lunes, 15 de septiembre de 2014

Comienzo del curso, del campo al mar

La casualidad ha querido que en este comienzo del curso escolar y literario 2014-15 se hayan juntado en nuestra mesa de novedades dos libros de poemas para niños de la misma autora, María Jesús Jabato, el primero de cuales, Campo Lilaila, fue galardonado el otoño pasado con el XI Premio de Poesía Infantil Luna de Aire, mientras que el otro, A mares, quedó finalista del Premio Orihuela en 2012, un galardón que la autora ganaría un año después por Gorigori.
Que un autor se haga con varios premios literarios no es un fenómeno raro en la literatura para adultos, donde los escritores, al fin y al cabo profesionales que viven (cuando no malviven) de su pluma y han de buscar fuentes de financiación rápidas y contundentes para ir pagando las facturas con cierto desahogo, suelen acabar juntando en sus estanterías el Nadal, el Primavera o el Planeta (y algunos de sus satélites de provincias), aunque con cierta separación en el tiempo, eso sí, para no levantar sospechas de amaños. Sin embargo, en la poesía infantil nadie se va a lucrar con los escasos emolumentos de los premios, y por eso mismo no se puede acusar a los jurados de estar comprados de antemano. Ahora bien, esta coincidencia en el tiempo de premios a una misma escritora y por parte de jurados completamente distintos debe hacernos cuando menos reflexionar sobre la estética y el gusto dominantes en la poesía española para niños. Es decir, el hecho de que dos jurados distintos, sin conexión alguna entre sí ni ningún miembro en común, decidan con muy pocos meses de diferencia premiar dos libros de la misma autora, amén de reconocer como finalista a otro de ellos poco antes, nos está diciendo algo sobre el gusto actual en torno a la poesía infantil española, de la estética dominante y  del canon del día. ¿Se puede decir que la poesía infantil que escribe María José Jabato es más o menos la quintaesencia de lo que los agentes sancionadores del gusto literario consideran canónicamente como buena poesía infantil española de hoy?
 Con esta idea en mente, analizaremos estos dos libros recién publicados, Campo Lilaila y A mares, para comprobar si entre ellos existen concomitancias que nos hagan componer un retrato aproximado de lo que dichos agentes del gusto consideran buena poesía para niños hoy en día. Y, claro está, no resulta muy difícil adelantar que entre ambos libros hay puntos en común, ya que se deben a la misma autora, y que también cumplen con muchos de los rasgos que Felipe Munita señaló en un reciente artículo – reseñado también en este blog hace unos meses –  como propios de la poesía infantil en español.
El aspecto que más llama la atención a este respecto, por ser el más evidente, es, por supuesto, el tema. Ambos poemarios se centran en naturaleza y prestan especial atención a un motivo muy frecuente en la poesía infantil, los animales. En los dos libros el poemario se centra en la descripción de un entorno natural, terrestre en un caso, marino en otro, y en explorar ese lugar, que funciona como marco unificador de los poemas. Es este un recurso muy usado en los libros de poesía para niños, los cuales, más que una sucesión de poemas de temas diversos, suelen estar unificados por un hilo conductor, narrativo muchas veces, aunque en esta ocasión sea más descriptivo. En cuanto al tono, la manera en que el autor y la voz poética que crea se aproxima al mismo, en ambos poemarios puede decirse que se da cierta variedad, aunque predomina más el lúdico y el humorístico, que se alterna con momentos de mayor lirismo. En general, se trata de un poemario descriptivo sobre todo, que no crea una trama o hilo conductor narrativo entre los poemas, aunque sí haya algunas composiciones que encierran una historia.
