domingo, 28 de junio de 2015

El clásico de la semana es...


 
    En una semana como esta, y en un día como hoy, el clásico de la semana se tiñe por supuesto de colores y de celebración. Son muchos los poemas y los poetas que podrían haber protagonizado esta entrada, pero he optado por Carol-Ann Duffy (1955, Glasgow) por varias razones. En primer lugar, porque es una autora de una importante obra poética para adultos y niños, aunque aún sea poco conocida en España. Y, en segundo lugar, porque es una mujer valiente, que nunca ha ocultado su condición de lesbiana y cuya franqueza no le ha impedido ser nombrada Poet Laureate en Reino Unido, quizás la mayor distinción que puede alcanzar un poeta en ese país. 
    Como acabo de decir, es autora de una importante obra poética para niños, y ha editado asimismo antologías de poemas para niños; pero para un día como hoy he preferido elegir un hermoso poema de amor como este You, que ofrezco aquí en versión original pero que se puede leer traducido en este enlace y escuchar recitado por la propia autora en este otro. En él se celebra el enamoramiento, aunque este pueda llegar a ser, como dice un verso del propio texto, glamorous hell.

YOU  

Uninvited, the thought of you stayed too late in my head, 
so I went to bed, dreaming you hard, hard, woke with your name, 
like tears, soft, salt, on my lips, the sound of its bright syllables   
like a charm, like a spell.          
                          
Falling in love  is glamorous hell; 
the crouched, parched heart  like a tiger ready to kill; 
a flame's fierce licks under the skin.  
Into my life, larger than life, beautiful, you strolled in.  

I hid in my ordinary days, in the long grass of routine,   
in my camouflage rooms. You sprawled in my gaze,  
staring back from anyone's face, from the shape of a cloud,  
from the pining, earth-struck moon which gapes at me    
and I open the bedroom door. The curtains stir. There you are   
on the bed, like a gift, like a touchable dream.

(from Rapture, Picador, 2005). 

viernes, 26 de junio de 2015

Young Adult Poetry?

  
    Hace poco, en la sede de Valencia de una conocida cadena de venta de artículos culturales, me sorprendió encontrar una sección llamada joven adulto, que supone una traducción literal y tal vez no demasiado afortunada de Young Adult. Se trata de un término, en cualquier caso, de difícil traslación al castellano y en general de difícil definición, ya que no se trata exactamente de literatura juvenil ni de literatura para adultos, sino más bien del espacio intermedio entre ambas que ocuparían lectores de entre diecisiete y veinte años aproximadamente. La etiqueta - ¡otra más! - se aplica más a la narrativa que a cualquier otro género literario, como es habitual, si bien es cierto que el máximo especialista en la materia, Michael Cart, habla de young adult poetry en su libro From romance to realism (del que, por cierto, y según este autor, la madre de James Franco es una de sus principales cultivadoras). 
    Cabe, pues, preguntarse si existe algo parecido a la poesía para jóvenes adultos en España y, en ese caso, qué sería y qué rasgos tendría. Sea cual sea la respuesta, lo que está más o menos claro es que el sistema literario todavía no ha creado un nicho genérico y comercial dedicado a un género que se pueda denominar así y que toda poesía para jóvenes adultos no será aquella escrita y publicada para ganarse la atención de dicho público, sino aquella que, aun no habiendo sido escrita para ellos, ha contado con su favor. Con ello volvemos otra vez a resaltar el protagonismo de la literatura adoptada y a las obras de estatuto difuso, es decir, aquellas no han sido escritas expresamente para niños o jóvenes pero han acabado por ser leídas por ellos, y que por lo tanto tienen un doble público lector: el adulto y el infantil y juvenil. Desde este punto de vista, y por razones puramente pragmáticas, podríamos considerar poesía para jóvenes adultos toda aquella que se lee con más frecuencia en los cursos de Bachillerato, lo cual incluiría todos los clásicos de la literatura española, aunque en este caso no se trataría de literatura adoptada por los jóvenes, sino más bien impuesta por los adultos. 
   ¿Existe o ha existido, por tanto, una poesía para jóvenes adultos? ¿Ha sido por ejemplo Bécquer, cuyas rimas han devorado tradicionalmente los adolescentes enamoradizos, descontentos y un poco lánguidos, un clásico de la Spanish Young Adult Poetry? ¿O, simplemente, habría que ir más allá de los moldes tradicionales de difusión de la literatura y considerar que la verdadera poesía para jóvenes adultos es la música que oyen los jóvenes de hoy?

domingo, 21 de junio de 2015

El clásico de la semana es...




