jueves, 16 de octubre de 2014

“Generismo” y poesía infantil




El DRAE define el sexismo de la siguiente manera:

1. m. Atención preponderante al sexo en cualquier aspecto de la vida.
2. m. Discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro.

Al hilo de estas dos definiciones, propongo un término nuevo, el generismo, que se podría definir de la siguiente manera:

1. m. Atención preponderante al género literario en cualquier aspecto de la vida literaria.
2. m. Discriminación de obras de un género literario por considerarlo inferior al otro.

El sexismo, en la vida real, es como tantas otras cosas: haberlo, haylo. Pero como no se puede medir, ni pesar, ni tocar con nuestras propias manos, y sus consecuencias se diluyen en un mar de acciones y hábitos cotidianos en los que es difícil desbrozar qué es sexista y qué no, pasa desapercibido.
El generismo, en la vida literaria, es como tantas otras cosas: haberlo, haylo. Pero en este caso sí se puede medir y tocar con nuestras propias manos y con nuestros propios ojos: no hay más que comprobar cuántos libros de poesía o teatro están en la lista de los más vendidos, o el espacio que dedican los suplementos culturales a la narrativa y a la poesía, o cómo la jerga periodística distingue entre escritor (para hablar de un novelista) y poeta  (¿no es escritor?) para convencerse de su existencia.
Un lugar donde, afortunadamente, no existe el generismo son los premios nacionales, porque en ellos se hace la distinción entre los distintos géneros literarios y por lo tanto todos los autores están – en principio – en igualdad de condiciones, sin que importe el género que practican (aunque tal vez sí el sexo que tienen). Pero, ay, con la Literatura Infantil y Juvenil hemos topado, que no es propiamente un género literario, sino un cajón de sastre que alberga otros géneros, pero tampoco deja de serlo, o por lo menos así lo ven los responsables de los premios nacionales de literatura, que dan uno solo por categoría. Este año se ha fallado recientemente y ha ido a parar a Prohibido leer a Lewis Carroll, de Diego Arboleda. Una obra – ¡sorpresa! – narrativa que no hace sino confirmar una clara tendencia. 
A propósito de este fallo, he buscado la lista de ganadores del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, que se concede desde 1978, y he confirmado lo que ya sospechaba: de todas las obras galardonadas desde entonces, solo una, Canciones de nada y desvelo, de Carmen Conde, era un poemario. Y desde entonces han pasado veintisiete años. Echen ustedes las cuentas.
Quizás el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil sea la menos sexista de entre todas las categorías convocadas por el Ministerio de Cultura, porque en ella se pueden encontrar, contando premiados y finalistas, once mujeres entre los galardonados, lo cual no está nada mal comparado con las demás, pero no refleja el absoluto dominio cuantitativo de las mujeres en este ámbito. Pero dicha lista refleja tal vez mejor que ninguna otra el generismo del campo literario actual en España, porque, al premiar a la Literatura Infantil y Juvenil en bloque, sin hacer distingos entre sus diversas manifestaciones genéricas, no hace sino reflejar la preponderancia de la narrativa sobre cualquier otro género en todos los ámbitos de la vida literaria.
Así que el generismo, en la vida literaria, es como el sexismo, en la vida. Haberlo, haylo.   

4 comentarios:

  1. Qué buena reflexión, Juan. ¡Enhorabuena!

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  2. Jum, creo, Juan, que Desclot ganó el Nacional con Música, maestro, sino me equivoco en 2002. Pero estos dos serían los únicos, sí. (De hecho me acabo de quedar anonadada porque no sabía que ese título de Conde era para niños!! me voy a hacer con él, ya)

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  3. Por lo demás: ¡cuánta razón, Don Ramón! Y si te paras a contar varones/mujeres, nos da otro jamacuco.

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  4. En efecto, Mar. Ha sido un error mío, porque es verdad lo que dices. Peor, en cualquier caso, son solo dos frente a muchos más, así que sigue habiendo "generismo". Gracias por los comentariosy por la aclaración

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