Donde nace la noche se
abre con una cita de un poema de Emily Dickinson y, en algunos momentos, se
puede ver cierta huella de su poesía. ¿Es una referencia consciente para usted?
¿Es deliberado?
Sí es una referencia consciente, pero no sé si
diría que deliberada, buscada.
Emily Dickinson es una de mis poetas predilectas.
Su poesía me resulta cercana, como de una vieja amiga. Sus conversaciones con
la naturaleza, su ojo telescópico –para usar una adjetivación que le pertenece-
atrapa los misterios y los coloca en los versos como si fueran hechos simples y
cotidianos. Acepta ese misterio y lo habita. Nunca deja de preguntarse y de investigar,
pero con la conciencia permanente de que la verdad es provisoria y tornasolada.
En algún momento, mientras escribía los poemas de
Donde nace la noche, leí su poema 382: Buenos Días –Medianoche/ Vuelvo a Casa y
sentí que esos versos resumían lo que estaba escribiendo: el recorrido de una
nena y un nene que salen a saludar la noche. Entonces, quise abrir el libro con
la cita de Dickinson como homenaje y en la alegría del encuentro que atraviesa
un siglo y medio, las lenguas diferentes y el espacio de norte a sur.
La gran poesía que hemos leídos es como un
escenario en el que nos movemos, una música que suena en torno mientras hacemos
nuestra propia poesía, aunque, abstraídos en armar nuestros versos, no seamos
conscientes de esa presencia.
El libro, a
pesar de estar en arte menor, no acusa influencia alguna de la lírica
tradicional hispana, ¿es una elección buscada?
La tradición hispana está en nuestras raíces, en
nuestro oído; esa influencia se hace presente porque ha sido el folklore que
hemos escuchado en la infancia, las rimas, las rondas con las que jugábamos en
la escuela, la primera poesía que leímos. También porque la arrastra la lengua,
nuestro argentino nacido del español. Sin embargo, al momento de escribir mis
propios poemas, no aparece como una estructura fija sobre la que construir los
versos, se vuelve más bien una marca al agua.
Prefiero el verso libre, trato de jugar con el
ritmo de cada palabra, su capacidad de sugerir música y sentido y de sumarse a
la música y al sentido mayor del texto. Aliteraciones, repetición, rima
asonante, el corte del verso, son los recursos que van generando la sonoridad
del poema. Mientras escribo, voy repitiendo en voz alta los versos una y otra
vez, cuidando esa sonoridad, ese fluir del lenguaje, evitando disonancias,
cortes bruscos en la corriente de aire en la que respira el poema.
Es una elección buscada en cuanto la escritura es
búsqueda de una forma en la que nuestras palabras se sientan en casa.
En la poesía
española para niños creo que actualmente se pueden ver grosso modo dos
tendencias: aquella que asume lo tradicional y aquella que trata de innovar desde
otras referencias. ¿Cree que en Argentina ocurre lo mismo?
Sí, aquí se dan esas dos tendencias también, pero
creo que en Argentina, en estos últimos años, quienes escriben poesía infantil
han trabajado mucho con otros registros, otras estéticas. Se escribe una poesía
que va por fuera de la lírica tradicional, tanto en forma como en temática. Hay
una exploración con las palabras y el verso, poesía que se acerca a lo
coloquial o que incorpora lenguajes de otras áreas, de la ciencia, por ejemplo.
Textos muy ricos que amplían el horizonte de la poesía infantil, la sacan del
ámbito puramente escolar en que ha estado tanto tiempo y la acercan al juego,
al placer y también al misterio y al encuentro con lo inefable que puede
propiciar el poema.
¿Es en Argentina
también la poesía infantil una suerte de Cenicienta dentro de la producción
literaria para niños?
No sé si usaría la imagen de la Cenicienta para
referirme a la poesía infantil vista en perspectiva dentro de la producción
literaria para niñas y niños.
Hay bellísimos libros de poesía publicados, con la
misma calidad y cuidado que los libros de narrativa. Libros que aunque estén
destinados al público infantil, pertenecen, por propio derecho, a la poesía en
general, poesía verdadera.