No hay nada como un gran clásico para empezar un gran verano. 

Shall I compare thee to a summer’s day? 
Thou art more lovely and more temperate. 
Rough winds do shake the darling buds of May, 
And summer’s lease hath all too short a date.
Sometime too hot the eye of heaven shines, 
And often is his gold complexion dimmed; 
And every fair from fair sometime declines, 
By chance, or nature’s changing course, untrimmed;
But thy eternal summer shall not fade, 
Nor lose possession of that fair thou ow’st, 
Nor shall death brag thou wand’rest in his shade, 
When in eternal lines to Time thou grow’st. 
So long as men can breathe, or eyes can see, 
So long lives this, and this gives life to thee.

William Shakespeare

¿A un día de verano compararte?
Más hermosura y suavidad posees.
Tiembla el brote de Mayo bajo el viento
y el estío no dura casi nada.
A veces demasiado brilla el ojo
solar, y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.
Pero eterno será el verano tuyo.
No perderás la gracia, ni la Muerte
se jactará de ensombrecer tus pasos
cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.


 (traducción de Manuel Mujica Lainez)




martes, 9 de junio de 2015

Donde nace la noche



Forchetti, Laura, Donde nace la noche, Pontevedra, Kalandraka, 2015 (ilustraciones de María Elina) 

Actualmente la creación poética para niños en lengua española parece estar dividida entre dos estéticas dominantes: por un lado, están aquellos autores que han decidido asumir la tradición oral como fuente de aspiración y que llevan a cabo una relectura actualizada de la misma, no tanto en cuanto a los temas como en el hecho de incorporar hallazgos metafóricos y visionarios propios de la  poesía del siglo XX; y, por otro lado, están aquellos poetas que parecen intentar darles a los niños una receta lírica alejada lo más posible de los ingredientes folclóricos tradicionales, y abren sus composiciones a otras influencias, a otros metros y al verso libre, confiando además sin dudas en la metáfora y la imagen como elementos principales del lenguaje poético, por encima de las figuras de repetición y los juegos de palabras. A ambas las une empero un conjunto de características comunes que siempre están más o menos presentes en los libros de poesía para niños que se publican hoy en día, como la narratividad, la existencia de siempre de un leit motif que unifica todo los poemas o el tema de la naturaleza.
En este sentido, tal vez los galardonados con el Premio Orihuela de Poesía para Niños sean un buen termómetro para medir estas tendencias, ya que en la lista de premiados conviven sin aparente conflicto poemarios más afines a la primera tendencia (como Gorigori) con otros más cercanos a la segunda (como El idioma secreto). El último libro premiado, Donde nace la noche, estaría más en la segunda línea que en la primera, en la medida en que la autora, Laura Forchetti, parece sortear o dejar de lado toda influencia de la poesía de tipo popular y jugar con otras claves.
Donde nace la noche se abre con una cita de Emily Dickinson – “Buenos días – Medianoche – Vuelvo a casa” (“Goodmorning – Midnight – I’m coming home”) – que parece ser toda una declaración de intenciones, tanto a nivel temático como a nivel referencial de todo el poemario. Si vamos al poema completo, que aquí ofrecemos en traducción de José Luis Rey (Poesías completas, Visor), este nos puede dar aún más claves de lo que este poemario está a punto de expresar, del recorrido poético por el cual nos va a llevar:

Buenos días – Medianoche –
Estoy llegando a Casa –
El Día – se cansó de Mí – 
¿Cómo podría yo – cansarme de Él?

La luz del sol era un sitio plácido –
Me gustaba estar allí –
Pero la Mañana – ya no me quería – ahora –
Por lo tanto – ¡Buenas noches! – Día!

¿Puedo mirar – no puedo –
Cuando el Este sea Rojo?
Las Colinas – tienen un aspecto – entonces –
Que hace al corazón – soñar –

Tú – no eres tan bella – Medianoche –
Yo escogí – el Día –
¡Pero – por favor, acoge a una Chiquilla –
Ya que el día se fue!

