García Teijeiro,
Antonio, Poemar o mar, Vigo, Xerais,
2016 (ilustraciones de Xan López Domínguez)
No se me
ocurre mejor manera de volver a la actividad – esperemos – normal y continuada
en este blog, con el que he sido un poco descuidado y negligente en los últimos
tiempos por diversos motivos que ahora mismo no vienen al caso, que reseñando
aún a principios del año 2018 uno de los acontecimientos de la poesía infantil
hispánica del pasado. Porque eso es sin duda Poemar o mar, un poemario con el Antonio García Teijeiro añade un
jalón más en su larga trayectoria poética, bien conocida por los lectores
infantiles y por todos los que nos dedicamos en alguna medida a las letras
escritas para niños, y más aún en el ámbito de la LIJ gallega, donde es uno de
los clásicos vivos ya. Poemar o mar, aunque
publicado en 2016, merece ser sacado a colación ahora por dos razones
fundamentales.
La primera de
ella es la más evidente y la que – he reconocerlo así, porque es la verdad – ha
hecho que yo conociera este libro publicado en gallego, aún no traducido al
castellano y, por lo tanto, circunscrito por un tiempo al sistema literario
infantil de su lengua original. Se trata ni más ni menos de la concesión al
mismo del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en su última
edición. Es, como vengo diciendo, un acontecimiento porque hay muy pocos libros
de poesía para niños que lo hayan logrado. El último fue Miquel Desclot (con un
libro en catalán, por cierto, Més música,
mestre), y antes solo existía el precedente de Carmen Conde en 1987, con Canciones de nana y desvelo. El hecho de
que se trate de un libro en gallego y de poesía es reseñable, pues parece que
en esta ocasión el jurado no tuvo reparos en mirar a la periferia lingüística y
literaria y premiar una obra de indudable calidad, aunque no pertenezca a las
corrientes principales de la LIJ peninsular. Pero esta misma circunstancia nos
debería hacer reflexionar sin duda sobre la poca permeabilidad que existe entre
los distintos sistemas literarios infantiles de la península, ya que yo mismo
no tengo reparos en reconocer que este libro no habría llegado a mis manos y
por lo tanto a este blog a no ser que hubiera sido galardonado por el Premio
Nacional de LIJ. Es algo que deberíamos, entre todos, hacérnoslo mirar, aunque
quizás no sean estos los mejores momentos para reivindicarlo.
Sin embargo Poemar o mar es sobre todo un
acontecimiento porque se trata de una obra literaria de indudable calidad, un
ejemplo indudable de cómo se puede renovar un tópico literario ya muy tratado,
como el mar, y hacerlo con una propuesta literaria completamente apta para
niños pero plena de relumbrón poético. Más aún si tenemos en cuenta que forma y
culmina una trilogía dedicada al mismo tema y compuestas también por los volúmenes
En la cuna del mar y Palabras do mar, que no he tenido aún la
oportunidad de leer (cosa que tampoco me importa reconocer desde aquí).
Como la mayor
parte de los libros de poesía escritos para niños, todos los poemas que forman Poemar o mar giran en torno a un tema
central que queda destacado desde el título. Esto suele ser muy habitual,
porque es una manera de introducir a los niños en la lectura a través de un
peritexto orientativo que les haga saber cuál es el tema del libro. Sin
embargo, en este caso, el título está muy lejos de ser solo informativo o
denotativo. En el título encontramos ya toda una declaración de intenciones
estética, no solo temática, que recoge el espíritu del poemario y que nos
adelanta lo que después el lector va a encontrar. Poemar o mar significaría “Poemar el mar”, es decir, hacer poético
el mar, o llevar el mar a la poesía, y elige el autor, en un hallazgo
morfológico deslumbrante, hacer un verbo de la palabra poema y ofrecer un
título ya rimado y con indudable gancho (y, por cierto, fácil de traducir al
castellano). La poesía – nunca me cansaré de repetirlo – consiste sobre todo en
sacar a través del lenguaje ese envés oculto y a la vez iluminador que se
oculta tras las cosas más prosaicas que estamos acostumbrados a ver día a día,
y en este sentido Poemar o mar lo
hace con una realidad que a buen seguro para el autor – permítasenos un poco de
fabulación, ya que no le hemos preguntado –
es una realidad con la que convive día a día, a la que ha interrogado
durante sus años de vida y de la que ha obtenido algunas respuestas tal vez
inesperadas. Pero, aunque no fuera así, el mar ha conformado el imaginario
gallego, y, en consecuencia, Poemar o mar
no solo se ofrece como una tentativa de trascender una realidad ya existente,
sino también de adentrarse en las galerías del imaginario que el ser humano ha
construido a partir de ella. Pues no es otra, en definitiva, la función final
de la poesía.
