martes, 10 de octubre de 2017

Postales desde la otra orilla (1): "Diez pájaros en mi ventana", de Felipe Munita y Raquel Echenique

La música y la poesía tienen a sus espaldas una larguísima y fertilísima historia de amor y de felices encuentros.
La poesía fue durante mucho tiempo simplemente una manifestación de la música y ha habido muchas épocas en que no había distinción entre ambas (piénsese en los trovadores, por ejemplo, o incluso en la musica degli affetti italiana, cuyos textos se debían a grandes poetas y que son una genuina expresión de la poesía lírica europea). Y aunque hoy en día aún nos cueste ver que las composiciones de la música pop son simplemente poesía con música (mejor o peor, eso ya es otra historia, pero sin duda usan las convenciones del género lírico), algunas derivas nobelianas recientes (y polémicas) demuestran que quizás esa ligazón inicial no ha desaparecido del todo y que ha quedado imbricada en nuestro imaginario.
Pero la ligazón entre poesía y música es incluso mayor, dado que son muchos los poetas que han hecho de la música el objeto principal de sus composiciones, y no son pocos los poetas que cuentan entre sus poemas con alguno dedicado a esta arte universal. En el terreno de la lírica para niños, y sin salirnos del terreno ibérico, hay un clásico indiscutible, como Música, maestro (por cierto, la última obra poética que recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil, hasta el reciente galardón de Poemar o mar), al lado de otras valiosas muestras recientes como Almanaque musical.
Ahora, desde el otro lado del mar, concretamente desde Chile, nos llega este Diez pájaros en mi ventana, editado por Ekaré Sur, con textos de Felipe Munita, escritor y teórico, e ilustraciones de Raquel Echenique, cuya primera parte supone un jalón más en la fértil relación entre la música y la poesía, y que resulta además una deliciosa puerta de entrada a un libro realmente excelente.
Pero, al margen de este aspecto, he de decir que antes que nada que Diez pájaros en mi ventana se parece mucho a lo que se podría llamar libro modelo de poesía para niños. Porque, al igual que, según las teorías de la estética de la recepción y la fenomenología literaria, cada obra literaria propone un lector modelo, figura ideal que sería el receptor capaz de desentrañar todos los sentidos posibles de un texto literario, cada crítico literario, en su parcialidad y subjetividad asumidas, tiene asimismo en mente un libro modelo, que es aquel que cumpliría con todas aquellas virtudes literarias que considera esenciales y más valiosas. Obviamente ese libro modelo no existe, pero sí existen libros que se aproximan en menor o mayor grado a dicho ideal.
Diez pájaros en la ventana sería uno de los que se aproximaría, sin duda alguna, a mi idea del libro modelo de poesía para niños hoy en día. Y lo sería porque en él se aúnan diversas virtudes y confluyen varios niveles que hacen de él una valiosísima obra de poesía infantil. Esencialmente, tres: lo textual; lo peritextual; y lo visual.
En primer lugar, y como no podía ser menos al tratarse de un libro de poesía infantil, los textos poseen un nivel literario altísimo. Los libros de poesía para niños suelen estar casi siempre estructurados en torno a un solo eje temático. Munita lo sabe bien, pues así lo ha señalado en un artículo publicado en 2013 en AILIJ. Dicho eje temático es un facilitador de la lectura para el niño que se acerca a la poesía, pero al mismo tiempo hace que el autor tenga que hacer verdaderos esfuerzos por no caer en la monotonía y por que el poemario, más que unidad, lo que tenga es monotonía. Debe por ello variar sus tonos y recursos. Diez pájaros en la ventana no es un libro estructurado alrededor de un solo un tema, pero sí tiene tres partes, cada una de las cuales se centra en un motivo distinto, aunque no tan claro a simple vista en todos los casos.
La primera, como ya hemos dicho, está centrada claramente en la música, aunque se da entrada a cierto contenidos culturalistas – en El piano de Claudio, dedicado a Claudio Arrau; o en Esto no es una pipa (en ritmo de jazz) – o a los juegos de palabras de raigambre etimológica con Llave de sol, poema en forma de caligrama cuyos versos trazan sobre la página, evidentemente, una clave de sol
