenario, se movía continuamente y parecía mucho más interesado en los encantos de su joven acompañante que en las cuitas y desvelos de la pobre Cio-Cio-San seis pisos más abajo, a juzgar por cómo pasaba continuamente los brazos por la cintura de la chica, haciendo con ello un crujido tremendamente molesto. A nuestra izquierda, en cambio, el señor alemán que estaba a mi lado permanecía totalmente quieto y al parecer ensimismado con lo que sucedía más abajo, como si no hubiera nada más, como si no existiese nada más en el mundo, ni siquiera el cansancio de la postura, o la gente que estaba a su alrededor. Desvanecido, vaciado y vuelto a llenar por la música de Puccini y el drama que iba construyéndose poco a poco en el escenario durante la primera parte y en el que ya se encuentra latente la tragedia que vendrá después. 
Llegó el descanso, que nosotros aprovechamos para sentarnos porque habíamos estado de pie (al igual que los que habían estado sentados aprovecharon justo para lo contrario) y, cuando volvimos a nuestros sitios, el señor alemán nos preguntó si nos había gustado y, a continuación, nos explicó que el año pasado esa misma soprano, Ermonela Jaho, había cantado el Trittico  de Puccini y que él había hecho cola durante toda la noche para poder sacar las entradas. Nos lo decía con una mirada dulce y entusiasta, pero un poco apagada, y sin asomo de pedantería ni de afectación, y no sé por qué a mí me pareció tremendamente enternecedor que un hombre tan mayor no solo estuviera dispuesto a seguir durante dos horas y media de pie una ópera, sino que fuera capaz de hacer cola durante toda la noche para conseguir entradas. 


 Comenzó la segunda parte de la ópera, y nos preparamos para ver a Cio-Cio-San muerta de amor y casi muerta de hambre, para verla comprender que su marido ya no es su marido, para verla renunciar a su hijo y al final renunciar a la vida. Estábamos preparados para todo eso, pero no para lo que ocurrió a nuestra derecha. Porque, para cuando llegó el momento culminante de la renuncia final, la pareja de mi izquierda no solo seguía con los arrumacos y los sobeteos continuos. No solo seguía él moviéndose todo el tiempo hacia delante y hacia atrás y ella grabando vídeos en los momentos de mayor intensidad. No. Además de todo eso, se quitaron directa y nada discretamente los zapatos, como si estuvieran en el salón de su casa viendo una serie de Netflix. Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Pero entonces, a mi izquierda, ocurrió algo inesperado y totalmente redentor. Por el rabillo del ojo vi cómo el señor alemán que había hablado con nosotros se quitaba en un discreto y contenido gesto sus gafas y se pasaba los dedos por los ojos al tiempo que su cabeza se agitaba ligeramente un movimiento un poco espasmódico pero inconfundible. Un solo gesto, sobrio y leve, casi furtivo, que demostraba que en ese momento aquel hombre mayor no estaba allí con nosotros, sino seis pisos más abajo, con Cio-Cio-San, sufriendo con ella, muriendo con ella. 

viernes, 19 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL // Descubrimiento del día en la IYL: Under the Moon and over the Se










Today’s Highlight at the Internationale Jugendbibliothek: a enlightening (and colorful) trip to Caribbean poetry written in English and illustrated by five different artist 

Descubrimiento del día en la IYL: un iluminador (y colorista) viaje por la poesía caribeña escrita en inglés ilustrado por cinco artistas diferentes

Agard, John & Nichols, Grace (ed.)
Various illustrators (illus.)

Under the moon & over the sea : a collection of Caribbean poems 

London [et al.] : Walker Books, 2002. B 77 p.

ISBN 0-7445-3736-3

Poetry - Anthology

This colourful collection of poetry introduces its readers to the exotic Caribbean world. Divided into five different parts, the book tells about everyday-life on a Caribbean island, conjures up the magic atmosphere of storytelling by the fireside, makes the mouths water with texts about typical food and drinks, and compares stories from within the land with impressions of those who have left for far-away countries. Each chapter is superbly illustrated by a different artist using a variety of style and techniques: subtle collages, watercolour illustrations with a folkloric touch, comic-like pictures, and naïve style paintings. In their unique way, all the illustrators convey the picture of a colourful and sunny place with a rich cultural tradition. (8+)

(White Ravens 2003)


miércoles, 17 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL // Descubrimiento del día en la IYL: La cucaracha


ç






Today’s Highlight at the Internationale Jugendbibliothek : la cucaracha!!!!

Descubrimiento del día en la IYL: ¡la cucaracha! 


