lunes, 28 de marzo de 2016

Mundinovi (El gran teatrillo del mundo)


Martín Ramos, Juan Carlos, Mundinovi. El gran teatrillo del mundo, Pontevedra, Kalandraka, 2016 (ilustraciones de Federico Delicado)

Premio de Poesía para niños “Ciudad de Orihuela” 2015

Hace poco decía en este mismo blog, a propósito de Bolso de niebla, que en la poesía infantil no suele darse mucho un tema tan frecuente en la poesía para adultos como es la metapoesía. Pues bien, libros como el de María Rosa Serdio o este Mundinovi. El gran teatrillo del mundo, galardonada con el último premio “Ciudad de Orihuela” de Poesía para niños vienen a dar un mentís a dicha afirmación. Si el subtítulo del libro ya da una clara pista de por dónde van los versos, con esa clara referencia intertextual a El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca y todas sus connotaciones, el poema de apertura lo deja aún más claro:  

Gran Teatrillo del mundo,
pequeño mundo en mis manos,
cuando se abre el telón,
¿qué es de verdad y qué es falso?

Las olas son de cartón
y en el mar navega un barco.
La luna cuelga de un hilo
pero ilumina el tejado.

Gran teatrillo del mundo,
mundo pequeño y mágico,
cuando se cierra el telón,
¿qué es real, qué imaginario?

Con esta suerte de premisa poética guiando nuestra lectura, Mundinovi se plantea como un espacio liminar y de transición entre varios frentes. Por encima de todo, Mundinovi es un libro que está a medio camino entre la poesía y el teatro y que apuesta por una idea de lo teatral que se revela en su más amplio sentido y en varios frentes. De hecho, y como si de una obra de teatro se tratara, el libro se divide en tres partes. Cada una de ellas va precedida de una doble página en la que se ve el título de la misma en letras blancas sobre fondo negro y, en la parte superior, un telón azul subido que es el mismo que aparece en la portada y en la cubierta. De esta manera las tres partes vendrían a ser como los tres actos de una obra de teatro, a la que se une, antes de ello, la primera ilustración, que acompaña al poema-prólogo y que nos muestra, en efecto, un teatrillo que se llama “Guignol Mundinovi”, en un claro guiño metateatral.
En la primera parte, “Diario de un títere”, un títere nos habla de sí mismo en primera persona, nos describe su vida, sus orígenes y sus preferencias, aunque tampoco se olvida de los lectores y de su condición de actor, ya que empieza su parlamento con un muy significativo “¡ATENCIÓN, NIÑOS Y NIÑAS, me acabo de despertar!”. Este personaje se presenta como “muñeco de guiñol”, “percusionista y poeta” y “un títere de provecho /con cabeza y corazón”, pero también como “Bufón de la compañía”: “Un papel que nadie quiere / porque hay que saber de todo, / ser gracioso y ser valiente”. Pero lo más interesante es que este títere muestra conciencia de su propia condición de personaje y muñeco, lo cual da pie a una reflexión metateatral (“A veces me he preguntado / si afuera todo es lo mismo, / si hay quien da su corazón / y quien lo deja en su sitio”) que incluye asimismo al titiritero, a quien dedica un poema que termita con cuatro hermosos y reveladores versos: “El titiritero tiene / un teatrillo ambulante, / lleva el horizonte a cuestas, / el mundo como equipaje”)
En “Títeres con cabeza”, la segunda parte, conocemos a los distintos títeres integrantes de la supuesta compañía, pero esta vez no son los personajes los que hablan, sino una voz poética externa que además se permite reflexiones al margen que inciden en la idea central del poema, las relaciones entre realidad y ficción y el teatro como artificio (por ejemplo, “Pero no sabe que un títere / es solamente un muñeco / y exige que, cuando él hable, / se calle el titiritero”). Así, por delante de los ojos del lector desfilan una serie de personajes típicos de los teatrillos: Monsieur Guiñol, La Tía Norica, Maese Trotamundos, Don Cristóbal, Chacolí, La Bruja Piruja, Los personajes de los cuentos, El Demonio y la Muerte y Don Nicanor tocando el tambor. Cada uno de ellos tiene su propio poema. Pero su papel no acaba ahí, porque el poemario se completa al final con unas valiosas NOTAS dotadas de una clara función formativa, en las que se nos explica el origen de cada uno de los títeres que han ido apareciendo a lo largo en esta segunda parte.
En la última sección, “Títeres a escena”, podemos leer una sucesión de piezas escritas en forma dialogada y con acotaciones (aunque solo en la última se usa una escritura claramente teatral para los diálogos) que podrían ser perfectamente representadas. Algunas siguen haciendo hincapié en la idea principal del poema, como El poeta y la luna o El payaso y su sobra, mientras que hay otra, Retablillo de Don Federico y Don Rafael, claramente culturalista, protagonizada por dos personajes en los que, por las referencias poéticas que se cuelan en los diálogos, es fácil reconocer a Alberti y García Lorca.
Esta última sección se abre con un poema que se titula como el propio libro, Mundinovi, al que remite una aclaración que completa las notas finales referentes a los personajes ya comentadas: “Los cinco primeros versos del poema titulado MUNDINOVI, escritos en un español italianizado, proceden de una canción del siglo XVI que anunciaba el comienzo de la función en un teatrito mecánico donde se representaban escenas del nuevo mundo”.
Mundinovi, en efecto, se ofrece como un nuevo mundo pero en otro sentido, porque pone en primer plano en todo momento la idea de ficción en tanto nueva realidad. Por eso, el libro de Juan Carlos Martín Ramos, no en vano un hombre de teatro, se propone como una reflexión lúdica y poética sobre las relaciones entre la realidad y la ficción que tan en primer plano se viven en la experiencia del teatro, es decir, sobre el teatro como artefacto imaginario en el que todo lo que aparece es de mentira pero encierra grandes verdades. Así, la idea de espejo o reflejo, de que la ficción es otro mundo en el que se refleja lo que se ve en el nuestro sobrevuela todo el poemario. Si ya quedaba muy claramente planteada la idea en el poema-prólogo, se remata el ya citado poema que abre la última sección, Mundinovi:

Pasen y verán
un mundo que es falso,
pero es de verdad (…)

Todo es parecido
aunque no es igual.

¡Mundonovi, mundonovi!
¡Un mundo que es menos
y, a la vez, es más!

He aquí una réplica del poema del principio, que tampoco hubiera desentonado como poema de cierre, para ofrecer un perfecto círculo de reflexión metateatral, pero que el autor prefiere colocar justo antes de la parte más netamente teatral del libro, donde los títeres pasan a hablar y a actuar por sí mismos.
     Este mundo ficticio de títeres y marionetas – que encuentra en los versos mayoritariamente octosílabos su perfecto molde poético – cuenta con las formidables ilustraciones de Federico Delicado para acabar de darle forma. Delicado es un excelente dibujante, con un dominio absoluto de las formas, las perspectivas y las composiciones y el color, pero además en sí mismo un creador de imágenes poéticas y muy sugerentes, como ha demostrado cuando ha ilustrado sus propias historias, como sucede en Ícaro, o las de los demás (baste como ejemplo Un viaje nunca visto). Sabe perfectamente cómo crear el clima de imágenes que debe envolver un texto y conferirle una textura determinada, y en este caso ha sabido interpretar el mundo ideado por Martín Ramos mediante dos recursos principales. Por un lado, otorgando protagonismo a lo teatral en esos  telones que vemos en diversos momentos del libro y a los que ya hemos hecho referencia. Por otro lado, centrándose en los personajes y dotándolos de esa expresividad congelada y un tanto inquietante que tienen muchas veces los títeres y las marionetas, esa manera de parecerse a los seres humanos y de ser en realidad nuestro reflejo deformado y, por eso mismo, tal vez más real. Esa forma de ser, en definitiva, ese espejo más real en el que nos resistimos muchas veces a mirarnos porque nos golpea y nos impacta, como toda buena función, como toda buena ficción.

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