En la segunda parte, en cambio, el eje vertebrador resulta mucho más sutil y menos evidente, y no es tanto temático como tonal o ligado más bien al punto de vista. Es esta quizás la parte más esencialmente poética de las tres, y la que mejor revela cuáles son las intenciones de Munita para todo el poema y, tal vez, su idea general sobre la poesía: una manera distinta de mirar la realidad que todos compartimos y una manera distinta y desautomatizada de plasmarla a través del lenguaje. Por eso en esta segunda parte abundan las reflexiones de raigambre metalingüística y metapoética, el hecho de estirar de los sentidos de las palabras e incluso de los signos ortográficos como el punto y de expresiones hechas como Las vueltas de la vida, a la que se da un giro (o varios, mejor dicho), en el poema que cierra la sección.
Finalmente, en la tercera y última parte, el tema que aglutina todo parece ser la naturaleza. Así, aparecen aquí árboles, pájaros, caracoles, la luna y el agua, aunque también se da entrada a referencias culturalistas con un caligrama que dibuja con sus versos la silueta de Don Quijote. Así, hasta llegar al último y brevísimo poema (“Atardece, / y en el aire todavía hay huellas frescas / de la última golondrina”), que sirve de despedida.
A pesar de esta unidad, Munita intenta huir continuamente de la monotonía y las reiteraciones a través de una variación de recursos, moldes poéticos y estróficos y temas. Podría pensarse que un experto en poesía infantil como Munita, que ha estado al tanto de lo que se publica en el ámbito hispánico y que sabe bien por dónde van los tiros, hace un esfuerzo más denodado y claro por presentar una poesía variada. Quizás sea así, pero eso es lo de menos. Lo importante es que esa variedad desplegada por Munita (hay haikus, caligramas, versos con rima y sin rima, arte mayor y menor, verso libre, versos más cercanos a lo popular, etc.) no da nunca la impresión de ser el resultado de un afán de exhibicionismo virtuoso, pues cada molde usado, cada tono, encaja con el tema sobre el que trata el poema y está utilizado en el momento justo del libro.
En segundo lugar, hay que decir que un libro de tan gran altura poética como este merecía unas ilustraciones a su altura, para crear así un producto estético completo que pueda llegar al receptor a través de la contemplación y la lectura. Desconozco cuál ha sido el proceso que ha seguido la ilustración de este poemario. No sé si ha sido un trabajo compartido entre el autor y la ilustradora o si, por el contrario, esta ha trabajado de manera independiente sin el asesoramiento del poeta. Conocer ese dato, sin embargo, no añadiría gran cosa a al resultado final ni a mi juicio sobre el mismo. Porque Raquel Echenique ha hecho un trabajo exquisito, ha construido un armazón que es un eco visual perfecto para estos y que los arropa sin necesidad de engullirlos ni apabullarlos. La misma ausencia de exhibicionismo con la que Munita trenza sus versos se encuentra en las imágenes de Echenique, que usa la ilustración literal cuando así lo demanda el poema, pero no duda tampoco en aventurar metáforas visuales cuando es necesario, o en adaptar su estilo (muy suelto y expresivo, pero con un uso sabio y controlado de una técnica tan difícil como la acuarela, y un buen dominio de los rudimentos del dibujo) a los contenidos del propio poema. Sabe también elaborar ilustraciones que sirvan de contrapunto lírico al poema cuando es necesario, como por ejemplo, en los caligramas, para no anular su propia fuerza visual, como ocurre con Retrato, el poema sobre Don Quijote, donde opta por una ilustración completamente diferente, más indeterminada. Y sabe, asimismo, dentro de la unidad visual que debe haber en todo poemario ilustrado, variar el estilo y adoptar convenientemente tonos japonés (en los haikus) o más deudores de cierto tipo de arte popular hispanoamericano (en La araucaria) cuando es preciso.
Y, finalmente, el cuidado de la edición es exquisito. Lo demuestra ya la manera en que se despliega la cubierta para formar una especie de friso que, con la unión de dos de las ilustraciones más bellas del libro, parece querer introducirnos ya en el delicado mundo que construyen los versos de Felipe Munita y las ilustraciones de Raquel Echenique. Pero dicho cuidado llega hasta detalles tan significativos (¿no lo son siempre los detalles?) con las ventanas redondas que hay en la cubierta y en la contracubierta, que invitan la lectora a abrir el libro y a asomarse al interior de estos Diez pájaros en mi ventana, a este libro de una belleza realmente arrebatadora, un festín para los sentidos, para todos los sentidos. Como he dicho al principio de esta reseña, un libro como este se encuentra muy cerca de mi libro modelo de poesía para niños. Esperemos, pues, que Felipe Munita siga en su empeño de ofrecernos esta poesía, y que los editores se animen a hacerlo llegar a nuestras manos. 


