La casualidad ha querido
que en este comienzo del curso escolar y literario 2014-15 se hayan juntado en
nuestra mesa de novedades dos libros de poemas para niños de la misma autora,
María Jesús Jabato, el primero de cuales, Campo
Lilaila, fue galardonado el otoño pasado con el XI Premio de Poesía
Infantil Luna de Aire, mientras que el otro, A mares, quedó finalista del Premio Orihuela en 2012, un galardón
que la autora ganaría un año después por Gorigori.
Que un autor se haga con
varios premios literarios no es un fenómeno raro en la literatura para adultos,
donde los escritores, al fin y al cabo profesionales que viven (cuando no
malviven) de su pluma y han de buscar fuentes de financiación rápidas y contundentes
para ir pagando las facturas con cierto desahogo, suelen acabar juntando en sus
estanterías el Nadal, el Primavera o el Planeta (y algunos de sus satélites de
provincias), aunque con cierta separación en el tiempo, eso sí, para no
levantar sospechas de amaños. Sin embargo, en la poesía infantil nadie se va a
lucrar con los escasos emolumentos de los premios, y por eso mismo no se puede
acusar a los jurados de estar comprados de antemano. Ahora bien, esta
coincidencia en el tiempo de premios a una misma escritora y por parte de
jurados completamente distintos debe hacernos cuando menos reflexionar sobre la
estética y el gusto dominantes en la poesía española para niños. Es decir, el
hecho de que dos jurados distintos, sin conexión alguna entre sí ni ningún
miembro en común, decidan con muy pocos meses de diferencia premiar dos libros
de la misma autora, amén de reconocer como finalista a otro de ellos poco
antes, nos está diciendo algo sobre el gusto actual en torno a la poesía
infantil española, de la estética dominante y
del canon del día. ¿Se puede decir que la poesía infantil que escribe
María José Jabato es más o menos la quintaesencia de lo que los agentes
sancionadores del gusto literario consideran canónicamente como buena poesía infantil española de hoy?
Con esta idea en mente, analizaremos estos dos
libros recién publicados, Campo Lilaila y
A mares, para comprobar si entre
ellos existen concomitancias que nos hagan componer un retrato aproximado de lo
que dichos agentes del gusto consideran buena
poesía para niños hoy en día. Y, claro está, no resulta muy difícil adelantar
que entre ambos libros hay puntos en común, ya que se deben a la misma autora,
y que también cumplen con muchos de los rasgos que Felipe Munita señaló en un reciente artículo – reseñado también en este blog hace unos meses – como propios de la poesía infantil en
español.
El aspecto que más llama
la atención a este respecto, por ser el más evidente, es, por supuesto, el
tema. Ambos poemarios se centran en naturaleza y prestan especial atención a un
motivo muy frecuente en la poesía infantil, los animales. En los dos libros el
poemario se centra en la descripción de un entorno natural, terrestre en un
caso, marino en otro, y en explorar ese lugar, que funciona como marco
unificador de los poemas. Es este un recurso muy usado en los libros de poesía
para niños, los cuales, más que una sucesión de poemas de temas diversos,
suelen estar unificados por un hilo conductor, narrativo muchas veces, aunque
en esta ocasión sea más descriptivo. En cuanto al tono, la manera en que el
autor y la voz poética que crea se aproxima al mismo, en ambos poemarios puede
decirse que se da cierta variedad, aunque predomina más el lúdico y el
humorístico, que se alterna con momentos de mayor lirismo. En general, se trata
de un poemario descriptivo sobre todo, que no crea una trama o hilo conductor
narrativo entre los poemas, aunque sí haya algunas composiciones que encierran
una historia.
