El DRAE define el sexismo de la siguiente manera:
1. m. Atención preponderante al sexo en cualquier
aspecto de la vida.
Al hilo de estas dos definiciones,
propongo un término nuevo, el generismo,
que se podría definir de la siguiente manera:
1. m. Atención preponderante al género literario en
cualquier aspecto de la vida literaria.
2. m. Discriminación de obras de un género literario
por considerarlo inferior al otro.
El sexismo, en la vida
real, es como tantas otras cosas: haberlo, haylo. Pero como no se puede medir,
ni pesar, ni tocar con nuestras propias manos, y sus consecuencias se diluyen
en un mar de acciones y hábitos cotidianos en los que es difícil desbrozar qué
es sexista y qué no, pasa desapercibido.
El generismo, en la vida literaria, es como tantas otras cosas:
haberlo, haylo. Pero en este caso sí se puede medir y tocar con nuestras
propias manos y con nuestros propios ojos: no hay más que comprobar cuántos
libros de poesía o teatro están en la lista de los más vendidos, o el espacio
que dedican los suplementos culturales a la narrativa y a la poesía, o cómo la
jerga periodística distingue entre escritor
(para hablar de un novelista) y poeta
(¿no es escritor?) para convencerse de
su existencia.
Un lugar donde,
afortunadamente, no existe el generismo
son los premios nacionales, porque en ellos se hace la distinción entre los
distintos géneros literarios y por lo tanto todos los autores están – en
principio – en igualdad de condiciones, sin que importe el género que practican
(aunque tal vez sí el sexo que tienen). Pero, ay, con la Literatura Infantil y
Juvenil hemos topado, que no es propiamente un género literario, sino un cajón
de sastre que alberga otros géneros, pero tampoco deja de serlo, o por lo menos
así lo ven los responsables de los premios nacionales de literatura, que dan
uno solo por categoría. Este año se ha fallado recientemente y ha ido a parar a
Prohibido leer a Lewis Carroll, de
Diego Arboleda. Una obra – ¡sorpresa! – narrativa que no hace sino confirmar
una clara tendencia.
A propósito de este fallo,
he buscado la lista de ganadores del Premio Nacional de Literatura Infantil y
Juvenil, que se concede desde 1978, y he confirmado lo que ya sospechaba: de
todas las obras galardonadas desde entonces, solo una, Canciones de nada y desvelo, de Carmen Conde, era un poemario. Y
desde entonces han pasado veintisiete años. Echen ustedes las cuentas.
Quizás el Premio
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil sea la menos sexista de entre todas
las categorías convocadas por el Ministerio de Cultura, porque en ella se
pueden encontrar, contando premiados y finalistas, once mujeres entre los
galardonados, lo cual no está nada mal comparado con las demás, pero
no refleja el absoluto dominio cuantitativo de las mujeres en este ámbito. Pero
dicha lista refleja tal vez mejor que ninguna otra el generismo del campo literario actual en España, porque, al premiar
a la Literatura Infantil y Juvenil en bloque, sin hacer distingos entre sus
diversas manifestaciones genéricas, no hace sino reflejar la preponderancia de
la narrativa sobre cualquier otro género en todos los ámbitos de la vida
literaria.
Así que el generismo, en la vida literaria, es como
el sexismo, en la vida. Haberlo, haylo.
Qué buena reflexión, Juan. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarJum, creo, Juan, que Desclot ganó el Nacional con Música, maestro, sino me equivoco en 2002. Pero estos dos serían los únicos, sí. (De hecho me acabo de quedar anonadada porque no sabía que ese título de Conde era para niños!! me voy a hacer con él, ya)
ResponderEliminarPor lo demás: ¡cuánta razón, Don Ramón! Y si te paras a contar varones/mujeres, nos da otro jamacuco.
ResponderEliminarEn efecto, Mar. Ha sido un error mío, porque es verdad lo que dices. Peor, en cualquier caso, son solo dos frente a muchos más, así que sigue habiendo "generismo". Gracias por los comentariosy por la aclaración
ResponderEliminar