viernes, 1 de septiembre de 2017

La boda alada


Serdio, María Rosa (texto) y Coll SanMartín, Teresa (ilustraciones), La boda alada, Sevilla, BABIDI-BÚ, 2017


Es siempre gratificante ver que un autor del que hemos reseñado ya algún libro en este blog ha conseguido publicar un nuevo volumen de poesía infantil, pues la lírica para niños sigue siendo sin duda un pequeño (pero creciente) jalón de la enorme producción infantil actual en el que no resulta fácil tener continuidad.
Pero es aún más gratificante ver que esa continuidad en la publicación (no en la escritura, que ya se sabe que son cosas distintas) revela asimismo un innegable y evidente deseo del autor por transitar por nuevos caminos y por no repetir fórmulas ya ensayadas con éxito anteriormente.
Es lo que ocurre en este caso con María Rosa Serdio. Su anterior libro, el precioso álbum ilustrado por Julio Antonio Blasco Bolso de niebla que reseñé hace ya tiempo aquí, ha tenido su justo reconocimiento al ser distinguido con una mención por la Fundación Cuatro Gatos en su última lista de obras infantiles seleccionados. En aquella reseña destacaba yo de Bolso de niebla varias virtudes que lo convertían casi en una rara avis dentro del panorama poético español para niños actual: por un lado, su condición de poemario sin más, sin un tema unitario que unificara todos los poemas como suele ocurrir con la mayoría de los libros de poemas escritos para niños, pero sin dejar por ello de tener una unidad más sutil, como los volúmenes de poesía para adultos; por otro lado, su decidida apuesta por el lirismo y su huida de los recursos propios de la lírica tradicional, que abundan en los versos escritos para niños; y, por último, la ausencia del uso de recursos propios de la narración, tan frecuente también en la poesía concebida para el público infantil.
La boda alada, nueva entrega poética infantil de María Rosa Serdio (después de haber sacado una preciosa recopilación de haikus, Caudal de azar, muy recomendable), es una apuesta totalmente distinta, lo cual demuestra el interés de la autora por no repetirse y por transitar nuevos cauces. O, para ser más exactos, su conciencia de que en la poesía la forma es el mensaje, en tanto en cuanto el contenido es en muchas ocasiones lo que impone un determinado molde poético y formal y motiva la elección del tono, la métrica y los recursos. Y, en último extremo, aunque esto no queda en manos del autor, hasta de las ilustraciones.
Este libro, La boda alada, es un apuesta completamente distinta a Bolso de niebla, y por eso su autora ha decidido elegir otra voz, sacar otro registro de su bolso poético, donde está claro que hay muchas posibilidades y muchos disfraces y caretas, y ponerse al servicio de un texto, esta vez sí, narrativo, que cuenta segmentada el poemas los preparativos y la consecución de una boda que tiene lugar entre una mariposa y un grillo cartero. Aquí se opta en consecuencia por el verso en arte menor, muy ágil, que se presta de maravilla a las enumeraciones que componen algunos de los poemas, y con el que el lector se sumerge en el devenir de los preparativos de la boda, sus invitados, los regalos, etc. Con una cuidada estructura en la que la autora ha hecho todo lo posible por no caer en la reiteración (lo cual siempre es un gran peligro en los libros de estructura cerrada y con un plan preconcebido como este), el libro va desgranando estampas donde se combinan a partes iguales el humor y el lirismo, en un equilibrio sabiamente conseguido en el que no faltan hallazgos imaginativos junto a destellos líricos que recuerdan a los mejores momentos de Bolso de niebla. Sin embargo, Serdio parece haber hecho aquí une esfuerzo por contener ese caudal que sin duda domina y ponerse al servicio del mundo imaginario que ha creado, autónomo y fantástico, aunque en algunos momentos no nos habría importado oír un poco más ese otro tono, que aflora en fragmentos como “Viaja dejando / color y risa / como invitado / a sentir la vida” o “A los animales / dotados de alas, / a los que caminan / o reptan o nadan, / a cualquier humano / que goce de alma”, por poner solo dos ejemplos. 
Un mundo estilizado e idealizado como proponen los versos y los relatos de María Rosa Serdio demandaba sin duda unas ilustraciones en correspondencia con ello, como de hecho son las de María Teresa Coll SanMartín. La ilustradora plasma en sus estampas el delicado mundo imaginado por Serdio usando varios recursos que redundan en su condición de gran fábula imaginaria y festiva. Coll ha optado por una clara humanización de los animales que aparecen en el poemario, que tienen rostros semejantes a los de las personas, piernas y brazos, van vestidos con ropas propias de hombres y aparecen en su mayor parte erguidos. Pero, al mismo tiempo, la ilustradora ha sabido mantener una serie de rasgos que permiten reconocerlos y aunarlos con una idealización que los convierte claramente en personajes imaginarios de un mundo autónomos y no en meras réplicas antropomórficas de los animales correspondientes. Para ello utiliza las desproporciones de las cabezas, claramente esféricas, y en general de los ojos de cada rostro, muy abiertos y redondos, mientras que los miembros se adelgazan y los troncos se ensanchan. Coll sabe asimismo jugar sabiamente con el color, pues, aunque la mayor parte de las secuencias tienen fondos claros y alegres que armonizan con el contenido de los versos correspondientes, no duda en recorrer a colores más oscuros en momentos específicos o para destacar determinadas ilustraciones. Estas, además, revelan un gran dominio en el uso de la perspectiva y los volúmenes y proporciones (lo cual no es tan habitual como sería deseable en la ilustración infantil) y en general un perfecto acabado en línea y color que, como ya hemos dicho, cuadra a la perfección con el mundo idealizado que propone Serdio. Hay, en fin, en sus ilustraciones una estilización cercana a lo naíf bien entendido y a una estética emparentada de lejos  con el dibujo animado, aunque sin dejarse llevar del todo por ello, algo que puede conectar con el lector infantil ofreciéndole al mismo tiempo una propuesta personal y nada complaciente
     Por último, para acabar de reseñar esta Boda alada hay que destacar el cuidado que revela la edición. Se trata de un libro de tamaño mediano, con tapa dura, preciosas guardas que además son coherentes con el resto de la historia y adelantan de manera simbólica el espíritu del libro, y un exquisito cuidado en la impresión de los poemas y su ubicación respecto a las ilustraciones. Elecciones todas ellas que contribuyen a hacer de esta La boda alada un libro aún mejor, pues está claro que, en literatura infantil (y cada vez más, en la literatura en general), el formato también es el mensaje. 

lunes, 10 de julio de 2017

Hasta en la sopa: Gloria Fuertes, poeta de la EGB (y de la TVE)


