Tres damas junto al mar es la traducción de Three Ladies Besides the Sea (1963), un libro en verso con texto de Rhoda Levine e ilustraciones de Edward Gorey que publicó en 2015 la editorial bonaerense Adriana Hidalgo Editora y que, si no me equivoco, permanecía inédito en nuestra lengua hasta ahora. Pese a estar publicado por una editorial argentina, en este caso sí se puede encontrar en España, lo cual es una excelente noticia, porque además el libro está muy bien editado.
A la hora de reseñar Tres damas junto al mar uno tiene la tentación de empezar hablando del ilustrador y no de la autora del texto, lo cual resulta comprensible, pues el responsable de las ilustraciones no es otro que Edward Gorey, uno de esos artistas de culto, poseedor de un mundo personal y a veces extremo, cuya fama e influencia parecen crecer año tras año. Gorey, a menudo citado como gran influencia en la obra del cineasta Tim Burton, es recordado, como este, por su mundo macabro y sus historias un tanto truculentas, aunque siempre llenas de humor, que lo convertían en un epígono americano y gótico de cierta estética victoriana que él no había conocido, por supuesto, y a la que remiten sus historias e ilustraciones. Y, por supuesto, con este universo tan radical y personal no es raro que surja de vez en cuando el debate sobre si sus obras eran o no para niños, tal vez porque en los tiempos que corren somos muy renuentes a pensar que la niñez pueda ser una etapa cruel y que los niños en sí mismos puedan tener comportamientos crueles. Él mismo decía no escribir para niños y no sentirse cómodo con ellos alrededor, lo cual no ha sido un obstáculo para que su mundo haya conectado con el lector infantil.
Aunque es recordado sobre todo por las obras que él mismo escribió e ilustró, Gorey no dudó en ponerse al servicio de los versos de otros y regalar al público obras tan memorables como la ilustración que llevó a cabo del libro de T. S. Eliot Old's Possum Book of Practical Cats (de hecho, él mismo era un gran amante de los gatos), o este Three Ladies Besides the Sea, de otra artista polifacética, Rhoda Levine, directora de ópera, autora de libretos de ópera, coreógrafa y escritora.
Tres damas junto al mar conecta de maravilla con el universo post-victoriano de Edward Gorey, ya que narra en verso la historia de tres damas que viven en tres casas separadas pero contiguas a la orilla del mar: Edith del Embeleso, Catalina del Progreso y Alicia del Riesgo. Como vemos, desde el principio Levine juega con elementos ligados a la novelística decimonónica al presentarnos a tres damas muy distintas entre sí, pues las dos primeras parecen haber aceptado su condición sin demasiados conflictos y disfrutar de su vida junto al mar, mientras que la tercera se pasa el día subida a un árbol, ya que no le gusta pisar la tierra firme, para gran preocupación de las otras dos, que deciden actuar al respecto. Cuando le preguntan la razón por la cual se pasa el día en alto, Alicia responde que, pese a las dificultades y las incomodidades, le gusta estar ahí: "Empero me gusta a este árbol trepar / y así el inmenso cielo poder explorar. / Busco el rastro de un ave que una vez vi / y que en pleno vuelo cantó para mí". Las otras dos entonces deciden poner remedio y le llevan a Alicia dos pájaros enjaulados (otra metáfora muy típica de la narrativa y la poesía decimonónicas de tema femenino, por cierto). Pero esto no hace sino aumentar el deseo de subirse de nuevo al árbol de Alicia, que se justifica por ello ("Tan bellas eran las aves con sus gorgoritos / que me hicieron añorar más a mi pajarito") y sigue para siempre subida al árbol, "buscando al ave que vive en aquella ocasión". En el final, abierto, una interrogación en la penúltima página ("¿Sigue de aquel árbol Alicia trepada?") se completa con la ilustración de la última página, donde vemos a Alicia subida al árbol y alzando la mano hacia un pájaro que vuela muy por encima de ella y en actitud indiferente.
Tres damas junto al mar es, pues, un texto bello y agridulce, lleno de resonancias imaginarias, que encuentra un complemento perfecto en las ilustraciones de Gorey, quien sabe expresar dicho tonocon la ilustración. Es reconocible, por supuesto, su particular estilo en este libro también, pero en este caso las ilustraciones no caminan tanto por el terreno de la truculencia como por el de cierto extrañamiento melancólico. Gorey, con gran acierto a mi juicio, decide usar en todo momento fondos blancos para situar a estas tres damas que viven junto al mar pero que en realidad están en un mundo más imaginario que real, en el sentido de que no hay realmente una ubicación histórica o geográfica precisa, pese a la indumentaria vagamente victoriana o incluso eduardiana. Las tres damas, en el texto, parecen en realidad perdidas, aisladas, y esa misma sensación nos producen unas ilustraciones en las que el mar es solamente una línea que aparece de vez en cuando entre las dunas y que también es blanco. De hecho, el único color que aparece en el libro sirve para identificar a cada una de las damas: Edith se identifica con el amarillo, y su casa y su ropa son de ese color; lo mismo ocurre con Catalina, pero con el verde; pero Alicia no tiene ningún color. Obviamente esto no es casual. Alicia, que se diferencia también de las otras dos por su pelo corto, tiene el color del mundo que las rodea, de ese mar y esa tierra que mira con nostalgia y aspira a conocer. El suyo es, por tanto, el no-color de quien aspira a que el mundo la cambie, de quien está siempre alerta y no se ha decantado por ninguna opción vital, de quien siempre está buscando y no está contenta. El personaje, pues, queda retratado tanto a través del texto y de las actitudes con que es representada por el ilustrador como a través de la ausencia de color, que se convierte aquí en un factor clave, puesto que el lector comprende de manera intuitiva, antes incluso de un análisis más detallado, que Alicia es distinta de las otras tres. He aquí un buen ejemplo de cómo texto e ilustración confluyen para caracterizar entre ambos a un mismo personaje y llegar así de manera más eficaz, aunque en todo momento sutil, al lector.