Con los prolegómenos el verano y los días de playa empieza a cobrar gran protagonismo ese sol que nos alumbra y nos calienta (y contra el que tanto insisten las campañas saniatrias últimamente, con razón). Además, siempre es buena ocasión para recordar a poetas que no son tan leídas como se merecerían. Ángela Figuera Aymerich (1902-1984) es una de ellas, y en este poema queda claro por qué debería ser más conocida.
El sol
El sol es una gran naranja.
-Y ¿quién la exprime?
-Los labios de la aurora
cuando sonríe.
El sol es un fresón maduro.
-Y ¿quién lo come?
-Lo comen las montañas
y el horizonte.
El sol es un balón de fuego.
-Y ¿quién lo juega?
-Las nubes y los rayos
de la tormenta.
El sol es un gran ojo abierto.
-Y ¿a quién vigila?
-A todos los niños que juegan
por las esquinas.
El sol es una inmensa llama.
-Y ¿a quién calienta?
-A todo lo que vive
sobre la tierra.
Ángel Figuera Aymerich
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