Obviamente, este libro trata sobre la noche, lo cual no resulta demasiado original dentro de la poesía para niños y de la literatura infantil en general. Pero lo que sí resulta novedoso es el enfoque. La noche suele aparecer en los libros para niños como tema recurrente, aunque siempre relacionada con el momento de irse a dormir, un ritual que puede estar ligado al miedo a la oscuridad o al momento especial que siempre supone que un adulto se siente en la cabecera de la cama a leer un cuento. De esta manera, la noche como tal queda sin explorar, porque lo que importa al fin y al cabo es lo que ocurre por las noches, esas pequeñas ceremonias que clausuran el día y la oscuridad que es inherente a ella, aunque generalmente vista desde un punto de vista negativo. En Donde nace la noche, ya el título, como suele ocurrir con los buenos libros de poesía, nos da la pista de que los tiros van por otro lado. Unir el nacimiento con la noche resulta paradójico y está buscado: la noche no se ve como el fin del día, sino como el comienzo de otro dominio.
Gilbert Durand, en Estructuras antropológicas de lo imaginario, habla de la noche ligada simbólicamente de la intimidad y lo materno, incluso con lo nutritivo y alimentador. Donde nace la noche entronca con estas regiones de lo imaginario, con la noche vista como seno, como lugar donde resguardarse y donde pueden suceder tantas cosas como durante el día. De ahí que este poemario en el fondo sea muy luminoso – están presentes las estrellas, por supuesto, que aparecen varias veces, con hermosas imágenes, y que en ocasiones se tragan también, como en “Vamos a esperar / una estrella / que caiga. / Hay que abrir la boca / y tragarla, / te deja la lengua blanca / como escarcha” – y que la ilustradora, María Elina, con excelente criterio a nuestro juicio, no haya optado por regalarnos imágenes oscuras y convencionalmente nocturnas, sino de una luminosidad atenuada y sutil. Son varias las ilustraciones en las que vemos el cielo negro en la parte superior, una referencia útil y casi imprescindible para situar los poemas en su propia nocturnidad. Pero lo brillantemente paradójico aquí es que esa noche de la parte superior no contamina toda la lámina, porque la parte inferior es blanca y luminosa. De esta manera, las ilustraciones expresan con un recurso muy sencillo (aunar luz y oscuridad de manera inverosímil pero por eso mismo basada en una verdad que está más allá, la verdad poética) esa idea positiva de la noche, como espacio y tiempo alternativo para la vida que hay que descubrir y no como negatividad castradora de la parte diurna del día (y de la vida), como mundo que descubrir al fin y al cabo, que preside todos los versos.  
A pesar de todo, Donde nace la noche no es ajena a ciertas características muy frecuentes en la poesía para niños actual en lengua española y casi me atrevería a decir que en cualquier lengua occidental. Por ejemplo, no es un conjunto de poemas con cierto aire de familia, como suele pasar con los poemarios para adultos, sino que tiene un hilo conductor muy claro que además está relacionado con el género narrativo, otro rasgo muy significativo de la poesía infantil. En el libro seguimos a dos personajes, una niña y un niño, pero no llega a ser tan definida la historia como para que se pueda considerar un texto absolutamente narrativo, aunque en este caso las ilustraciones, nos sirven también de hilo conductor. Además, hay una localización espacial y temporal concreta pero a la vez indefinida, que también las ilustraciones, con algunas imágenes elípticas y metafóricas que interpretan de manera libre pero ajustada los versos, contribuyen a subrayar.
Pero, como siempre, y pese a que mi insistencia pueda parecer ya un poco repetitiva, donde reside el verdadero caballo de batalla de la poesía es en el lengua, en centrarse en él para decir las cosas de otra manera, entendible para todos, y para los niños, en primer lugar, pero distinta de la lengua común. Si no, de nada sirve, y no es poesía, sino solamente versificación. Aquí en ocasiones es deslumbrante, y de nuevo hay que acudir a Emily Dickinson para hablar de ello, pues se da en este poemario una concentración y una sincopación que recuerda mucho a los versos de la poeta americana, con metáforas e imágenes que iluminan esa noche poética en que nos sumergimos con los dos protagonistas y que surgen con esa aparente naturalidad que es solo la consecución de un proceso muy largo de cocción y de escritura.
Hace tiempo comparé en este mismo blog la educación poética infantil como una dieta en la que tiene que haber de todo. Me gustaría, en cualquier caso, que en esa dieta fuera iluminada por muchas luminarias poéticas como esta Donde nace la noche.

lunes, 8 de junio de 2015

Entrevista con Laura Forchetti, ganadora de la última edición del Premio Orihuela de poesía para niños