Dicen que el blanco es el nuevo negro (¿o era al revés?), que la quinoa es el nuevo trigo y que el poliamor es el nuevo amor verdadero. Dicen también que quien no tiene instagram no existe, que no hace tanto frío como antes (aunque sí más calor, a la vista está) y que los alumnos que pueblan las aulas son cada vez peores.
Dicen incluso que los cuarenta son los nuevos veinte (¿o los treinta?) y que los sesenta son los nuevos cuarenta, y la verdad es que no sé muy bien qué pensar al respecto, porque tengo poco más de cuarenta años y apenas recuerdo cómo era cuando tenía veinte.
Por decir, se dicen muchas cosas, por supuesto.
Pero hay una prueba irrefutable de que los cuarenta no son los nuevos veinte (aparte de la caída en sufijo -eño y la de las carnes), un hecho indiscutible que demuestra que los veinteañeros no tienen nada que ver con los cuarentones. Y no es otra cosa que el hecho de que los veinteañeros no tienen que soportar una de las plagas más odiosas y pegajosas que han traído consigo la omnipresencia de Facebook y WhatsApp: los grupos de antiguos compañeros de colegio y los encuentros en carne y hueso derivados de ellos. Sí, parece que con la cuarentena la semilla de la nostalgia escolar empieza a germinar en algún rincón del alma de todos los antiguos compañeros de pupitre y estas redes no hacen sino regar dicho germen primerizo y desarrollarlo más y más, como una planta que fuera a procurarles a todos el secreto de la eterna juventud.
Si algunos de ustedes, queridos lectores, tienen entre treinta y muchos y cuarenta y algo sabrán a lo que me refiero. Hablo de lo que podríamos llamar el Síndrome “Yo fui a la EGB”, que es la enésima manifestación de la tendencia inveterada del ser humano a la nostalgia y a regocijarse en el dicho “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.
“Con la EBG vivíamos mejor” parece ser para nuestra generación lo que para las generaciones anteriores era “Contra Franco vivíamos mejor” (sic), y la verdad es que tampoco conviene criticar estos asertos con demasiado encono, como tampoco conviene en general criticar nada con demasiado encono en un momento en que criticar se ha vuelto tan fácil y gratuito (si no tienes una columna en un periódico, te abres una cuenta de twitter, y ya está). El pasado siempre está ahí a nuestro alcance para glorificarnos y glorificarlo y, como nadie puede protestar ni levantar acta sobre lo que ya ha ocurrido, admite todo tipo de maleabilidad y manipulación. Resulta de lo más comprensible que, cuando uno batalla con el día de los pagos de la hipoteca, las extraescolares de los niños, las vacaciones familiares y la agónica llegada a fin de mes, se vuelva con nostalgia la mirada hacia la EGB y sus carpetas azules, sus chándales con rayas a los lados, sus controles, sus Progresa Adecuadamente, sus libros de Santillana, su inglés tipo uantufrí y sus horas de gimnasia saltando el potro.
No, señores de la EGB, ese tiempo no era mejor, aunque sí teníamos más tiempo: mucho tiempo por delante y mucho tiempo para todo.
Pero la nostalgia es un arma cargada de futuro.
Y de beneficios.
La nostalgia siempre vende porque quien está dispuesta a comprarla tiene poder adquisitivo.
Cómo se explica si no un el éxito de una serie televisiva como Stranger Things la temporada pasada, que incluso tenía el acierto de contar en el cast con estrellas de los ochenta y noventa como Matthew Modine y Winona Ryder. Un cruce en su planteamiento oficial de lo más hábil entre Cuenta conmigo y Los Goonies (es decir, LAS películas sobre la amistad preadolescente en los ochenta) aderezado con una trama de ciencia-ficción tipo qué-malo-es-el-gobierno-de-Estados-Unidos-que-nos-oculta-información-fundamental-por-nuestro-propio-bien ante el cual es difícil no caer fascinado y subyugado (y hablo con conocimiento de causa).
Y cómo se explica si no en el fondo el éxito de ventas sin precedentes de los libros de poesía de Gloria Fuertes que se han publicado durante el presente año con un exquisito cuidado (todo sea dicho), sobre todo en el caso de El libro de Gloria Fuertes, editado por Blackie Books, una editorial que – por usar una expresión de lo más ochentosa y desfasada ya – mola mogollón, mola mazo, cosa que digo sin asomo alguno de ironía o de burla, porque de verdad publica muchos libros que están muy bien y que además están muy bien editados.
Chapeau!
Vaya por delante que me alegro especialmente del éxito de Gloria Fuertes y de que un libro de poesía se haya convertido en un superventas por primera vez en años en España. Es algo que merece la pena celebrarse en un país donde parece que lo único que importa es el fútbol y si la tableta de chocolate de CR sigue en su sitio después de marcar un gol (porque este es un país de envidiosos, dicen, y todos queremos tener la tableta y la cuenta corriente de CR). Pero tal vez también por eso que dicen de que España es un país de envidiosos, un fenómeno inesperado como este suscita por supuesto reticencias y críticas. La más sonada llegó hace unos días, cuando Javier Marías escribió en su sección semanal del suplemento de los domingos de El País un artículo en el que venía grosso modo a llamar la atención sobre – a su juicio – la “campaña orquestada” (sic) en estos días para reivindicar que Gloria Fuertes que fue una grandísima poeta. El artículo, en realidad, trataba de otra cosa, y no hacía mención a Fuertes hasta casi el final, pero de la entradilla – “Francamente, me resulta imposible suscribir que Gloria Fuertes fuese una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio” – parecía deducirse justamente lo contrario.