Hay editoriales, la mayoría pequeñas editoriales,
independientes, pero también editoriales de mayor circulación comercial, que
empiezan a incorporar la poesía en sus catálogos, con selecciones exquisitas,
muy buenas.
Entonces, sí es cierto que el número de libros de
poesía que se publican es mínimo en relación a lo que se publica de narrativa,
pero esto no es exclusivo de la literatura infantil. Lo mismo podemos decir de
la poesía destinada al público mayor. Lo que se publica y lo que se vende.
La poesía siempre ha estado en los márgenes de la
literatura, por prejuicios, por una visión escolarizada y romántica, por lo que
exige de quien lee. La lectura de poesía suele desacomodarnos, su lenguaje
abierto, los significados en abanico, la pregunta que nos deja, una especie de
conocimiento que va más allá de lo racional, que nos pide adentrarnos en otras
zonas de la percepción y la emoción. Por eso es tan importante la función de
los mediadores de lectura, manos que nos acercan libros, voces que repiten
poemas, circunstancias en las que de pronto algo se ilumina dentro de nosotros
a través de las palabras de un verso o dos.
Los libros de poesía circulan menos en los espacios
que habita la literatura infantil –escuelas, bibliotecas, librerías,
festivales- es verdad, pero en los últimos años esto empezó a cambiar, la
poesía se ha hecho presente; no con estridencias, no con espectaculares
campañas de marketing, si no como una compañía acogedora y necesaria, un
encuentro feliz y cautivador con la palabra.
¿Se conoce en
Argentina la poesía infantil española o es difícil hacerse con ella? ¿Está al tanto
de lo que se publica en España de poesía para niños?
Por lo que decía en la respuesta anterior, los
libros de poesía infantil española también circulan mucho menos que los textos
narrativos. Son pocos los libros que llegan y no es fácil hacerse con ellos.
Hay algunas editoriales, como Kalandraka, que
tienen muy buenas colección de poesía y cuyos libros se distribuyen aquí, pero
con cierta dificultad, especialmente en el interior; no hay una presencia
fuerte de estos libros en las librerías ni en las bibliotecas públicas. Sí
empieza a llegar algo a través de los planes de lectura nacionales, en las
cajas de libros que envía el gobierno a las escuelas.
A pesar de esto, en la actualidad tenemos la
ventaja de contar con la red de internet que nos permite acceder a materiales
de todo el mundo. Es a través de ese medio que podemos leer poesía española,
conocer a las y los autores que están escribiendo para el público infantil, ver
en qué andan. Personalmente, es mi manera de acercarme a esa poesía a la que
cuesta acceder a través del libro impreso.
¿Es alargada
la sombra de María Elena Walsh en la poesía infantil argentina o ya se ha
superado su importante magisterio?
María Elena Walsh sigue siendo nuestra maestra. De
ella aprendimos que “la poesía no alude
más que a sí misma, sopla donde quiere y es preferible que no forme parte del
temario (escolar) sino del recreo, que se integre más en el juego que en la
instrucción”. Sus poesías y canciones forman parte del folklore de la
infancia, ruedan de boca en boca sin necesidad de nombrar a su autora.
María Elena Walsh apareció en la literatura
infantil en la década de los 60 con textos plenos de frescura y vitalidad. Su
poesía está cargada de juegos con las palabras, de ritmos y rimas,
aliteraciones, estructuras tradicionales y versos libres, pero también de
absurdo e ironía, de humor y disparate.
Desde entonces, han ido apareciendo nombres
fundamentales en la poesía infantil argentina, voces potentes con su propio
tono y forma, varias generaciones de escritoras y escritores de los que
aprendemos y con los que dialogamos. Pero creo que aún está presente su
influencia, su desparpajo, su libertad. Creo que ese es su gran magisterio:
saber que la poesía infantil pertenece al reino de la imaginación y del juego, que es auténtica
poesía, que nos permite ver el mundo con una mirada nueva y desprejuiciada y
que nos hace más felices y más humanos.
Usted escribe
también poesía para adultos (llamémosla así). ¿Cree que hay mucha diferencia
entre escribir para niños y hacerlo para adultos? ¿Es consciente de estar
adoptando otra voz, otro punto de enunciación o todo es mucho menos
premeditado?