Donde nace la noche se abre con una cita de un poema de Emily Dickinson y, en algunos momentos, se puede ver cierta huella de su poesía. ¿Es una referencia consciente para usted? ¿Es deliberado? 
Sí es una referencia consciente, pero no sé si diría que deliberada, buscada.
Emily Dickinson es una de mis poetas predilectas. Su poesía me resulta cercana, como de una vieja amiga. Sus conversaciones con la naturaleza, su ojo telescópico –para usar una adjetivación que le pertenece- atrapa los misterios y los coloca en los versos como si fueran hechos simples y cotidianos. Acepta ese misterio y lo habita. Nunca deja de preguntarse y de investigar, pero con la conciencia permanente de que la verdad es provisoria y tornasolada.
En algún momento, mientras escribía los poemas de Donde nace la noche, leí su poema 382: Buenos Días –Medianoche/ Vuelvo a Casa y sentí que esos versos resumían lo que estaba escribiendo: el recorrido de una nena y un nene que salen a saludar la noche. Entonces, quise abrir el libro con la cita de Dickinson como homenaje y en la alegría del encuentro que atraviesa un siglo y medio, las lenguas diferentes y el espacio de norte a sur.
La gran poesía que hemos leídos es como un escenario en el que nos movemos, una música que suena en torno mientras hacemos nuestra propia poesía, aunque, abstraídos en armar nuestros versos, no seamos conscientes de esa presencia.
El libro, a pesar de estar en arte menor, no acusa influencia alguna de la lírica tradicional hispana, ¿es una elección buscada?
La tradición hispana está en nuestras raíces, en nuestro oído; esa influencia se hace presente porque ha sido el folklore que hemos escuchado en la infancia, las rimas, las rondas con las que jugábamos en la escuela, la primera poesía que leímos. También porque la arrastra la lengua, nuestro argentino nacido del español. Sin embargo, al momento de escribir mis propios poemas, no aparece como una estructura fija sobre la que construir los versos, se vuelve más bien una marca al agua.
Prefiero el verso libre, trato de jugar con el ritmo de cada palabra, su capacidad de sugerir música y sentido y de sumarse a la música y al sentido mayor del texto. Aliteraciones, repetición, rima asonante, el corte del verso, son los recursos que van generando la sonoridad del poema. Mientras escribo, voy repitiendo en voz alta los versos una y otra vez, cuidando esa sonoridad, ese fluir del lenguaje, evitando disonancias, cortes bruscos en la corriente de aire en la que respira el poema.
Es una elección buscada en cuanto la escritura es búsqueda de una forma en la que nuestras palabras se sientan en casa.
En la poesía española para niños creo que actualmente se pueden ver grosso modo dos tendencias: aquella que asume lo tradicional y aquella que trata de innovar desde otras referencias. ¿Cree que en Argentina ocurre lo mismo?
Sí, aquí se dan esas dos tendencias también, pero creo que en Argentina, en estos últimos años, quienes escriben poesía infantil han trabajado mucho con otros registros, otras estéticas. Se escribe una poesía que va por fuera de la lírica tradicional, tanto en forma como en temática. Hay una exploración con las palabras y el verso, poesía que se acerca a lo coloquial o que incorpora lenguajes de otras áreas, de la ciencia, por ejemplo. Textos muy ricos que amplían el horizonte de la poesía infantil, la sacan del ámbito puramente escolar en que ha estado tanto tiempo y la acercan al juego, al placer y también al misterio y al encuentro con lo inefable que puede propiciar el poema.
¿Es en Argentina también la poesía infantil una suerte de Cenicienta dentro de la producción literaria para niños?
No sé si usaría la imagen de la Cenicienta para referirme a la poesía infantil vista en perspectiva dentro de la producción literaria para niñas y niños.
Hay bellísimos libros de poesía publicados, con la misma calidad y cuidado que los libros de narrativa. Libros que aunque estén destinados al público infantil, pertenecen, por propio derecho, a la poesía en general, poesía verdadera.
Hay editoriales, la mayoría pequeñas editoriales, independientes, pero también editoriales de mayor circulación comercial, que empiezan a incorporar la poesía en sus catálogos, con selecciones exquisitas, muy buenas.
Entonces, sí es cierto que el número de libros de poesía que se publican es mínimo en relación a lo que se publica de narrativa, pero esto no es exclusivo de la literatura infantil. Lo mismo podemos decir de la poesía destinada al público mayor. Lo que se publica y lo que se vende.