Bergna, Mónica (adapt.)
Vanden Broeck, Fabricio (illus.) 
La Cucaracha (The cockroach) <song title> 
Caracas : Camelia Ed., 2006. – [24] p.
ISBN 980-6450-38-8
Cockroach – Folk song 
The song »La Cucaracha«, the origins of which can be traced back to 15th-century Spain, is well known around the world in various versions. It gained particular popularity during the Mexican revolution when it was sung as political mockery of an odious general. In this new adaptation with catchy nonsensical verses, the disagreeable cockroach is joined by crickets, mice, vultures, and other animals that are all clad in the garments of »caballeros«, »señoras«, generals, priests, revolutionaries, and farm workers from the early 20th century. The figures, drawn with bold dynamic lines, are set against an empty brown background lending them a powerful presence. This burlesque picture book allows different readings according to the readers’ age. (6+)
(White Ravens 2007) 

martes, 16 de abril de 2019

Today’s Highlight at the IYL / Descubrimiento del día en la IYL: Sinais do mar







Today’s Highlight at the 
Internationale Jugendbibliothek: Ana Maria Machado visions of the sea


Descubrimiento del día en la IYL: visiones del mar de Ana Maria Machado


Machado, Ana Maria (texto)
Facchini, Luciana (illus.)

Sinais do mar (Signals of the sea)
São Paulo: Cosac Naify, 2009. – [56] p.
ISBN 978-85-7503-770-6
Sea – Poetry
In this first poetry book by Ana Maria Machado, winner of the 2000 Hans Christian Andersen Award, readers are completely immersed in the sounds of words and sight of images provided in the verses. The sea, a source of inspiration to many poets, has also left its mark on Ana Maria Machado. The nineteen poems are waves of rhyme and alliteration, and reference important writers like Herman Melville, Daniel Defoe, and Robert Louis Stevenson. They recall the signs left by the sea, the smell of the sea, the roar in a shell, the sun that embraces us. The book’s graphic art mimics the movement of the waves, with illustrations inspired by poems and songs, such as »Ondas do mar de Vigo«, Fernando Pessoa’s »Ode marítima« and Dorival Caymmi’s »O mar«. The special rough paper lets the reader feel the sand’s texture when touching the pages. (8+)

(White Ravens 2010). 

sábado, 13 de abril de 2019

En Blutenburg ya no corre la sangre (pero el dinero tampoco cae del cielo) (Cartas desde un castillo bávaro: 3)




Für Petra, vielen Danke!

Hace unos días, en una visita por las dependencias de la IYL, Petra, responsable entre otras cosas de su programa de becas, nos contaba que existen dos posibles explicaciones etimológicas para el nombre del castillo de Blutenburg que la alberga: o bien podría ser el castillo de la sangre (en clara referencia a su pasada condición de pabellón de caza), o bien podría ser el castillo de las flores (en clara referencia a su situación en pleno campo y lejos de la ciudad). Hoy en día la sangre ya no corre por el castillo y las flores se van dejando notar a duras penas en la primavera bávara, que esta semana parecía batirse en retirada, pero por las venas de este pequeño castillo que incluye una iglesia dentro de sus dependencias y que fue convento durante un tiempo corre una savia mucho más tangible y menos líquida en principio: la de la literatura hecha papel y tinta y, en concreto, la de la literatura infantil. 
Aún hoy me cuesta creer que haya un lugar así en el mundo, y aún más cuesta explicar que haya una biblioteca solo dedicada a la literatura infantil y que esta contenga cientos de miles de volúmenes. Y, si a mí me cuesta creerlo, a la gente ajena a este mundillo (pongámoslo así en diminutivo, porque lo es, pero no por razones peyorativas, sino más bien afectivas), aún más. 


Pero estar en un sitio como este puede hacerte olvidar otros asuntos mucho más mundanos y menos intangibles que contribuyen a que la sangre de las letras siga circulando por las dependencias de este castillo para convertirlo en uno de los centros indiscutibles del universo de la literatura infantil. Porque es fácil no tener en cuenta que para que un lugar así exista y funcione se necesita algo mucho más tangible y prosaico que la literatura. De hecho, durante la visita guiada Petra volvía una y otra vez al mismo tema, como una especie de estribillo o leit motif recurrente en el que iba recabando la explicación de las distintas dependencias que componen la biblioteca y que incluyen no solo la sala de lectura donde trabajamos los becarios y la sala infantil, sino también el Museo Michael Ende, el Gabinete Binette Schroeder y una sala de conferencias que a veces se alquila para bodas y eventos para obtener algunos ingresos adicionales. Así, pues, si una cosa nos quedó clara después de la visita es que para mantener un sitio así hace falta dinero. Y no poco. 
Hace falta dinero para pagar al grupo de lectores que se encarga de leer las obras publicadas en distintos idiomas y que elaboran todos los años la selección de libros de la lista White Ravens, muchos de los cuales trabajan a tiempo parcial porque la biblioteca no puede permitirse pagarles un sueldo completo. 
Hace falta dinero para pagar a todas las personas que se encargan de catalogar todos los libros que llegan a la biblioteca desde todas las partes del mundo y que hay que incluir en el catálogo para que sean accesibles a los usuarios e investigadores. 
Hace falta dinero para labores excepcionales como la que se llevó a cabo el año pasado una empresa externa contratada para la ocasión y que consistió en limpiar uno a uno todos los libros del catálogo para eliminar cualquier rastro de contaminación y así evitar que unos volúmenes contagiaran a otros, según nos explicó la misma Petra. La empresa cobraba a euro el volumen, así que, teniendo en cuenta que hablamos de un catálogo de cientos de miles de ejemplares, la cifra puede llegar a marear.  
También hace falta dinero para pagar a los becarios extranjeros (popularmente conocidos aquí como stipis, palabra derivada de Stipendum, beca en alemán) podamos venir aquí a investigar año tras año y contar con una cantidad mínima para sobrevivir en una ciudad tan cara como Munich, que, por cierto, te entrega la propia Petra al llegar a la biblioteca en efectivo. 



