domingo, 11 de diciembre de 2016

El clásico de la semana es...

 
   La editorial Kalandraka sigue esforzándose por hacer llegar a nuestras librería, en las cuatro lenguas oficiales al mismo tiempo, clásicos extranjeros de la literatura infantil que estaban sin traducir o cuyas traducciones se habían vuelto difíciles de encontrar. Ahora le ha llegado el turno a Míster Magnolia, un relato rimado del gran ilustrador pero también estimable escritor Quentin Blake que fue publicado en inglés en 1980 y recibió entonces importantes distinciones. 
   Como ya he comentado muchas otras veces en este blog, traducir una obra de poesía infantil encierra siempre no pocas dificultades, pues en los versos escritos para niños suelen abundar recursos fónicos y juegos de palabras que muchas veces encuentran una difícil correlación en otra lengua. De ahí que el traductor se vea obligado a ser infiel al texto para ser fiel al verso; es decir, que casi siempre deba introducir cambios en el contenido para que el ritmo del poema y su carácter poético no se pierdan en la traducción. Además, si la obra es ilustrada y se publica con las ilustraciones originales la tarea se vuelve más difícil todavía, porque el traductor no puede tomarse demasiadas licencias para no contradecir las imágenes que ya le vienen dadas.
   Afortunadamente, la editorial Kalandraka ha elegido para verter al castellano este libro a todo un veterano en estas lides como es Miguel Azaola, cuya labor como traductor ya comentamos a propósito del excelente trabajo que llevó a cabo con las Retahílas de cielo y tierra, de Gianni Rodari. Bien es cierto que en este último caso la dificultad era menor debido al parecido entre el italiano y el castellano, que facilita un poco la tarea, pero en esta ocasión Azaola sale nuevamente airoso al intentar ante todo crear un texto rítmico en una lengua de prosodia tan diferente del inglés como la nuestra. Desde luego, este Míster Magnolia español pasa la que quizás es la prueba de fuego de toda obra traducida: no tener en ningún momento la sensación de que se trata de una obra traducida.
    Tal y como sucedía en la obra que tradujo de Rodari, Azaola se toma ciertas licencias que surgen en principio de las necesidades de la rima, pero que al mismo tiempo suponen una labor de acercamiento cultural del texto al imaginario de los nuevos lectores. En este caso, el texto se ve marcado por la rima que impone el primer verso ("A Míster Magnolia le falta una bota"), lo cual hace que, en la tercera secuencia, nos encontremos con "Tiene 3 batracios / que bailan la jota". Que nadie busque la mención a tan español baile en la versión original (se puede ver aquí), porque no la hay. Pero da igual. El caso es que la ilustración muestra dos ranas bailando sobre un nenúfar en medio de un estanque y el traductor, con un sentido de la oportunidad impecable y un ingenio un tanto nonsense que encaja a la perfección con el espíritu de Blake, hace rimar bota con jota y sale más que airoso del trance. En la secuencia siguiente ("y 4 cotorras / a cual más idiota"), el adjetivo con que califica a los animales, ausente en el original, aumenta de nuevo el tono humorístico del texto en general. Y, más adelante, Azaola aprovecha la propia ilustración para construir la traducción, en un claro ejemplo de adaptación a las necesidades del texto. La imagen de la décima secuencia nos muestra a Míster Magnolia con un dinosaurio morado que tiene a sus pies diez postres, a los que no se hace ninguna mención en el original. Azaola opta por incluirlos en el texto para rematar la serie y llegar hasta el diez ("y un postre en 10 platos / para su mascota") y añadir otra gota de humor absurdo al hacer del dinosaurio la mascota del protagonista. Y, al final, Míster Magnolia "ya puede dormirse / como una marmota", por supuesto.
     Son estos los ejemplos más significativos de las soluciones a las que llega Azaola para hacer que Míster Magnolia suene natural en nuestra lengua y no pierda un ápice de su carácter absurdo pero también festivo, tan frecuente en las ilustraciones y los textos de Quentin Blake. Aquí, desde luego, queda de manifiesto una vez la importancia de las estructuras bien medidas, el ritmo y el sinsentido cuando se escribe para niños, todo lo cual no es un obstáculo para la imaginación sino lo contrario, porque ofrecer a los primeros lectores una estructura cerrada, casi musical, al servicio de una imaginación rebelde y libre, en la que se pueden encontrar las cosas más absurdas (como un dinosaurio de mascota o unas ranas que - en la edición en castellano, al menos - bailan la jota), es una excelente receta para ofrecer una educación literaria de calidad, que enseñe a mirar, a imaginar, a leer y, en definitiva, a pensar de manera autónoma.

Blake, Quentin, Míster Magnolia, Pontevedra, Kalandraka, 2016 (traducción de Miguel Azaola)

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