domingo, 11 de mayo de 2014

Gorigori



Jabato, María Jesús, Gori Gori, Pontevedra, Factoría K de Libros, 2014

La écfrasis es una figura retórica que consiste, grosso modo, en la descripción verbal de una obra de arte visual. De ella existen ejemplos literarios y poéticos bastante conocidos, e incluso hay libros de poesía relativamente recientes que consisten en la plasmación con palabra de obras pictóricas, como un poemario de Olvido García Valdés llamado Exposición (1990), incluido más adelante en sus poesías completas, Esa polilla que delante de mí revolotea. Pero tal vez sea la primera vez – y si me equivoco, que alguien me saque de mi error– que un poemario infantil se basa completamente en esa figura, ya que no es otra cosa este Gori Gori, ganador del último premio Ciudad de Orihuela, sino una sucesión de (aparentes) écfrasis construidas a partir de diversas obras pictóricas de autores de varias épocas, unas más conocidas que otras, unas más antiguas y otras más nuevas.
La portada, una composición en la que el Senecio de Paul Klee aparece duplicado, como si fuera una luna reflejada en un estanque, ya da pistas acerca de esta línea que unifica todos los poemas. No solo porque este es uno de los cuadros que sirven de excusa poética a la autora, o por la presencia de una obra de arte conocida y no de una ilustración creada expresamente para el libro como carta de presentación, sino también porque esa duplicación (también presente en el título, Gorigori, que alude asimismo al primer poema del conjunto) sintetiza el impulso que unifica todos los poemas. Estos no son más que un reflejo en otro medio de la obra artística, tal y como aparece la obra de Klee en la cubierta, pero no una descripción o informe. Dee la misma manera que un reflejo, aunque lo parezca, no es nunca el objeto real, pues está sometido a deformaciones y cambios imperceptibles, Gorigori es un conjunto de écfrasis aparentes, como decíamos más atrás, ya que no se trata de descripciones que reproduzcan de manera fiel los cuadros en los que se basan, sino de poemas que intentan ofrecer al lector una interpretación subjetiva, un trasunto lírico de lo que se ve en la obra de arte.
Esta interpretación no tiene como fin, empero, la reproducción del estilo o el universo del pintor en los versos, y por eso no hay en estos cambios de estilo o de métrica. Podría esperarse que las obras más contemporáneas estuvieran escritas en verso libre y con técnicas más ligadas a las vanguardias, como el caligrama, y las más antiguas lo hicieran con rima y versos regulares. Pero no es esa la intención de la autora, al parecer. Salvo excepciones muy concretas y casi insignificantes, todos los poemas están escritos en arte menor, tienen rima y acusan una clara influencia de la literatura popular, como gran parte de la poesía infantil. Así, pues, Gorigori posee estos rasgos de la estética dominante de la lírica actual para niños, al lado de otros como su carácter programático, ya que es muy habitual que los poemarios para niños tengan una excusa argumental o temática que unifique todas sus composiciones. Aquí el pretexto unificador no es narrativo, como suele ser más habitual, sino pictórico, y eso ya da originalidad al conjunto.
Sin embargo, usar los recursos más extendidos en la poesía para niños no es un síntoma de falta de originalidad, sino de respeto hacia el lector. La autora cuenta con ese lector infantil que está habituado a ese lenguaje, y prefiere construir sobre él su armazón poético para que la poesía llegue mejor. Por eso, aunque todos los poemas tengan unos rasgos métricos comunes, el conjunto no resulta monótono. Y es difícil no caer en la monotonía cuando se elabora un libro en que todos los poemas parten del mismo pretexto. He aquí una manifestación de la imitatio, una asunción de la tradición que solo hoy vemos como un impedimento para la consecución de una obra personal y original, y que sin embargo los antiguos consideraban condición sine que non en la creación literario.
La monotonía se evita, sobre todo, por el modo en que el yo poético modula y moldea su voz. Como ya he dicho en otra ocasión en este blog, la poesía es, quizás más que otros géneros literarios, una cuestión de voz, y la de este Gorigori sabe cambiar convenientemente en cada poema, sabe modelar la materia poética de distintas maneras para crear formas diferentes. Así, encontramos desde el humor (en Gorigori) a la melancolía (en Vestida de mar) o el atisbo de horror (El perro y La camisa blanca), pasando por el terror (En la vela) o incluso cierta tendencia al absurdo (El bosque) o el humor (La Gioconda o Mi vecino). La plasticidad verbal viene dada por múltiples hallazgos verbales que elevan la lengua por encima de la llaneza mal entendida de la que muchas veces adolece la poesía infantil y que da la razón a los que opinan que hablar de lírica para niños es un oxímoron. Destacan entre el conjunto imágenes tan evocadoras como “Como un león azulado / ruge el mar”; “el bosque es blancor insomne”; “que seda negra es la noche / es terciopelo”; o “La niña se abanica / bajo el almendro / y despereza el aire / sueva y ligero”.
 Pero estas imágenes están siempre al servicio de las obras pictóricas de las que parten, que siempre son un elemento fundamental del poemario y no una excusa o elemento accesorio para realizar un ejercicio de exhibicionismo verbal. El poema crece a pie de cuadro, y de ahí que las ilustraciones cobren una especial importancia en este poemario. Curiosamente, porque Gorigori es un poemario ilustrado pero no con ilustraciones hechas ad hoc para la ocasión, sino con las obras que inspiran el poema. Pero no todas. ¿Es por no haber podido adquirir los derechos o está hecho a propósito? Igual da. Cuando la obra está presente, resulta un placer cotejar los versos con el cuadro; cuando no lo está, resulta igualmente un placer recordar la obra en la que se basa el poema o buscarla si no se conoce, como ocurre en un par de ocasiones. Esto hace de Gorigori un poemario didáctico en el mejor sentido de la palabra, que es el de enseñar, mostrar, y no sermonear. Los poemas de María Jesús Jabato nos enseñan a mirar (y a leer) de nuevo, a mirar dos, tres, cuatro veces. Y las que haga falta.   

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