La poesía siempre ha estado en los márgenes de la literatura, por prejuicios, por una visión escolarizada y romántica, por lo que exige de quien lee. La lectura de poesía suele desacomodarnos, su lenguaje abierto, los significados en abanico, la pregunta que nos deja, una especie de conocimiento que va más allá de lo racional, que nos pide adentrarnos en otras zonas de la percepción y la emoción. Por eso es tan importante la función de los mediadores de lectura, manos que nos acercan libros, voces que repiten poemas, circunstancias en las que de pronto algo se ilumina dentro de nosotros a través de las palabras de un verso o dos.
Los libros de poesía circulan menos en los espacios que habita la literatura infantil –escuelas, bibliotecas, librerías, festivales- es verdad, pero en los últimos años esto empezó a cambiar, la poesía se ha hecho presente; no con estridencias, no con espectaculares campañas de marketing, si no como una compañía acogedora y necesaria, un encuentro feliz y cautivador con la palabra.
¿Se conoce en Argentina la poesía infantil española o es difícil hacerse con ella? ¿Está al tanto de lo que se publica en España de poesía para niños?
Por lo que decía en la respuesta anterior, los libros de poesía infantil española también circulan mucho menos que los textos narrativos. Son pocos los libros que llegan y no es fácil hacerse con ellos.
Hay algunas editoriales, como Kalandraka, que tienen muy buenas colección de poesía y cuyos libros se distribuyen aquí, pero con cierta dificultad, especialmente en el interior; no hay una presencia fuerte de estos libros en las librerías ni en las bibliotecas públicas. Sí empieza a llegar algo a través de los planes de lectura nacionales, en las cajas de libros que envía el gobierno a las escuelas.
A pesar de esto, en la actualidad tenemos la ventaja de contar con la red de internet que nos permite acceder a materiales de todo el mundo. Es a través de ese medio que podemos leer poesía española, conocer a las y los autores que están escribiendo para el público infantil, ver en qué andan. Personalmente, es mi manera de acercarme a esa poesía a la que cuesta acceder a través del libro impreso. 
¿Es alargada la sombra de María Elena Walsh en la poesía infantil argentina o ya se ha superado su importante magisterio?
María Elena Walsh sigue siendo nuestra maestra. De ella aprendimos que “la poesía no alude más que a sí misma, sopla donde quiere y es preferible que no forme parte del temario (escolar) sino del recreo, que se integre más en el juego que en la instrucción”. Sus poesías y canciones forman parte del folklore de la infancia, ruedan de boca en boca sin necesidad de nombrar a su autora.
María Elena Walsh apareció en la literatura infantil en la década de los 60 con textos plenos de frescura y vitalidad. Su poesía está cargada de juegos con las palabras, de ritmos y rimas, aliteraciones, estructuras tradicionales y versos libres, pero también de absurdo e ironía, de humor y disparate.
Desde entonces, han ido apareciendo nombres fundamentales en la poesía infantil argentina, voces potentes con su propio tono y forma, varias generaciones de escritoras y escritores de los que aprendemos y con los que dialogamos. Pero creo que aún está presente su influencia, su desparpajo, su libertad. Creo que ese es su gran magisterio: saber que la poesía infantil pertenece al reino de la  imaginación y del juego, que es auténtica poesía, que nos permite ver el mundo con una mirada nueva y desprejuiciada y que nos hace más felices y más humanos.
Usted escribe también poesía para adultos (llamémosla así). ¿Cree que hay mucha diferencia entre escribir para niños y hacerlo para adultos? ¿Es consciente de estar adoptando otra voz, otro punto de enunciación o todo es mucho menos premeditado?
Personalmente, cuando aparece la idea de un libro o un poema, mientras va tomando forma en mi cabeza y empiezo a buscar información sobre el entorno, los detalles, siento que viene con un tono y con un registro de lenguaje. Cuando me siento a escribir esos poemas, ese tono intuido, ese registro, serán el impulso para darles forma: el tipo de verso, los cortes, las imágenes, el ritmo, el silencio. La escritura entonces se va acercando o no a eso que llamamos poesía infantil.
Pero aquí me demoro en el gesto de pensar: ¿Cuál es la especificidad de la poesía infantil?
