Entre la variada y multitudinaria fauna humana que puebla la Feria de Bolonia se pueden distinguir dos especies muy bien diferenciadas, que llamaremos aquí los simpeso y los compeso.
Los simpeso suelen ser mayores, aunque no es esa su característica principal. Su rasgo definitorio es sin lugar a dudas la ligereza. Caminan por la feria sin lleva a nada a cuestas, con el paso confiado y un poco displicente de quien se siente en casa, de quien decide el destino de otros seres pero se ha acostumbrado a ello, a que el mundo es así, quizás injustamente, y a que no está en sus manos cambiarlo.
Los compeso suelen ser más jóvenes, aunque tampoco sea ese su rasgo principal. Su característica principal es sin lugar a dudas la pesantez. Caminan por la feria con su trabajo a cuestas, con sus ilusiones y su idea de futuro colgadas de la espalda o de uno de su hombros, a veces más grandes, a veces más pequeños, y lo hacen con el ansia de quien desea ser visto, descubierto y distinguido.
Los simpeso y los compeso tienen algo en común: todos ellos suelen acabar la feria agotados. Pero ahí termina cualquier semejanza entre ellos. Porque los primeros sufren el cansancio propio de quienes están ya de vuelta y, por lo menos, ya han ido a algún sitio, mientras que la mayor parte de los segundos están esperando que el viaje los lleve a algún sitio y que el cansancio valga algo la pena.
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