Edna Saint Vincent Millay (1892-1950) es sin duda una de las poetas más conocidas en Estados Unidos y una de sus figuras literarias más carismáticas. Su gran éxito en vida y su enorme popularidad decayeron no obstante a raíz de la influencia creciente de ese cambio de sensibilidad generalizado que en los países anglosajones se conoce como Modernism, dentro del cual su poesía, de tonos más románticos, no encajaba bien, y solo la emergencia de la crítica feminista vino a rescatar y reinvidicar críticamente su calidad en años más recientes.
Aunque no escribió poemas específicamente dirigidos a un público infantil, un volumen publicado en 1951, Edna St. Vincent Millay's Poems Selected for Children, contiene una muestra significativa de su producción lírica considerada adecuada para jóvenes lectores, ilustrados por J. Paget-Fredericks.
Vincent Millay tiene poemas de amor apasionado y elegiacos (es conocido su verso And you as well must die, beloved die), e incluso los poemas seleccionados para niños no pueden sustraerse de ese tono elegíaco y algo melancólico, en el que late un apasionamiento contenido que sin embargo sí aflora en muchos otros poemas.
Poco conocida y casi nada traducida en España (salvo error), aunque contemos con una biografía suya publicada en la editorial Circe, de ella incluyo aquí dos poemas que, bajo una superficie de aparante placidez, reflejan precisamente dicho tono algo elegíaco del que hablábamos antes.
Sorrow
Sorrow like a ceaseless rain
Beats upon my heart.
People twist and scream in pain, —
Dawn will find them still again;
This has neither wax nor wane,
Neither stop nor start.
People dress and go to town;
I sit in my chair.
All my thoughts are slow and brown:
Standing up or sitting down
Little matters, or what gown
Or what shoes I wear.
Epitaph
Heap not on this mound
Roses that she loved so well;
Why bewilder her with roses,
That she cannot see or smell?
She is happy where she lies
With the dust upon her eyes.
Travel
The railroad track is miles away,
And the day is loud with voices speaking,
Yet there isn’t a train goes by all day
But I hear its whistle shrieking.
All night there isn’t a train goes by,
Though the night is still for sleep and dreaming,
But I see its cinders red on the sky,
And hear its engine steaming.
My heart is warm with friends I make,
And better friends I’ll not be knowing;
Yet there isn’t a train I wouldn’t take,
No matter where it’s going.
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