Las respuestas airadas e indignadas no se hicieron esperar, y a Javier María le llovieron críticas por todas partes. Pero no solo por su opinión sobre Fuertes (cosa que, al fin y al cabo, no se puede discutir, pues Marías está en su derecho de que no le guste su poesía, faltaría más), sino porque la columna se centraba sobre todo en las reivindicaciones de mujeres escritoras y artistas olvidadas que ha llevado a cabo en los últimos años el feminismo y que en muchos casos, siempre según Marías, han dado lugar a revaloraciones hiperbólicas de talentos menores que tal vez no merecen estar olvidados pero que tampoco merecen ser traídos a la primera línea del canon. Todo ello derivaba, en las líneas finales, en una breve mención a Gloria Fuertes de la que se deducía que era uno de esos talentos olvidados que ha sido desproporcionadamente reivindicada en los últimos tiempos mediante lo que él considera una “campaña orquestada” (y mi pregunta es ¿por quién? En otro momento, Marías habla con cierta ironía de “conspiración”, por cierto, para que se vea un poco por dónde van los tiros). 
Yo no estoy de acuerdo en la valoración que hace Marías de las reivindicaciones de la crítica feminista, pues no creo que su intención haya sido nunca hacer pasar por luminarias del arte talentos mediocres, ni tampoco con la relación que establece entre dicha tendencia y la reciente y tal vez excesiva reivindicación de Fuertes. Pero lo que sí me parece que pone de manifiesto Marías con su artículo es cierta saturación en la reivindicación de Gloria Fuertes que puede resultar al final hasta contraproducente.
De repente, Gloria Fuertes está hasta en la sopa.
Y cuando alguien o algo está hasta el la sopa, siempre existe el peligro de que se alcen voces como la de Javier Marías, que pone el dedo en la llaga sobre el excesivo entusiasmo en la reivindicación de la obra de Gloria Fuertes responsabilizando de ello al feminismo, cuando creo que las verdaderas causas de esta excesiva presencia de la poeta madrileña en el campo literario hay que buscarla quizás en otras causas.
Gloria Fuertes, nos guste o no nos guste y le pese a quien le pese, es la poeta de la EGB y de la TVE. Ninguna de sus compañeras de generación (y ninguno de sus compañeros de generación tampoco, por descontado) tuvo la oportunidad de convertirse en un personaje televisivo que le resultara familiar a los niños de la época y que tuviera un físico, una manera de vestir y una voz tan inequívocamente reconocible (tal vez en eso solo sea comparable a Alaska) y por eso mismo tremendamente imitable, con estilo, como corresponde a aquellas personas dotadas de personalidad y por lo tanto carne de imitación y de pastiche (que se lo digan a Martes y 13, otro fenómeno de masas de la generación de la EGB). Es indudable que su condición de personaje mediático dedicado a la poesía infantil no influyó favorablemente en la justa valoración de su poesía en general, pero también es indiscutible que gran parte de su éxito de hoy en día se explica por que muchos de los niños que la vieron en televisión en la década de 1980 son ahora adultos con poder adquisitivo y dominados por el espíritu nostálgico made in Yo fui a la EGB que no dudan en comprar los volúmenes de su poesía exquisitamente editados (objetos de deseo en sí mismos) durante ese año de su centenario. No, por supuesto, los viejos y quizás algo viejunos ya volúmenes de Susaeta editados para niños (y que nunca han dejado de reeditarse y distribuirse, dicho sea de paso), sino estas nuevas ediciones más adaptadas a los nuevos tiempos. De la misma forma que ha cambiado la fanta y los quicos de los cumpleaños infantiles por el gintónic y el sushi. No imagino yo a todos esos compradores de los libros de Gloria Fuertes haciendo lo propio con las reediciones de la poesía de Ángela Figuera o María Victoria Atencia, desde luego, pero quién sabe. Eso es mucho suponer por mi parte. Tal vez me equivoque.
En cualquier, el fenómeno Fuertes, que sin duda existe y lo estamos viviendo desde hace unos meses, no puede reducirse a una explicación que demonice el feminismo y, sobre todo, no debería entenderse sin la confluencia de fuerzas que explican siempre los fenómenos literarios dentro del campo literario y que casi siempre resultan de la unión de lo generacional, lo económico y, desde luego, lo literario, aunque este aspecto pase muchas veces a un plano más que secundario. Y de todo esto se deduce una pregunta que sobrevuela el fenómeno Fuertes: esta reivindicación de Gloria Fuertes, traducida en ventas y reediciones, ¿creará lectores de poesía que tengan ganas de asomarse a los versos de otros y otras poetas de nuestra posguerra o, sencillamente, a otros y otras poetas de cualquier época y cualquier país? ¿Leerán los lectores de Gloria Fuertes más poesía o no irán más allá?
Tal vez esta Gloria Fuertes que ahora mismo está por todas partes acabe como las Ketchup, que ayer mismo decían en una entrevista en El Mundo que seguían cantando y actuando por el mundo, aunque nadie las recuerde y ni en las bodas o fiestas más chuscas se baile ya el Aserejé (ni siquiera como un ejercicio irónico un poco hipster). O tal vez no. Nunca se sabe. El tiempo, como siempre, nos lo dirá.


