sábado, 17 de diciembre de 2016

El clásico de la semana es...



El clásico de la semana es un clásico navideño de e.e. cummings. 

little tree 
little silent Christmas tree 
you are so little 
you are more like a flower 

who found you in the green forest 
and were you very sorry to come away? 
see          i will comfort you 
because you smell so sweetly 

i will kiss your cool bark 
and hug you safe and tight 
just as your mother would, 
only don't be afraid 

look          the spangles 
that sleep all the year in a dark box 
dreaming of being taken out and allowed to shine, 
the balls the chains red and gold the fluffy threads, 

put up your little arms 
and i'll give them all to you to hold 
every finger shall have its ring 
and there won't be a single place dark or unhappy 

then when you're quite dressed 
you'll stand in the window for everyone to see 
and how they'll stare! 
oh but you'll be very proud 

and my little sister and i will take hands 
and looking up at our beautiful tree 
we'll dance and sing 
"Noel Noel" 

e.e. cummings 

árbol pequeño 
silencioso árbol pequeño de Navidad 
tan chico
tan igual a una flor 

¿quién te encontró en el bosque verde
y te acercó aquí con tu tristeza? 
mira    quiero darte consuelo 
porque cuánto me gusta el dulce olor que traes

voy a besarte en tu corteza fresca
y te daré un abrazo fuerte y apretado
como lo haría tu madre, 
pero no tengas miedo

fíjate      la platilla 
que duerme todo el año en una caja oscura 
soñando que la tomen y la dejen brillar, 
las bolas las doradas y rojas cadenitas y los hilos de nieve, 

levante tus bracitos
y te daré todo para que tú lo tengas
cada dedo un anillo
y ni un solo rincón oscuro y desgraciado 

y ya vestido entonces
muy puesto en la ventana para que bien te vean
¡cómo te mirarán
y estarás de contento!

y mi hermanita y yo cogidos de la mano
contemplaremos nuestro árbol hermoso
y en corro cantaremos 
"Navidad Navidad"


    (traducción de Rafael León, incluida en Poemas, traducción y prólogo de Alfonso Canales, Madrid, Visor, 2000)

domingo, 11 de diciembre de 2016

El clásico de la semana es...