Antonio
García Tejeiro echa mano en Poemar o mar de
una variedad de recursos realmente asombrosa y deslumbrante, lo cual demuestra
que se trata ya de un poeta en la plenitud de su obra, con gran dominio de sus
registros, pero que no se duerme en los laurales de la versificación fácil. El
volumen es en sí mismo un excelente testimonio de lo que la poesía para niños –
la buena poesía para niños, por supuesto – puede dar de sí y a qué cotas puede
llegar sin caer en la reiteración y en la autoindulgencia. Así, durante estas
páginas podremos encontrar poemas que personifican el mar (“Quere o mar o que
non ten: / quere flores / de colores / quere rosas / olorosas”; “Ten trenzas /
o mar?”; “O mar / anda murcho / e teme dicir / que o lixo dos homes / o quere
ferir”) y que en ocasiones cobran una dimensión humorística que sirve de
descargo al lirismo predominante (“Cando lle dixeron ao mar / que tiña la
tensión alta, / quiso deixar o sal / e converterse nun estanque”; “Nunca dixo o
mar / que o mareaban / as ondas. / Por iso, sen dicirllo a ninguén, / toma
pílulas / de algas”). Tampoco renuncia el autor a hacer guiños a una poesía más
narrativa con ecos de romance en algunos momentos (“Unha serae poeta…”; “Era un
meniño algo rato”; “Perdéronse uns mariñeiros”), y tampoco a incluir a veces
recursos propios de la poesía popular, como enumeraciones y las reiteraciones,
que la mayor parte de las veces saben conectar con el lector infantil al usar
elementos de su propio imaginario para hablar del mar, con las notas musicales
o los colores. Hay, además, sitio para las imágenes audaces e iluminadoras, la
reflexión metapoética, para el culturalismo (en la serie CATRO POETAS CONVERSAN
NA BEIRA DO MAR, dedicada a Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Juan Kruz
Igerabide y José Carlos Martín Ramos, estos últimos grandes poetas para niños
de hoy), la reflexión metapoética (“Atopei / unha palabra / que rima / co
sorriso do mar: sorrimar”) o la
creación de haikus, al final, que ya se ha convertido en una estrofa bastante
habitual de la poesía hispana para niños.
Este intento
de ofrecernos una cara inédita del mar a través de las palabras encuentra su
réplica en el trabajo del ilustrador, Xan López Domínguez. Poemar o mar no es un álbum poético, es decir, un libro en el que
haya una trabazón tal entre texto e ilustración que estas se conviertan en algo
imprescindible; se trata más bien de un libro de poesía ilustrado – lo cual no
es ninguna crítica, ni está dicho en sentido peyorativo – de pequeño formato y
tapa blanda, pensado, según el peritexto orientativo de la contracubierta, para
niños de nueve años en adelante, lo cual – y esto sí es una crítica – me parece
un poco exagerado, porque creo que en el interior del libro hay poemas que un
niño más pequeño puede disfrutar. En cualquier caso, y sea la edad que sea, se
trata de un volumen concebido para lectores ya autónomos y más experimentados,
que siguen agradeciendo la ilustración para tener un asidero interpretativo y
una ayuda fabuladora, pero a los que ya no les hacen falta las imágenes para la
lectura. Aun así, las ilustraciones en este libro tienen una presencia importante,
ya que acompañan a casi todos los poemas. Y he aquí que, de la misma manera que
para el poeta escribir sobre el mar puede ser un desafío, para el ilustrador
también lo es, y en un doble sentido: por una parte, porque debe huir de los
tópicos visuales que existen ya sobre el motivo; y, por otro lado, porque ha de
dar réplica en la medida de lo posible al mundo poético que crean los propios
versos. En sus ilustraciones, con gran protagonismo de la línea y el dibujo y
de trazos limpios, López Domínguez opta por huir lo más posible de la
representación directa del mar, que aparece en contadas ocasiones a lo largo de
las páginas y siempre de una misma manera estilizada y casi sólida, que
recuerda a caracolas y funciona de leit
motif no invasivo. Por lo demás, el ilustrador evita, a mi juicio con gran
acierto, personificar el mar de manera plana y fácil y propone soluciones menos
evidentes, como ocurre en el poema, ya citado, “Quere o mar o que no ten”, en
el que vemos un gato soñador, pero tampoco tiene reparos en usar
representaciones más literales de los poemas narrativos o en proponer
soluciones cercanas al poema visual, a través de metáforas y superposiciones.
De esta forma, al igual que el poema evita la repetición de recursos, el
ilustrador hace lo propio con la reiteración de soluciones visuales.
Pero lo que,
a mi juicio, mejor caracteriza Poemar o
mar es el juego tipográfico que se establece a lo largo de todas sus
páginas, más que nada porque en este caso, como en muchos otros, se puede decir
que la tipografía es el mensaje, y al igual que el mar va y viene hacia la
tierra en un proceso invasor y a veces destructor e incontenible que no podemos
como hombres controlar, la poesía en estas páginas en blanco se desbordan y se
expanden con la imprevisibilidad de las olas, que tienen siempre el mismo
movimiento pero que nunca se sabe dónde van a llegar, si van a alcanzar un
punto más alejado de la orilla o van a saltar y dar una pirueta más audaz en el
aire. Así, los versos de García Teijeiro se van desplegando
por el papel de manera imprevisible, de modo que volver la página es
exponerse a la imprevisibilidad y el capricho del lenguaje poético, de la misma
manera que pasear por la orilla del mar y detenerse a contemplarlo es exponerse
a su propio carácter indescifrable y fascinante. Por ello, quizás, nunca mejor
elegido el título de este libro: Poemar o
mar.
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