Pero, más allá del tono y
de los temas, lo que unifica estos dos poemarios son los aspectos formales, en
los que se da una curiosa confluencia que podría definir muy bien el estilo de
María Jesús Jabato: un predominio de los recursos de la poesía popular pero
actualizado con un uso más moderno de la metáfora y la comparación. Así, en lo
que atañe a la métrica, encontramos que se usa arte menor en su gran mayoría,
como suele ser habitual en la poesía para niños, con rima asonante en los
pares, así como muchos recursos propios de la poesía popular, como
paralelismos, figuras de repetición o ciertos vocativos muy presentes en la
lírica tradicional. Incluso en muchos poemas se sigue un molde propio de
composiciones populares. Sin embargo, ese absoluto predominio de la poesía
popular –que, sinceramente, creemos que debe empezar a ser renovada en los
poemarios premiados y publicados, si aspiramos a que la formación literaria de
los niños lectores sea lo más completa y variada posible – se ve compensada por
fortuna por un uso del lenguaje que no deja de lado las metáforas y las
comparaciones, claras pero no obvias, y que casi siempre tienen el poder
iluminador de hacernos ver la realidad con otros ojos, que es la función
esencial de la poesía. Ahí donde la poesía popular se revela como un
instrumento de educación poética incompleto, porque en general se basa en la
repetición de una serie de recursos del mismo tipo, María Jesús Jabato da un
paso adelante, pues parece haber decidido (o, al menos, el resultado parece
revelar cierta reflexión previa) que no tiene mucho sentido hoy en día
reproducir sin más los recursos de la poesía popular, y sí adaptarlos a la
mirada de un niño, a su capacidad de transformar la realidad con su propio
punto de vista. En este sentido modernizador (por así decirlo), la autora hace
también un uso acertado de la intertextualidad y el culturalismo, no solo por
la base de poesía popular de la que parten muchos de sus poemas, sino también
por las referencias a poetas contemporáneos, sobre todo en A mares.
Ahora bien, pese a todas
sus concomitancias, A mares y Campo de Lilaila parecen también dos
libros distintos porque sus ilustraciones son también muy distintas, lo cual
deja claro una vez más cómo las imágenes no son un mero ornato, ya
que pueden cambiar la impresión general que obtenemos de la lectura de un
libro. Porque, siendo ambos libros muy similares en cuanto a temas y tonos, la
impresión que se lleva el lector después de cerrarlos no es en absoluto
parecida. Mientras que el lector abandona A
mares con la impresión de haberse sumergido en un poemario más lírico y
elusivo, de Campo de Lilaila se queda
con la impresión de haberse asomado a un mundo más lúdico y juguetón. Sin
embargo, si se comparan los poemas o si nos centramos en el texto en sí, vemos
que no es así, ni en un caso ni en otro, y que en ambos lo lúdico y lo lírico
se suceden en una alternancia equilibrada. Dicha impresión se debe sin duda a
las ilustraciones. Las que Rocío Martínez ha realizado para A mares son difuminadas, de perfiles más
difusos, como si la ilustradora hubiera querido realmente reproducir cómo
nuestra mirar se emborrona debajo del agua. Las de Érica Salcedo en Campo de Lilaila tienen perfiles mucho
más definidas, y se muestran, en el uso de formas, colores y líneas, más
cercanas al lenguaje del cómic, lo cual otorga un continuo aire humorístico al
poemario que acaba resaltando esta faceta más que el lirismo que también
contiene el libro. En suma, unas son como el y otras como la tierra.
Así, pues, es evidente que
estos dos libros arrojan una visión bastante clara de lo que los sancionadores
del gusto y creadores de canon y tendencias literarias consideran buena o adecuada poesía para niños hoy en día: una poesía en arte menor,
con temas de la naturaleza, un hilo conductor evidente aunque no demasiado
impositivo, y un uso acusado de recursos propios de la poesía popular en
general pero actualizado mediante la utilización de metáforas, comparaciones y
hasta imágenes visionarios que revelan una asimilación de algunos de los rasgos
más destacados de la poesía contemporánea. Un balance muy similar, por cierto,
al que Felipe Munita, en el artículo ya citado, describía tras analizar los
libros ganadores de los premios Orihuela y FCE. No parece, pues, demasiado
descabellado afirmar que existe una estética dominante en la poesía infantil
española de hoy, y que María Jesús Jabato, con sus últimos y premiados libros,
es una de sus más destacadas representantes.
Jabato, María Jesús, Campo de Lilaila, Cuenca, UCLM, 2014 (ilustraciones de Erica Salcedo).
Jabato, María Jesús, A Mares, Pontevedra, Kalandraka, 2014 (ilustraciones de Rocío Martínez).
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