 
   La editorial Kalandraka sigue esforzándose por hacer llegar a nuestras librería, en las cuatro lenguas oficiales al mismo tiempo, clásicos extranjeros de la literatura infantil que estaban sin traducir o cuyas traducciones se habían vuelto difíciles de encontrar. Ahora le ha llegado el turno a Míster Magnolia, un relato rimado del gran ilustrador pero también estimable escritor Quentin Blake que fue publicado en inglés en 1980 y recibió entonces importantes distinciones. 
   Como ya he comentado muchas otras veces en este blog, traducir una obra de poesía infantil encierra siempre no pocas dificultades, pues en los versos escritos para niños suelen abundar recursos fónicos y juegos de palabras que muchas veces encuentran una difícil correlación en otra lengua. De ahí que el traductor se vea obligado a ser infiel al texto para ser fiel al verso; es decir, que casi siempre deba introducir cambios en el contenido para que el ritmo del poema y su carácter poético no se pierdan en la traducción. Además, si la obra es ilustrada y se publica con las ilustraciones originales la tarea se vuelve más difícil todavía, porque el traductor no puede tomarse demasiadas licencias para no contradecir las imágenes que ya le vienen dadas.
   Afortunadamente, la editorial Kalandraka ha elegido para verter al castellano este libro a todo un veterano en estas lides como es Miguel Azaola, cuya labor como traductor ya comentamos a propósito del excelente trabajo que llevó a cabo con las Retahílas de cielo y tierra, de Gianni Rodari. Bien es cierto que en este último caso la dificultad era menor debido al parecido entre el italiano y el castellano, que facilita un poco la tarea, pero en esta ocasión Azaola sale nuevamente airoso al intentar ante todo crear un texto rítmico en una lengua de prosodia tan diferente del inglés como la nuestra. Desde luego, este Míster Magnolia español pasa la que quizás es la prueba de fuego de toda obra traducida: no tener en ningún momento la sensación de que se trata de una obra traducida.
    Tal y como sucedía en la obra que tradujo de Rodari, Azaola se toma ciertas licencias que surgen en principio de las necesidades de la rima, pero que al mismo tiempo suponen una labor de acercamiento cultural del texto al imaginario de los nuevos lectores. En este caso, el texto se ve marcado por la rima que impone el primer verso ("A Míster Magnolia le falta una bota"), lo cual hace que, en la tercera secuencia, nos encontremos con "Tiene 3 batracios / que bailan la jota". Que nadie busque la mención a tan español baile en la versión original (se puede ver aquí), porque no la hay. Pero da igual. El caso es que la ilustración muestra dos ranas bailando sobre un nenúfar en medio de un estanque y el traductor, con un sentido de la oportunidad impecable y un ingenio un tanto nonsense que encaja a la perfección con el espíritu de Blake, hace rimar bota con jota y sale más que airoso del trance. En la secuencia siguiente ("y 4 cotorras / a cual más idiota"), el adjetivo con que califica a los animales, ausente en el original, aumenta de nuevo el tono humorístico del texto en general. Y, más adelante, Azaola aprovecha la propia ilustración para construir la traducción, en un claro ejemplo de adaptación a las necesidades del texto. La imagen de la décima secuencia nos muestra a Míster Magnolia con un dinosaurio morado que tiene a sus pies diez postres, a los que no se hace ninguna mención en el original. Azaola opta por incluirlos en el texto para rematar la serie y llegar hasta el diez ("y un postre en 10 platos / para su mascota") y añadir otra gota de humor absurdo al hacer del dinosaurio la mascota del protagonista. Y, al final, Míster Magnolia "ya puede dormirse / como una marmota", por supuesto.
     Son estos los ejemplos más significativos de las soluciones a las que llega Azaola para hacer que Míster Magnolia suene natural en nuestra lengua y no pierda un ápice de su carácter absurdo pero también festivo, tan frecuente en las ilustraciones y los textos de Quentin Blake. Aquí, desde luego, queda de manifiesto una vez la importancia de las estructuras bien medidas, el ritmo y el sinsentido cuando se escribe para niños, todo lo cual no es un obstáculo para la imaginación sino lo contrario, porque ofrecer a los primeros lectores una estructura cerrada, casi musical, al servicio de una imaginación rebelde y libre, en la que se pueden encontrar las cosas más absurdas (como un dinosaurio de mascota o unas ranas que - en la edición en castellano, al menos - bailan la jota), es una excelente receta para ofrecer una educación literaria de calidad, que enseñe a mirar, a imaginar, a leer y, en definitiva, a pensar de manera autónoma.

Blake, Quentin, Míster Magnolia, Pontevedra, Kalandraka, 2016 (traducción de Miguel Azaola)

domingo, 4 de diciembre de 2016

El clásico de la semana es...