Pero, más allá del tono y de los temas, lo que unifica estos dos poemarios son los aspectos formales, en los que se da una curiosa confluencia que podría definir muy bien el estilo de María Jesús Jabato: un predominio de los recursos de la poesía popular pero actualizado con un uso más moderno de la metáfora y la comparación. Así, en lo que atañe a la métrica, encontramos que se usa arte menor en su gran mayoría, como suele ser habitual en la poesía para niños, con rima asonante en los pares, así como muchos recursos propios de la poesía popular, como paralelismos, figuras de repetición o ciertos vocativos muy presentes en la lírica tradicional. Incluso en muchos poemas se sigue un molde propio de composiciones populares. Sin embargo, ese absoluto predominio de la poesía popular –que, sinceramente, creemos que debe empezar a ser renovada en los poemarios premiados y publicados, si aspiramos a que la formación literaria de los niños lectores sea lo más completa y variada posible – se ve compensada por fortuna por un uso del lenguaje que no deja de lado las metáforas y las comparaciones, claras pero no obvias, y que casi siempre tienen el poder iluminador de hacernos ver la realidad con otros ojos, que es la función esencial de la poesía. Ahí donde la poesía popular se revela como un instrumento de educación poética incompleto, porque en general se basa en la repetición de una serie de recursos del mismo tipo, María Jesús Jabato da un paso adelante, pues parece haber decidido (o, al menos, el resultado parece revelar cierta reflexión previa) que no tiene mucho sentido hoy en día reproducir sin más los recursos de la poesía popular, y sí adaptarlos a la mirada de un niño, a su capacidad de transformar la realidad con su propio punto de vista. En este sentido modernizador (por así decirlo), la autora hace también un uso acertado de la intertextualidad y el culturalismo, no solo por la base de poesía popular de la que parten muchos de sus poemas, sino también por las referencias a poetas contemporáneos, sobre todo en A mares.
Ahora bien, pese a todas sus concomitancias, A mares y Campo de Lilaila parecen también dos libros distintos porque sus ilustraciones son también muy distintas, lo cual deja claro una vez más cómo las imágenes no son un mero ornato, ya que pueden cambiar la impresión general que obtenemos de la lectura de un libro. Porque, siendo ambos libros muy similares en cuanto a temas y tonos, la impresión que se lleva el lector después de cerrarlos no es en absoluto parecida. Mientras que el lector abandona A mares con la impresión de haberse sumergido en un poemario más lírico y elusivo, de Campo de Lilaila se queda con la impresión de haberse asomado a un mundo más lúdico y juguetón. Sin embargo, si se comparan los poemas o si nos centramos en el texto en sí, vemos que no es así, ni en un caso ni en otro, y que en ambos lo lúdico y lo lírico se suceden en una alternancia equilibrada. Dicha impresión se debe sin duda a las ilustraciones. Las que Rocío Martínez ha realizado para A mares son difuminadas, de perfiles más difusos, como si la ilustradora hubiera querido realmente reproducir cómo nuestra mirar se emborrona debajo del agua. Las de Érica Salcedo en Campo de Lilaila tienen perfiles mucho más definidas, y se muestran, en el uso de formas, colores y líneas, más cercanas al lenguaje del cómic, lo cual otorga un continuo aire humorístico al poemario que acaba resaltando esta faceta más que el lirismo que también contiene el libro. En suma, unas son como el y otras como la tierra. 
Así, pues, es evidente que estos dos libros arrojan una visión bastante clara de lo que los sancionadores del gusto y creadores de canon y tendencias literarias consideran buena o adecuada poesía para niños hoy en día: una poesía en arte menor, con temas de la naturaleza, un hilo conductor evidente aunque no demasiado impositivo, y un uso acusado de recursos propios de la poesía popular en general pero actualizado mediante la utilización de metáforas, comparaciones y hasta imágenes visionarios que revelan una asimilación de algunos de los rasgos más destacados de la poesía contemporánea. Un balance muy similar, por cierto, al que Felipe Munita, en el artículo ya citado, describía tras analizar los libros ganadores de los premios Orihuela y FCE. No parece, pues, demasiado descabellado afirmar que existe una estética dominante en la poesía infantil española de hoy, y que María Jesús Jabato, con sus últimos y premiados libros, es una de sus más destacadas representantes. 

Jabato, María Jesús, Campo de Lilaila, Cuenca, UCLM, 2014 (ilustraciones de Erica Salcedo). 

Jabato, María Jesús, A Mares, Pontevedra, Kalandraka, 2014 (ilustraciones de Rocío Martínez). 

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