Jabato, María Jesús, Gori Gori, Pontevedra, Factoría K de
Libros, 2014
La écfrasis es una figura
retórica que consiste, grosso modo,
en la descripción verbal de una obra de arte visual. De ella existen ejemplos
literarios y poéticos bastante conocidos, e incluso hay libros de poesía
relativamente recientes que consisten en la plasmación con palabra de obras
pictóricas, como un poemario de Olvido García Valdés llamado Exposición (1990), incluido más adelante
en sus poesías completas, Esa polilla que
delante de mí revolotea. Pero tal vez sea la primera vez – y si me
equivoco, que alguien me saque de mi error– que un poemario infantil se basa
completamente en esa figura, ya que no es otra cosa este Gori Gori, ganador del último premio Ciudad de Orihuela, sino una
sucesión de (aparentes) écfrasis construidas a partir de diversas obras
pictóricas de autores de varias épocas, unas más conocidas que otras, unas más
antiguas y otras más nuevas.
La portada, una
composición en la que el Senecio de
Paul Klee aparece duplicado, como si fuera una luna reflejada en un estanque,
ya da pistas acerca de esta línea que unifica todos los poemas. No solo porque
este es uno de los cuadros que sirven de excusa poética a la autora, o por la presencia
de una obra de arte conocida y no de una ilustración creada expresamente para
el libro como carta de presentación, sino también porque esa
duplicación (también presente en el título, Gorigori,
que alude asimismo al primer poema del conjunto) sintetiza el impulso que
unifica todos los poemas. Estos no son más que un reflejo en otro medio de la
obra artística, tal y como aparece la obra de Klee en la cubierta, pero no una
descripción o informe. Dee la misma manera que un reflejo, aunque lo parezca,
no es nunca el objeto real, pues está sometido a deformaciones y cambios imperceptibles,
Gorigori es un conjunto de écfrasis
aparentes, como decíamos más atrás, ya que no se trata de descripciones que reproduzcan
de manera fiel los cuadros en los que se basan, sino de poemas que intentan
ofrecer al lector una interpretación subjetiva, un trasunto lírico de lo que se
ve en la obra de arte.
Esta interpretación no
tiene como fin, empero, la reproducción del estilo o el universo del pintor en
los versos, y por eso no hay en estos cambios de estilo o de métrica. Podría
esperarse que las obras más contemporáneas estuvieran escritas en verso libre y
con técnicas más ligadas a las vanguardias, como el caligrama, y las más
antiguas lo hicieran con rima y versos regulares. Pero no es esa la intención
de la autora, al parecer. Salvo excepciones muy concretas y casi
insignificantes, todos los poemas están escritos en arte menor, tienen rima y
acusan una clara influencia de la literatura popular, como gran parte de la
poesía infantil. Así, pues, Gorigori
posee estos rasgos de la estética dominante de la lírica actual para niños, al
lado de otros como su carácter programático, ya que es muy habitual que los
poemarios para niños tengan una excusa argumental o temática que unifique todas
sus composiciones. Aquí el pretexto unificador no es narrativo, como suele ser
más habitual, sino pictórico, y eso ya da originalidad al conjunto.
Sin embargo, usar los
recursos más extendidos en la poesía para niños no es un síntoma de falta de
originalidad, sino de respeto hacia el lector. La autora cuenta con ese lector
infantil que está habituado a ese lenguaje, y prefiere construir sobre él su
armazón poético para que la poesía llegue mejor. Por eso, aunque todos los
poemas tengan unos rasgos métricos comunes, el conjunto no resulta monótono. Y
es difícil no caer en la monotonía cuando se elabora un libro en que todos los
poemas parten del mismo pretexto. He aquí una manifestación de la imitatio, una asunción de la tradición
que solo hoy vemos como un impedimento para la consecución de una obra personal
y original, y que sin embargo los antiguos consideraban condición sine que non en la creación literario.
La monotonía se evita, sobre
todo, por el modo en que el yo poético modula y moldea su voz. Como ya he dicho
en otra ocasión en este blog, la poesía es, quizás más que otros géneros
literarios, una cuestión de voz, y la de este Gorigori sabe cambiar convenientemente en cada poema, sabe modelar
la materia poética de distintas maneras para crear formas diferentes. Así,
encontramos desde el humor (en Gorigori)
a la melancolía (en Vestida de mar) o
el atisbo de horror (El perro y La camisa blanca), pasando por el terror
(En la vela) o incluso cierta
tendencia al absurdo (El bosque) o el
humor (La Gioconda o Mi vecino). La plasticidad verbal viene
dada por múltiples hallazgos verbales que elevan la lengua por encima de la
llaneza mal entendida de la que muchas veces adolece la poesía infantil y que
da la razón a los que opinan que hablar de lírica para niños es un oxímoron.
Destacan entre el conjunto imágenes tan evocadoras como “Como un león azulado /
ruge el mar”; “el bosque es blancor insomne”; “que seda negra es la noche / es
terciopelo”; o “La niña se abanica / bajo el almendro / y despereza el aire /
sueva y ligero”.
Pero estas imágenes están siempre al servicio
de las obras pictóricas de las que parten, que siempre son un elemento
fundamental del poemario y no una excusa o elemento accesorio para realizar un
ejercicio de exhibicionismo verbal. El poema crece a pie de cuadro, y de ahí
que las ilustraciones cobren una especial importancia en este poemario.
Curiosamente, porque Gorigori es un
poemario ilustrado pero no con ilustraciones hechas ad hoc para la ocasión, sino con las obras que inspiran el poema.
Pero no todas. ¿Es por no haber podido adquirir los derechos o está hecho a
propósito? Igual da. Cuando la obra está presente, resulta un placer cotejar
los versos con el cuadro; cuando no lo está, resulta igualmente un placer
recordar la obra en la que se basa el poema o buscarla si no se conoce, como
ocurre en un par de ocasiones. Esto hace de Gorigori
un poemario didáctico en el mejor sentido de la palabra, que es el de
enseñar, mostrar, y no sermonear. Los poemas de María Jesús Jabato nos enseñan
a mirar (y a leer) de nuevo, a mirar dos, tres, cuatro veces. Y las que haga
falta.
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