    
    Tres damas junto al mar es la traducción de Three Ladies Besides the Sea (1963), un libro en verso con texto de Rhoda Levine e ilustraciones de Edward Gorey que publicó en 2015 la editorial bonaerense Adriana Hidalgo Editora y que, si no me equivoco, permanecía inédito en nuestra lengua hasta ahora. Pese a estar publicado por una editorial argentina, en este caso sí se puede encontrar en España, lo cual es una excelente noticia, porque además el libro está muy bien editado. 
    A la hora de reseñar Tres damas junto al mar uno tiene la tentación de empezar hablando del ilustrador y no de la autora del texto, lo cual resulta comprensible, pues el responsable de las ilustraciones no es otro que Edward Gorey, uno de esos artistas de culto, poseedor de un mundo personal y a veces extremo, cuya fama e influencia parecen crecer año tras año. Gorey, a menudo citado como gran influencia en la obra del cineasta Tim Burton, es recordado, como este, por su mundo macabro y sus historias un tanto truculentas, aunque siempre llenas de humor, que lo convertían en un epígono americano y gótico de cierta estética victoriana que él no había conocido, por supuesto, y a la que remiten sus historias e ilustraciones. Y, por supuesto, con este universo tan radical y personal no es raro que surja de vez en cuando el debate sobre si sus obras eran o no para niños, tal vez porque en los tiempos que corren somos muy renuentes a pensar que la niñez pueda ser una etapa cruel y que los niños en sí mismos puedan tener comportamientos crueles. Él mismo decía no escribir para niños y no sentirse cómodo con ellos alrededor, lo cual no ha sido un obstáculo para que su mundo haya conectado con el lector infantil. 
    Aunque es recordado sobre todo por las obras que él mismo escribió e ilustró, Gorey no dudó en ponerse al servicio de los versos de otros y regalar al público obras tan memorables como la ilustración que llevó a cabo del libro de T. S. Eliot Old's Possum Book of Practical Cats (de hecho, él mismo era un gran amante de los gatos), o este Three Ladies Besides the Sea, de otra artista polifacética, Rhoda Levine, directora de ópera, autora de libretos de ópera, coreógrafa y escritora. 
    Tres damas junto al mar conecta de maravilla con el universo post-victoriano de Edward Gorey, ya que narra en verso la historia de tres damas que viven en tres casas separadas pero contiguas a la orilla del mar: Edith del Embeleso, Catalina del Progreso y Alicia del Riesgo. Como vemos, desde el principio Levine juega con elementos ligados a la novelística decimonónica al presentarnos a tres damas muy distintas entre sí, pues las dos primeras parecen haber aceptado su condición sin demasiados conflictos y disfrutar de su vida junto al mar, mientras que la tercera se pasa el día subida a un árbol, ya que no le gusta pisar la tierra firme, para gran preocupación de las otras dos, que deciden actuar al respecto. Cuando le preguntan la razón por la cual se pasa el día en alto, Alicia responde que, pese a las dificultades y las incomodidades, le gusta estar ahí: "Empero me gusta a este árbol trepar / y así el inmenso cielo poder explorar. / Busco el rastro de un ave que una vez vi / y que en pleno vuelo cantó para mí". Las otras dos entonces deciden poner remedio y le llevan a Alicia dos pájaros enjaulados (otra metáfora muy típica de la narrativa y la poesía decimonónicas de tema femenino, por cierto). Pero esto no hace sino aumentar el deseo de subirse de nuevo al árbol de Alicia, que se justifica por ello ("Tan bellas eran las aves con sus gorgoritos / que me hicieron añorar más a mi pajarito") y sigue para siempre subida al árbol, "buscando al ave que vive en aquella ocasión". En el final, abierto, una interrogación en la penúltima página ("¿Sigue de aquel árbol Alicia trepada?") se completa con la ilustración de la última página, donde vemos a Alicia subida al árbol y alzando la mano hacia un pájaro que vuela muy por encima de ella y en actitud indiferente. 
    Tres damas junto al mar es, pues, un texto bello y agridulce, lleno de resonancias imaginarias, que encuentra un complemento perfecto en las ilustraciones de Gorey, quien sabe expresar dicho tonocon la ilustración. Es reconocible, por supuesto, su particular estilo en este libro también, pero en este caso las ilustraciones no caminan tanto por el terreno de la truculencia como por el de cierto extrañamiento melancólico. Gorey, con gran acierto a mi juicio, decide usar en todo momento fondos blancos para situar a estas tres damas que viven junto al mar pero que en realidad están en un mundo más imaginario que real, en el sentido de que no hay realmente una ubicación histórica o geográfica precisa, pese a la indumentaria vagamente victoriana o incluso eduardiana. Las tres damas, en el texto, parecen en realidad perdidas, aisladas, y esa misma sensación nos producen unas ilustraciones en las que el mar es solamente una línea que aparece de vez en cuando entre las dunas y que también es blanco. De hecho, el único color que aparece en el libro sirve para identificar a cada una de las damas: Edith se identifica con el amarillo, y su casa y su ropa son de ese color; lo mismo ocurre con Catalina, pero con el verde; pero Alicia no tiene ningún color. Obviamente esto no es casual. Alicia, que se diferencia también de las otras dos por su pelo corto, tiene el color del mundo que las rodea, de ese mar y esa tierra que mira con nostalgia y aspira a conocer. El suyo es, por tanto, el no-color de quien aspira a que el mundo la cambie, de quien está siempre alerta y no se ha decantado por ninguna opción vital, de quien siempre está buscando y no está contenta. El personaje, pues, queda retratado tanto a través del texto y de las actitudes con que es representada por el ilustrador como a través de la ausencia de color, que se convierte aquí en un factor clave, puesto que el lector comprende de manera intuitiva, antes incluso de un análisis más detallado, que Alicia es distinta de las otras tres. He aquí un buen ejemplo de cómo texto e ilustración confluyen para caracterizar entre ambos a un mismo personaje y llegar así de manera más eficaz, aunque en todo momento sutil, al lector.