Personalmente, cuando aparece la idea de un libro o
un poema, mientras va tomando forma en mi cabeza y empiezo a buscar información
sobre el entorno, los detalles, siento que viene con un tono y con un registro
de lenguaje. Cuando me siento a escribir esos poemas, ese tono intuido, ese
registro, serán el impulso para darles forma: el tipo de verso, los cortes, las
imágenes, el ritmo, el silencio. La escritura entonces se va acercando o no a
eso que llamamos poesía infantil.
Pero aquí me demoro en el gesto de pensar: ¿Cuál es
la especificidad de la poesía infantil?
Pienso en las veces que leí con mis alumnos a
Lorca, Machado, Hernández, por nombrar como ejemplo a los españoles, pero la
lista es larguísima. Pienso en cómo hemos leído tantos poemas que no han sido
escritos pensando en lectores infantiles y sin embargo, los hemos leído con
disfrute y encantamiento.
Tal vez, como dice la poeta Delfina Muschietti, lo
que se necesita en la poesía infantil es: darle
color y movimiento, juego a la imaginación concreta; objetos cotidianos
mezclados con aquellos que generan fantasía y misterio, como cuando ellos hacen
de una ola, una cueva...quizás así recuperar esa perspectiva.
La perspectiva de la infancia: abrir los ojos al
mundo como si fuera la primera vez, sentir la inquietud hacia lo que no
conocemos y también la alegría, la aventura que nos espera a cada paso.
Escribir pensando en lectores niñas y niños implica
mantener los ojos limpios de prejuicios y monotonías, sacudirlos del cansancio.
Y también prestar
especial atención a las palabras, volver a explorarlas como si fueran objetos:
el peso, la textura, el brillo o la transparencia, como se transforman en
cajitas chinas plenas de resonancias y significados, como se comportan puestas
una al lado de la otra. No olvidar la música, el juego sonoro que atrapa y
deleita. Recuperar un poco la propia infancia, nada menos.
¿Cuáles son
sus principales referencias poéticas o simplemente literarias a la hora de
escribir?
Reconozco cercana la poesía inmersa en la
naturaleza y en lo humano de algunos poetas argentinos como Juan L. Ortiz,
Diana Bellessi, Leónidas Escudero y de los universales Guillermo Hudson, que
aunque escribió en prosa era realmente un poeta, y Emily Dickinson; esta última
también en la tradición de las escritoras mujeres, desde las norteamericanas a
Alfonsina Storni, iniciadora de una genealogía de poetas argentinas que llega
hasta hoy.
En cuanto a la poesía infantil, hay voces
ineludibles. Ya nombré a María Elena Walsh, agrego a Laura Devetach, María
Teresa Andruetto, Jorge Luján, aunque la lista es mucho más larga. La relación con
los contemporáneos es como un diálogo, la lectura de sus textos y la propia
escritura se cruzan, se acercan y alejan. Es una poética que se está
construyendo delante de nuestros ojos, es interesante prestar atención a esta
construcción.
Y si miro más lejos, lo que hablamos antes: el
folklore de la infancia con sus rimas, coplas, rondas y también aquellos poetas
que nos enseñaron que las palabras podían ser juguetes maravillosos. Pienso por
ejemplo en José Sebastián Tallón, un poeta argentino que amé cuando era niña,
me sabía sus poemas de memoria; todavía, cuando lo leo, vuelvo a sentir aquel
misterio que me envolvía, me fascinaba.
Y, finalmente,
me gustaría saber qué supone para usted ganar un premio como este de Orihuela,
concedido además en un país extranjero.
En primer lugar la emoción de que sea en Orihuela,
la tierra de Miguel Hernández. Me da inmensa alegría que mi libro lleve el
sello de esa ciudad, como homenaje a su poesía de belleza profunda, humana.
Este premio y la publicación del poemario en España,
por la editorial Kalandraka, que realmente es una editorial de lujo, le da una
difusión inesperada a mis poesías, un intercambio con un mundo de lectores
mucho más amplio y eso siempre nos enriquece como poetas, nos hace crecer.
Es mi primer libro publicado de poesía infantil, es
maravilloso que haya sido en estas circunstancias.