Convocado el X Premio Internacional de Poesía para niños y niñas "Ciudad de Orihuela"



La concejalía de Educación del Ayuntamiento de Orihuela, en colaboración con Kalandraka Editora, convoca el X Premio Internacional de Poesía para niños y niñas «Ciudad de Orihuela» de acuerdo a las siguientes bases:

1. Podrá optar al X Premio Internacional de Poesía para niños y niñas «Ciudad de Orihuela» cualquier persona mayor de edad con un libro inédito, en castellano, no premiado anteriormente  en ningún otro certamen, y dedicado a poesía infantil. Quedan excluidos los ganadores de las anteriores ediciones y el personal de Kalandraka.

2. Las obras se presentarán por quintuplicado, mecanografiadas a doble espacio, y escritas por una sola cara, con letra tipo Arial o Times New Roman, tamaño 12. Tendrán un mínimo de 300 versos y un máximo de 500.

3. En las obras presentadas no podrá aparecer en ningún caso el nombre del autor o autora; en su lugar deberá figurar un lema o seudónimo. Los datos personales de los participantes se adjuntarán en un sobre cerrado, en cuyo exterior se anotará el título de la obra y el lema o seudónimo; en su interior constarán el nombre completo, dirección, teléfono de contacto, correo electrónico y se incluirá el número del DNI o pasaporte, así como una breve reseña biográfica. Además de esta documentación, se adjuntará el Anexo I con los apartados A y B debidamente cumplimentados y firmados. El Anexo I se puede descargar desde este enlace:

http://www.orihuela.es/wp-content/uploads/2017/06/anexo1.pdf

4. Las obras que se presenten se entregarán o enviarán al Registro General del Excelentísimo Ayuntamiento de Orihuela, calle de López Pozas, s/n, 03300, Orihuela; en un sobre grande, en el que se indicará únicamente su título o lema y optativamente, pseudónimo del autor/a y en el que se hará constar «Para el Premio Internacional de Poesía para Niños y Niñas Ciudad de Orihuela 2017». En el sobre se incluirán las 5 copias, cada una de la cuales incluirá portada con el título o lema de la obra y, en su caso, pseudónimo del autor.

5. El plazo de presentación de originales se inicia con la publicación de estas bases, el 20 de junio de 2017, y finaliza el 19 de septiembre de 2017, a las 12:00 horas. El fallo del jurado se hará público el 30 de octubre de 2017, día del aniversario del nacimiento de Miguel Hernández.

6. El jurado del premio estará compuesto por personas de reconocido prestigio en el área de la literatura infantil. Actuará de secretario o secretaria una persona que designen las entidades organizadoras. El premio podrá declararse desierto y el fallo del jurado será inapelable.

7. Se establece un único premio, dotado de 5000 euros, sujeto a las retenciones fiscales que correspondan, en concepto de adelanto por los derechos de autoría. La obra premiada será publicada por la editorial Kalandraka en torno al 21 de marzo de 2018, Día de la Poesía y, a tal efecto, se firmarán los correspondientes contratos de edición. Asimismo, la editora tendrá prioridad en la publicación de aquellos originales que hayan recibido mención especial del jurado. Este derecho tendrá vigencia durante un año, pasado el cual, los autores podrán disponer libremente de sus obras.

8. Los textos que no sean premiados no se devolverán a sus autores y se destruirán una vez comunicado el fallo del jurado.

9. Si en estas bases quedase alguna cuestión sin precisar, le corresponderá al jurado establecerla y, si no fuera así, a los organizadores del certamen. La participación en este premio implica el conocimiento y la aceptación íntegra de las presentes bases. Estos puntos son un extracto de las bases completas, que se pueden consultar en el enlace:

http://www.orihuela.es/wp-content/uploads/2017/06/conv_ppico2017.pdf

miércoles, 26 de abril de 2017

II Seminario Internacional de Investigadores: el objeto libro en el universo infantil




9.30 Inauguración y bienvenida. Vicerrector del Campus de Huesca. Decana de la Facultad 
9.45 José Luis Jiménez Cerezo (Universidad de Zaragoza) Para empezar... Bruno Munari 
10.00 Ana Margarida Ramos (Universidad de Aveiro) Desdobrar leituras: uma panorâmica da edição de livros-acordeão em Portugal 
10.20 Isabel Mociño (Universidad de Vigo) Poesía en movimiento: construyendo signicados a través de los sentidos 
11.00 Claudia Sousa Pereira (Universidad de Évora CIDEHUS UID/HIS/00057/2013 (POCI-01-0145-FEDER-007702) Livro-objeto e instagram, um par improvável: sobre os processos de auto-aprendizagem e a promoção da literacia estética 
11.20 Ana G. Lartitegui Presentación de la revista Fuera [de] Margen 
12.00 Descanso 
12.15 Juan Senís (Universidad de Zaragoza. ELLIJ) Versos en rojo y negro. Garra de Guerra como libro objeto 
12.40 Sara Reis da Silva (Universidad do Minho) Da leitura ao faz-de-conta: aproximações ao livro-máscara 
13.00 Marta Sanjuán (Universidad de Zaragoza. ELLIJ) Los libros abecedario como libros objeto: formas y funciones 
13.20 Virginia Calvo (Universidad de Zaragoza. ELLIJ) El libro objeto como apoyo en los procesos de acogida y aprendizaje del español 
13.40 Lourdes Sánchez Vera (Universidad de Cádiz) Los paratextos en la comprensión lectora. El caso de Gerónimo Stilton 
14.00 Rosa Tabernero (Universidad de Zaragoza. ELLIJ) Descubriendo lo oculto: el espacio del lector en los libros de solapas 
14.20 Presentación de la publicación correspondiente al Primer Seminario celebrado en Aveiro en 2016 
14.45 Comida 
17.30 Reunión a puerta cerrada de los grupos de investigación participantes en el Seminario (Sala de Juntas de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación) 
19.30 Visita a la ciudad 



miércoles, 8 de marzo de 2017

Gloria Fuertes, poeta para niños (a propósito de Poemas de la Oca Loca)


