La entrada de la Feria de Bolonia siempre parece el primer día de rebajas. Solo que aquí la mayoría de la gente no viene a comprar sino a vender.
A venderse.
Son muchos los llamados y pocos los elegidos.
Y mientras uno camina por la Feria no puede evitar preguntarse: ¿de verdad hay tanta gente que se dedica a esto?
Y lo que es peor: ¿de verdad hay lectores para todos?
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