jueves, 9 de enero de 2014

Soplacoplas


Pisos, Cecilia, Soplacoplas, Madrid, Anaya, 2013 (ilustraciones de Juan Vidaurre).



La poesía infantil tiene en la lírica popular una de sus fuentes de inspiración y alimentación principales, como es bien sabido, y son muchos los autores que parten de composiciones tradicionales para insuflarles nuevos aires. Ese es el caso de Soplacoplas, de la escritora argentina Cecilia Pisos, cuya premisa queda de manifiesto desde el título: estamos ante un conjunto de coplas, es decir, de poemas de cuatro versos octosílabos con rima asonante en los pares. Sin embargo, lo más llamativo de este poemario es que la autora aprovecha la concentración de esta estrofa tradicional para construir poemas que son como fogonazos en medio de la página y ofrecernos así una poesía que se ve antes de leerse, pues el blanco de la página realza el carácter concentrado de los versos y estos iluminan con fuerza el silencio que los rodea.   
Este ejercicio de síntesis imaginaria realizado por Cecilia Pisos en los poemas encuentra eco en las imágenes de Juan Vidaurre, que reflejan un modo de concebir la ilustración alejado de las técnicas tradicionales y cercana sin embargo al diseño, con ecos de Joan Brossa y próximo a las propuestas de Isidro Ferrer. La libre asociación de conceptos que se lee en los poemas de la página izquierda se prolonga en la página derecha en la una libre asociación de imágenes en principio alejadas que quizás a nadie se le hubiera ocurrido unir. Una anciana cuyo pelo es un  ovillo de lana completa la Copla de ganchillo  (“Adentro de cada ovillo / hay un suéter ya tejido. / Basta acercarle una abuela, aguja y gato dormido”); un paraguas echa raíces en la Copla con nubosidad variable (“Hay nubes con forma de oso / y de cometa que sube / nubes pollito o dragón, ¿hay nubes como las nubes?”); o un código de barras se convierte en peine en la Copla con jinete (“El peine que va a caballo / del afierado cabello / es gran domador de nudos / y deja lacios los sueños”).
Es este Soplacoplas, pues, una feliz síntesis entre la poesía popular hispánica y ese tipo de lírica concentrada, sintética, mínima, llamada a veces poesía del silencio, basada en el poder de la imagen y en el despojamiento absoluto. Al hacerlo, la autora demuestra una confianza absoluta en la capacidad lectora de los niños. Con un pie en la tradición y otro en la modernidad – y pocas veces un tópico crítico resulta más pertinente – Cecilia Pisos nos regala un excelente texto que ha tenido la suerte de ser completado con las ilustraciones de Juan Vidaurre. Cuando no cabe imaginar mejor acompañamiento para el texto, como ocurre en este caso, es que el libro ilustrado como artefacto estético conjunto es un éxito. Y este, qué duda cabe, lo es.   

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