Pienso en las veces que leí con mis alumnos a Lorca, Machado, Hernández, por nombrar como ejemplo a los españoles, pero la lista es larguísima. Pienso en cómo hemos leído tantos poemas que no han sido escritos pensando en lectores infantiles y sin embargo, los hemos leído con disfrute y encantamiento.
Tal vez, como dice la poeta Delfina Muschietti, lo que se necesita en la poesía infantil es: darle color y movimiento, juego a la imaginación concreta; objetos cotidianos mezclados con aquellos que generan fantasía y misterio, como cuando ellos hacen de una ola, una cueva...quizás así recuperar esa perspectiva.
La perspectiva de la infancia: abrir los ojos al mundo como si fuera la primera vez, sentir la inquietud hacia lo que no conocemos y también la alegría, la aventura que nos espera a cada paso.
Escribir pensando en lectores niñas y niños implica mantener los ojos limpios de prejuicios y monotonías, sacudirlos del cansancio.
            Y también prestar especial atención a las palabras, volver a explorarlas como si fueran objetos: el peso, la textura, el brillo o la transparencia, como se transforman en cajitas chinas plenas de resonancias y significados, como se comportan puestas una al lado de la otra. No olvidar la música, el juego sonoro que atrapa y deleita. Recuperar un poco la propia infancia, nada menos.
¿Cuáles son sus principales referencias poéticas o simplemente literarias a la hora de escribir?
Reconozco cercana la poesía inmersa en la naturaleza y en lo humano de algunos poetas argentinos como Juan L. Ortiz, Diana Bellessi, Leónidas Escudero y de los universales Guillermo Hudson, que aunque escribió en prosa era realmente un poeta, y Emily Dickinson; esta última también en la tradición de las escritoras mujeres, desde las norteamericanas a Alfonsina Storni, iniciadora de una genealogía de poetas argentinas que llega hasta hoy.
En cuanto a la poesía infantil, hay voces ineludibles. Ya nombré a María Elena Walsh, agrego a Laura Devetach, María Teresa Andruetto, Jorge Luján, aunque la lista es mucho más larga. La relación con los contemporáneos es como un diálogo, la lectura de sus textos y la propia escritura se cruzan, se acercan y alejan. Es una poética que se está construyendo delante de nuestros ojos, es interesante prestar atención a esta construcción.
Y si miro más lejos, lo que hablamos antes: el folklore de la infancia con sus rimas, coplas, rondas y también aquellos poetas que nos enseñaron que las palabras podían ser juguetes maravillosos. Pienso por ejemplo en José Sebastián Tallón, un poeta argentino que amé cuando era niña, me sabía sus poemas de memoria; todavía, cuando lo leo, vuelvo a sentir aquel misterio que me envolvía, me fascinaba.
Y, finalmente, me gustaría saber qué supone para usted ganar un premio como este de Orihuela, concedido además en un país extranjero.
En primer lugar la emoción de que sea en Orihuela, la tierra de Miguel Hernández. Me da inmensa alegría que mi libro lleve el sello de esa ciudad, como homenaje a su poesía de belleza profunda, humana.
Este premio y la publicación del poemario en España, por la editorial Kalandraka, que realmente es una editorial de lujo, le da una difusión inesperada a mis poesías, un intercambio con un mundo de lectores mucho más amplio y eso siempre nos enriquece como poetas, nos hace crecer.
Es mi primer libro publicado de poesía infantil, es maravilloso que haya sido en estas circunstancias.

sábado, 6 de junio de 2015

El clásico de la semana...

    

    Con los prolegómenos el verano y los días de playa empieza a cobrar gran protagonismo ese sol que nos alumbra y nos calienta (y contra el que tanto insisten las campañas saniatrias últimamente, con razón). Además, siempre es buena ocasión para recordar a poetas que no son tan leídas como se merecerían. Ángela Figuera Aymerich (1902-1984) es una de ellas, y en este poema queda claro por qué debería ser más conocida. 

El sol


El sol es una gran naranja.
-Y ¿quién la exprime?
-Los labios de la aurora
cuando sonríe.
El sol es un fresón maduro.
-Y ¿quién lo come?
-Lo comen las montañas
y el horizonte.
El sol es un balón de fuego.
-Y ¿quién lo juega?
-Las nubes y los rayos
de la tormenta.
El sol es un gran ojo abierto.
-Y ¿a quién vigila?
-A todos los niños que juegan
por las esquinas.
El sol es una inmensa llama.
-Y ¿a quién calienta?
-A todo lo que vive
sobre la tierra.
 
Ángel Figuera Aymerich