Cuando alguien me pregunta a qué me dedico y yo respondo que doy clases de literatura infantil en la universidad, normalmente el interlocutor reacciona con cierta perplejidad y un poco de embarazo. Casi todos dicen “Ay, qué bonito”, con un tono cursi y algo acaramelado que se parece mucho al que usarían para hablarles a sus hijos, sobrinos o nietos, como si el hecho de dedicarme a enseñar y a investigar (y a escribir, pero eso no sale a colación en ese momento) literatura para los llamados “más pequeños” te convirtiera directamente en uno de ellos y ya no pudieran hablarte de tú a tú, como a un adulto. Algunos, los menos, se interesan sinceramente por la literatura infantil y llegan a hacerme preguntas inteligentes sobre sus límites, sus problemas y su relación con la didáctica y la moralina fácil. Y otros muchos intentan rebuscar en su mente para encontrar algo interesante que decir y lo único que consiguen encontrar buceando en el baúl de sus recuerdos infantiles (que con los nuevos tiempos ha mutado y se ha convertido más bien en una televisión con dos canales) es algo parecido a lo siguiente: “Ah, pero en literatura infantil, ¿qué hay? Gloria Fuertes y poco más, ¿no? Ay, a mí me encantaba de pequeña, de verdad”.
La respuesta es sintomática del estado de desconocimiento y reconocimiento (o des-reconocimiento) de la LIJ en el Estado español, por un lado, y, por otro, de un hecho que resulta insoslayable: que Gloria Fuertes es lo más parecido a un mito literario infantil que tenemos en España. Un mito moderno, como bien sabemos desde que Roland Barthes lo radiografió en sus Mitologías, se caracteriza por ser un metalenguaje que se construye sobre un elemento real para hipertrofiarlo y proyectar en el imaginario colectivo un solo aspecto del mismo que eclipsa todos los demás. Gloria Fuertes, siguiendo este argumento, sería un mito en el doble sentido del término: en primer lugar, porque ella misma eclipsa toda la tradición literaria infantil hispánica; y, en segundo lugar, porque su faceta de autora infantil ha eclipsado para el gran público su poesía para adultos, de una calidad y una originalidad sin parangón. Gloria Fuertes podría haberse convertido en esa un tanto odiosa y sexista figura arquetípica que es la gran dama de las letras españolas (¿acaso existe el Gran Caballero de las Letras?) si no fuera porque quizás eso es más difícil para una poeta que para una novelista y porque su faceta de autora infantil eclipsó el resto de su obra. Nadie toma en serio la literatura infantil, y así nos va.
En 2017 se cumplen cien años de su nacimiento y, afortunadamente, esta efeméride no ha pasado desapercibida. Son varios las publicaciones que han llegado a las librerías y los artículos en suplementos y revistas culturales dedicados a esta autora. El punto culminante hasta ahora quizás haya llegado el pasado sábado 25 de febrero, cuando el suplemento cultural de El País, Babelia, le dedicó la portada y la doble página de inicio, algo que solo sucede ante lo que se considera un acontecimiento cultural. Con esto, Gloria Fuertes ha quedado definitivamente canonizada en el campo literario español.
Sin embargo, resulta interesante comprobar que la mayoría de artículos publicados a raíz de esta efeméride tiene un punto de partida muy similar: casi todos ellos hablan de la necesidad de rescatar a Gloria Fuertes del ámbito infantil y de reivindicar su desconocida y ensombrecida faceta de poesía para adultos. Nada que objetar. Yo mismo soy un gran admirador de la poesía para adultos – llamémosla así, por abreviar –  de Gloria Fuertes, pero creo que el desconocimiento y poca valoración de la misma tal vez no se deba tan solo a la popularidad de sus obras para niños y a la sombra de su faceta televisiva, sino también a la extendida tendencia a minusvalorar la poesía escrita por mujeres y a no ponerla nunca a la misma altura de la escrita por los hombres. Pasa con Fuertes, pero ha pasado también con María Victoria Atencia, por ejemplo, y otras. Problemas de discriminación literaria aparte (el canon puede ser muy duro, desde luego, y no solo para las mujeres) lo que me llama la atención de este deseo de rehabilitación de la Gloria Fuertes para adultos es que esconde, bajo su bienintencionada finalidad, siempre la misma retórica, la misma actitud: la del rescate, la de la poesía infantil como un territorio concebido como un lugar desde el que hay que rescatar su obra y su figura, un territorio en el que quizás permanecía injustamente prisionera. Y me parece un punto de partida en cierto modo erróneo.  
El léxico del artículo de Elsa Fernández-Santos en Babelia no deja lugar a dudas sobre esta contraposición. En la portada del suplemento, leemos lo siguiente: “Gloria Fuertes, por fin libre. Fue la famosa escritora para niños que salía en la tele, pero también la autora de una poesía desgarrada. En su centenario, varios libros y exposiciones la devuelven a la literatura adulta” (las cursivas son mías, por supuesto). Pasando de página, el titular del artículo es “Una poesía mayor de edad”, lo cual supone toda una declaración de intenciones. En el cuerpo del artículo menudean las afirmaciones coherentes con estos titulares, de modo que no es difícil llegar a la conclusión de que Gloria Fuertes tiene que ser rescatada de la poesía infantil, que la degrada, mediante la reivindicación de su poesía para adultos (que no adulta, como dice el titular de la portada: no es lo mismo). Solo la voz de Paloma Porpetta emerge solitaria en la reivindicación de su faceta infantil también cuando dice que “es importante no descuidar su obra infantil, porque le dio una vuelta absoluta a la literatura para niños en España, la hizo coloquial sin cursiladas y logró que miles de niños se acercaran de su mano a la poesía”. El poeta Luis Muñoz, por ejemplo, alude a su faceta televisiva, pero se centra en su aspecto de clown, en su manera de vestir y de hablar, sin entrar en el que para mí es sin duda el meollo de la cuestión: cuál es su verdadera aportación a la poesía para niños en España y a la literatura infantil, porque no hay que olvidar