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poemas para leer con niños (selección de Mar Benegas), Albuxeich, Litera,
2013.
Hay muchas cosas que hacen
que este libro no sea una antología más de poemas para niños, una de esas selecciones
que combina poemas escritos para niños con otros que no fueron pensados para
ellos, cultos con populares, clásicos con modernos, para componer una muestra
lírica considerada adecuada para el público infantil. Es en este tipo de
selecciones donde quizás la literatura infantil mejor revela su condición de
literatura adoptada y de estatuto difuso, es decir, de corpus formado no solo
por obras escritas directamente para niños, sino también aquellas que los
adultos han juzgado adecuadas para ellos. El género es ya un clásico en la
poesía infantil, y por eso resulta difícil destacar dentro de él. Sin embargo,
esta antología resulta original entre otros similares por diversas razones, que
vamos a repasar a lo largo de esta reseña, pues nos parece que no hay mejor
manera de destacar aquello que este libro aporta a un género ya establecido y
en el que, más allá de la selección de poemas, resulta algo difícil
innovar.
Lo primero que distingue a
este libro de otras antologías similares es el título, que reza para leer con niños y no, como suele ser
habitual, para niños. Esta diferencia
es toda una declaración de intenciones que. Por un lado, pone en primer plano
esa tensión del doble destinatario propia de la Literatura Infantil, ya que
muchas veces los niños no llegan a los textos a por sí mismos sino a través de
la mediación de un adulto que les lee o que les recomienda, o, en el peor de
los casos, obliga. Y, por otro, establece ya un protocolo de lectura en común
entre niños y adultos, un disfrute y descubrimiento compartido del que sin duda
es la poesía la que sale beneficiada, y al que se hace referencia en la hermosa
y adecuada introducción. Parece, pues, dar por sentado que la poesía es un
género apto para niños siempre y cuando se haga un esfuerzo por acercarla a
ellos, siempre y cuando no sea la cenicienta de los manuales escolares y de las
bibliotecas escolares y familiares, siempre y cuando el adulto ya tenga ese
gusto por la poesía y lo comparta con los más pequeños. Si no es así, será muy
difícil que el niño adquiera el gusto por ella, y sin duda la poesía morderá,
pues ya sabemos que aquellas personas a los que un perro ha mordido de niños no
se acercan este animal tranquilos nunca más. La poesía, por el contrario, debe
lamerte, acariciarte, pero, para ello, algunas veces hace falta un adulto que
sirva de guía. En este libro ese adulto está presente en el decálogo inicial,
titulado “Cómo no leer un poema”, que insiste en esta idea de acercar la poesía
a los niños, no de imponerla, y luego en las notas a pie de página que acompañan
a los poemas y que están en color azul para que se distingan de estos. Se trata
de una voz adulta que podemos identificar con la propia antóloga y que no
estorba ni pontifica, sino que ayuda al niño y al posible adulto que lo lee con
él a sacar partido del texto. Así, el contenido didáctico (inherente a este
tipo de antologías desde el momento en que un adulto decide lo que es bueno
para los niños) se distribuye y dispersa acertadamente a lo largo de todo el
poemario, se coloca a pie de poema, y no, como en muchas otras antologías para
niños, al final, al modo de guía de lectura. De esta manera se va creando un
diálogo continuo y enriquecedor entre el adulto responsable de la selección y los
lectores, pero sin imposiciones.
De la presencia de esta
voz dentro de los propios poemas, compartiendo página con ellos, se deriva otro
de los rasgos más significativos del libro, que es su carácter interactivo. Hoy
en día, cuando parece existir un debate abierto sobre la interactividad y los
nuevos soportes de lectura, se olvida con frecuencia que un nuevo soporte puede
no implicar una forma de leer interactiva, mientras que un soporte tradicional
como el libro sí puede dar entrada a la interactividad. Aquí está presente la
interacción, porque son muchos los poemas que invitan al lector a leerlo de una
determinada manera, o a continuarlo, dejando espacios en blanco donde se puede
seguir aplicando las mismas estructuras del poema, como vemos, por ejemplo, en Duerme niño en la cresta del gallo,
donde se aprovecha el carácter
reiterativo y combinatorio del poema.
Esta interactividad surge
con bastante frecuencia de la propia selección de poemas que compone la
antología, que podemos considerar variada y que aúna dos fuentes principales:
la poesía escrita expresamente para niños y la que no fue pensada para ellos. Dentro
de esta última, no renuncia Benegas a incluir composiciones tradicionales,
clásicos como La canción del pirata,
de Espronceda, Sé que todos los cuentos,
de León Felipe, o poemas de autores también canonizados como Lorca, José Hierro
o Gabriela Mistral, los tres bastante presentes en las antologías de poesía
hispana para niños. Pero, al lado de estos, destacan elecciones cuando menos
arriesgadas y valientes, como las composiciones de Alejandra Pizarnik, Ada Salas,
Idea Vilariño, César Vallejo, Juan Bonilla, Oliverio Girondo, Juan Carlos
Mestre o Carlos Edmundo de Ory, que no suelen aparecer en las selecciones infantiles.
En cuanto al otro gran filón de esta antología, la poesía escrita expresamente
para niños, podemos decir que Benegas hace algo muy similar: al lado de
clásicos ya indiscutibles y canonizados dentro de la poesía infantil hispana,
como María Elena Walsh o Miguel Desclot, da entrada a una buena selección de muchos
de los mejores poetas para niños en español de los últimos años, como María
José Ferrda, Beatriz Giménez de Ory, Darabuc, Raúl Vacas Antonio Orlando
Rodríguez o Sergio Andricaín.
Por último, un rasgo
también llamativo de esta antología es la ausencia total de ilustraciones, las
cuales, sin embargo, no se echan en absoluto de menos porque quedan compensadas
por un continuo y cuidadoso juego de elementos gráficos. Ya la cubierta nos da,
como debe ser, pistas acerca del proyecto gráfico que vamos a tener entre
manos, con esos iconos que dan un indudable aire actual al libro y que
establecen la tricromía que dominará la selección (negro, azul y blanco). Las
guardas, que en los libros infantiles son tan importantes, aquí se usan para
transmitir mensajes que están en consonancia con la idea general del libro. En
las de apertura, se repite en diagonal la frase “LA POESÍA NO MUERDE”, en azul;
en las de cierre, “MANTÉNGASE AL ALCANCE DE LOS NIÑOS”. Ya dentro del libro,
hay innumerables juegos tipográficos que son coherentes con el poema en que se
insertan (palabras en letras más grandes o más pequeñas; letras con rellenos; poemas
al revés; poemas reflejados; letras que se elevan en la página; páginas en
negro etc.), nunca de manera gratuita, siempre añadiendo significado.
Por todo esto, como ya decíamos al principio, esta
no es una antología más, y por eso mismo deseamos que no se quede, en efecto,
en una antología más entre otras muchas, es decir, que tenga la mayor difusión
posible. El esfuerzo de la antóloga y del editor, al arriesgarse con un
producto tan peculiar y saber sacar partido de las limitaciones para crear un
producto literaria y visualmente tan atractivo, lo merece.
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