Pero, afortunada y paradójicamente, no hace falta apenas dinero para comprar libros, es decir, para mantener viva la savia que riega las venas del castillo, porque las editoriales envían continuamente ejemplares aquí con la esperanza de aparecer en la lista White Ravens o se los dan en mano durante la Feria de Bolonia si resulta demasiado costoso mandarlos por correo. 
El dinero no sale de la nada, por supuesto, y la financiación de la biblioteca siempre está todos los años en el aire, pues depende de subvenciones concedidas a partes iguales por el ayuntamiento de la ciudad de Múnich, el gobierno del estado de Baviera y al Gobierno Federal (por ejemplo, el programa de becarios internacionales lo financia el Ministerio de Asuntos Exteriores Alemán). Otras fuentes adiciones de ingresos son las fiestas de cumpleaños y la celebración de bodas, eventos o noches temáticas que se hacen allí, que sin embargo no bastan para cubrir gastos.  
Visto así, parece un milagro que un sitio como este siga existiendo hoy en día, en una época en que las humanidades, la lectura y la literatura y las artes en general parecen solo una cosa superflua que no sirve para nada y que no vale la pena cuidar. 


Pero este no deja de ser un castillo, una especie de lugar mágico o encantando en el que a veces ocurren cosas excepcionales, como la que sucedió esta misma semana en Berlín y que nos contó la propia Petra para terminar la visita. El jueves se celebró en la embajada de Japón de la capital alemana un acto por el cual se nombraba miembro honorario de la biblioteca nada más y nada menos que a la emperatriz de Japón, Michiko, amante de los libros infantiles y ella misma autora de algunos volúmenes dedicados a los jóvenes lectores. La emperatriz no fue al acto, por supuesto, pero en su lugar mandó a un representante que recogió el reconocimiento en su nombre. Petra estaba exultante, pero no solo por tener la oportunidad de asistir a un acto solemne en una embajada. Sobre todo, porque entre los asistentes estaba el mismo el Ministro de Familia, uno de los responsables de la financiación de la biblioteca, y era por lo tanto una ocasión inmejorable para hacerle ver la repercusión de la biblioteca en el mundo. Y, en definitiva, para hacer que la corriente de los libros siga corriendo libre y viva por el castillo de la sangre (o de las flores).  

viernes, 12 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL / Descubrimiento del día en la IYL: ¡Oh, los colores!








Today’s Highlight at the Internationale Jugendbibliothek: a delicate symphony of colors 

Descubrimiento del día en la IYL: una delicada sinfonía de colores

Luján, Jorge (text)
Grobler, Piet (illus.)

¡Oh, los colores! (Oh, the colours!)

México, D.F.: Ed. SM, 2007. – [20] p.
ISBN 978-970-688-775-7
(English/Spanish ed.: Colors! – ¡Colores! Toronto: Groundwood Books, 2008) 
Colour – Nature – Poetry

Jorge Luján dedicates each of the four-line poems in this book to a colour. Relying on associative thought, he creates miniature, dablike glimpses of nature. The softly flowing verses, about the blue expanse of the sky, the black dress of night, or the fruits of the orange tree shining like little suns, seem light and fragile. Just as delicate, and yet containing great suggestive power, are Piet Grobler’s watercolour spreads. Set off against the organically flowing background colours painted with broad brush strokes, one finds filigreed animals, plants etc.: little birds, gazelles, a tiny grasshopper, a snail, blossoms or a paddle boat almost seem to float across the pages. Poems and pictures together form a harmonious whole and create much room for looking and dreaming. (6+)

(White Ravens 2009) 

jueves, 11 de abril de 2019

Today's Highlight at the IYL / Descubrimiento del día en la IYL: Les devinettes d'Henriette











Today’s Highlight at the Internationale Jugendbibliothek: riddles can still be fun!

Descubrimiento del día en la IYL: las adivinanzas todavía pueden ser divertidas

Major, Henriette (text)
Béha, Philippe (illus.)

Les devinettes d’Henriette (Henriette’s riddles) 

Montréal (Québec) : Hurtubise HMH, 2004. – [80] p.
ISBN 2-89428-690-2
Riddle – Human being – Nature – Imagination
Following their first collaboration »J’aime les poèmes« (I love poems), author and illustrator have again teamed up – this time, to create an illustrated collection of riddles. Plenty of imaginative and poetic power is inherent in these riddles, the chapter headings of which already hint at the witty use of language: »Guessyou«, »Guessnature«, and »Guessall«. The illustrations perfectly translate the freedom to play with words into a freedom of graphic design, illustration techniques, and colourful bright paints. In addition, they provide hints to the hidden answers. Each page is different from the next so that the readers are never in danger of getting bored while turning and flipping the pages as they search for the right solution. (4+)

(White Ravens Catalogue 2005)