que no solo escribió versos para niños, sino también teatro y una narración tan deliciosamente subversiva como Cangura para todo (Premio Andersen, por cierto), que surgió como encargo      – cómo no – por parte de Esther Tusquets. El artículo de Elsa Fernández-Santos, en esta línea, solo destaca como libros publicados a raíz de su centenario tres volúmenes para adultos de Blackie Books, Nórdica y Reservoir Books, y olvida sin embargo la que quizás ha sido la primera publicación del centenario, aunque sea solo para niños: Poemas de la Oca Loca. Pero ya digo que no es sorprendente. El artículo, como la mayor parte de los testimonios que incluye, parte de la oposición radical entre la poesía para niños y la poesía para adultos de Fuertes, entre su figura televisiva y popular y la autora de culto valorada por sus colegas. Yo creo que es un error incidir en dicha oposición, porque no beneficia ni a una faceta ni a otra, como lo es pensar que su poesía no ha sido justamente reivindicada por su fama como autora infantil.
Ante artículos así creo que no queda más remedio que intentar poner un poco de orden en el terreno que uno mejor conoce, la poesía infantil, y reivindicar ante todo a Gloria Fuertes también como una gran autora de poesía para niños, con o sin proyección mediática, con o sin presencia en el imaginario, y por lo tanto destacar por encima de todo la aparición en Kalandraka de sus Poemas de la Oca Loca a principios de año como una manera perfecta de calibrar su valor como poeta para niños, como cultivadora de poesía infantil.
Una vez más, en la valoración de Gloria Fuertes como poeta para niños, nos topamos con el problema de la deformación y la mitificación. El problema de Gloria Fuertes es que ha creado una falsa escuela poética en España y una legión de falsos imitadores que se han quedado en la superficie de su poesía y han cogido solamente lo peor o lo más imitable. Porque la poesía infantil de Fuertes produce la falsa primera impresión de ser fácilmente imitable, fácilmente copiable, porque parece tremendamente fácil. Cogemos un par de animalitos, hacemos un par de versitos con ellos, y ya está. Total, los niños no merecen mucho más. Con cualquier cosa se arreglan.
Si uno se esfuerza por leer las obras para niños de Gloria Fuertes se dará cuenta de que sus versos son todo menos eso. Como todos los grandes autores para niños, Gloria Fuertes le habla de tú a tú al público infantil y no lo trata con ningún tipo de condescendencia. Aplica incluso a los niños los mismos recursos y las mismas herramientas que usa en su poesía para los adultos, entre las cuales destacan dos sobre todo: el humor y la tendencia a crear imágenes que surgen de elementos cotidianos y que quedan transfiguradas por medio del absurdo. Por supuesto que sus poemas para niños riman y que hay incluso cierta tendencia al ripio que puede hacernos sonreír, pero si uno lee con calma su poesía se dará cuenta de que lo más importante es ese trabajo constante con el lenguaje y la imaginación – ¿no es eso al fin y al cabo la poesía, la imaginación trasfigurada que se expresa con el lenguaje? – y que la inventiva verbal es absolutamente apabullante, incluso en poemas como los incluidos en Poemas de la Oca Loca, que fueron creados para un espacio televisivo, cuando en la televisión se hacían cosas como estas, en el siglo pasado.
Poemas de la Oca Loca no reniega de la Fuertes poeta para niños ni de la Fuertes figura televisiva, porque la base del libro está en ambas. No todo lo que hizo Fuertes en la televisión sirvió para rebajarla o dejarla de lado.  
Estos Poemas de la Oca Loca son una serie de dictados poéticos cuyo título comienza la mayoría de la misma manera (Cómo se dibuja) para a continuación incluir una gran variedad de elementos de la vida cotidiana o no, porque se dan instrucciones para dibujar un señor, una señora, un niño, un coche, una tormenta, pero también un cocodrilo, un esquimal, una bruja o un canguro. Solo hay tres excepciones al respecto: el primer poema, La Oca Loca, y los dos últimos, La sardina Florentina y La niña y la caracola. En la edición que ahora presenta Kalandraka se recuperan las ilustraciones que a finales de la década de 1970 realizó el ilustrador Miguel Ángel Pacheco para el programa Para los pequeños. Según explica él mismo en la adenda final, el programa estuvo constituido por “alrededor de noventa miniespacios poéticos de dos minutos como máximo, basados en sus textos, que recitaba Matilde Vilariño, y en donde mi mano, enguantada en blanco, realizaba con un rotulador negro (…) los dibujos que aquí veis coloreados y entramados”. Ha sido todo un acierto que la editorial haya decidido reeditar estos poemas con los dibujos que Pacheco realizó para dicho programa, porque de esta manera su carácter de dictados poéticos en los que se enseña cómo dibujar tiene su justa correspondencia en estas ilustraciones que, pese a estar coloreadas y entramadas como dice su autor, conservan el aire fresco de dibujo a mano alzada en directo, amén de que transmiten un dominio técnico y una expresividad y una gracia que son patrimonio exclusivo de los buenos dibujantes, de los que dominan el lenguaje de la línea. Y ha sido también todo un acierto que la editorial haya editado los poemas en formato de gran álbum, con tapa dura y a todo color.
Por todo ello, hay que saludar la reedición de Poemas de la Oca Loca como un acontecimiento literario que puede contribuir sin duda alguna rehabilitar la figura de Gloria Fuertes como poeta para niños, algo que al parecer muy pocos se han encargado de hacer y que es totalmente necesario, sobre todo para que nadie más piense que sus versos para niños no son más que escombreras poéticas llenas de ripios donde volcó todo lo que no le servía para su poesía seria y de verdad (las cursivas, por supuesto, son de nuevo mías). Gloria Fuertes, como todo los grandes, sabía que escribir para los pequeños es algo muy serio. Valorémoslo, pues, con tanta seriedad como merece.

Fuertes, Gloria, Poemas de la Oca Loca, Pontevedra, Kalandraka, 2016

(ilustraciones de Miguel Ángel Pacheco)