jueves, 25 de febrero de 2016

El clásico de la semana es...


Miguel Martí i Pol (1929-2003)

A Noemí, en agraïment pel seu regal

Plou i fa sol 

Plou i fa sol, les bruixes es pentinen,
al cel triomfa l'arc de Sant Martí,
el món fa la rialla entre boirines
i el verd és més lluent i el groc més fi.
Plou i fa sol!, una alegria nova
xiscla i s'ensenyoreix del pensament,
i el poble vell, estès tal com la roba,
comença a retrobar-se lentament.
Plou i fa sol, cor meu, pla ho endevines,
plou i fa sol, i riu clar l'horitzó,
plou i fa sol, les bruixes es pentinen...
I el vent manyac s'emporta la cançó.

Si parlo de la mort

Si parlo de la mort és perquè em moro
i al capdavall més val parlar de coses
que hom coneix intensament. La meva
mort, per exemple, la tinc ben sabuda,
fa molt de temps que convivim i encara
conviurem molt de temps, fins que es resolgui
d'un cop per sempre el plet que mai no aporta,
malgrat els aldarulls, sengles sorpreses.
Llavors serà el moment de l'elegia
i algú hi haurà per fer-me el panegíric
(en català, si us plau, i en decasíl·labs)
que jo, bo i mort, escoltaré amb respecte.
Mentrestant parlo de la mort, tal volta
perquè és allò que tinc més viu i pròxim,
per no caure en subtils pedanteries
que, fet i fet, no porten a cap banda.
Parlo, doncs, de la mort, i a més em moro.

No es pot pas demanar més honradesa.

Notice 

Si fa no fa
a la mateixa hora
que el senyor Neil Amstrong,
astronauta nord-americà,
posava els peus per primera vegada
damunt la superfície de la lluna,
la meva dona i jo,
en pijama,
matàvem a cops d'escombra
un ratolí
que se'ns havia entaforat
a la cambra
a primera hora del vespre
i que fins aleshores
no havíem aconseguit
de localizar.

El cocodril 

També et pertany aquest espai incert,
tan buit de tot i estranyament inhòspit.
El gest sense ombra és el teu gest, i teva
també és la veu que no ressona enlloc.
Ningú no et sotja i no t'ha dut ningú
al lloc on ets: hi has vingut tot sol.

El cocodril que plora en un racó,
si el mires bé, veuràs, sorprès, que ets tu.

Miguel Martí i Pol, Poesia completa, Barcelona, Edicions 62, 2015. 

jueves, 18 de febrero de 2016

Animales que hacen cosas en silencio


Bosch, Lolita (texto) y Luciani, Rebecca (ilustraciones), Animales que hacen cosas en silencio, Pontevedra, Kalandraka, 2015 

       Es indudable que los animales constituyen el principal banco temático del que se nutre la poesía para niños y, en general, la literatura infantil. Si echamos un vistazo a los clásicos recientes de la poesía hispánica escrita para niños (esos libros que podríamos llamar long-sellers más que best-selles, pues se trata de volúmenes de venta sostenida que se ha convertido en referencias ineludibles en escuelas, casas y bibliotecas, como AbezooChamario o A lo bestia) la mayoría tiene como tema común el mundo animal, pero todos ellos hay al mismo tiempo un claro esfuerzo por dotar de originalidad un tema bastante manido con soluciones distintas e igualmente válidas. Con la poesía escrita expresamente para niños, que al fin y al cabo es todavía un género en proceso de consolidación, con un corpus creciente y por lo tanto abierto a la innovación, la ventaja es que  se puede uno encontrar con cierta frecuencia obras que aporten algo distinto a un tema tantas veces tratado como esto.
          Es lo que ocurre con este Animales que hacen cosas en silencio.
        Y eso que, al leer el título, un podría pensar: ¡oh, no, otro libro de poemas para niños que trata sobre animales! Y, sin embargo, ya desde el nivel peritextual, simplemente abriendo brevemente el volumen para hojear de forma superficial sus páginas, algo nos dice que este libro va a ser distinto de otros poemarios para niños.
        Hay una diferencia evidente en la distribución del texto sobre el plano; es decir, una diferencia relacionada con el espacio. La poesía infantil es un género mayoritariamente vertical, que suele quedarse en la parte izquierda de la página en blanco y formar columnas regulares de versos con la misma medida. Es un reflejo de dos de sus características más destacadas, el isosilabismo y el arte menor, que hacen que los poemas no invadan la página en blanco, que se concentren en un margen y que, como mucho, en ocasiones jueguen a integrarse en la ilustración. Animales que hacen cosas en silencio es, en cambio, un libro en el que los versos se extienden por la página en blanco, de un lado a otro, con tremenda libertad. Son líneas largas y extensas, porque no en vano el libro está escrito en verso libre.
       Además, en este caso se podría decir que el verso es el formato, porque Animales que hacen cosas en silencio es un libro que se ha publicado en formato horizontal y que por tanto se lee de manera vertical, es decir, no pasando las páginas de derecha a izquierda sino de arriba abajo. No es capricho: este formato es la mejor manera de que encuentren acomodo los versos largos de Lolita Bosch y de que dialoguen con las ilustraciones.
         Y, finalmente, hay otra diferencia clara en este libro respecto a otros libros de poesía para niños. Pero es una diferencia para la cual hay que adentrarse un poco más en la lectura, pues enseguida el lector se da cuenta de que Animales que hacen cosas en silencio no es un libro de poesía o un poemario: es  un solo poema. Y aquí hay que hacer una aclaración, porque tampoco se trata de un álbum-poemario, ni de una historia ilustrada contada en forma rimada, ni de un poema con trama narrativa. No. Es un solo poema. Un poema, en fin, largo y escrito en verso libre, en el que no se detecta huella algún a de la poesía popular y que no recurre apenas a recursos narrativos para unificar el conjunto.  
        Una rara avis, en suma (y llamarlo así no es inadecuado, dado el tema del que trata).
       Sin embargo, aun no teniendo puntos de contacto con la poesía popular, sí que coincide con ella en ciertas claves de recepción que propone al lector. No son pocas las ocasiones en que la poesía popular infantil nos invita, más que a comprender el sentido de los versos, a dejarnos arrastrar por su sonoridad. Por ello, son muchas las composiciones poéticas populares infantiles que no resistirían un análisis de su coherencia textual o de la organización de su contenido. Animales que hacen cosas en silencio parece invitarnos a leer así, a conservar esa recepción menos racional y más ligada a la intimidad del sonido que las imposiciones del contenido. Así, este libro nos invita a perdernos en su recorrido, a leer perdiendo el hilo más que buscándolo, a escuchar las imágenes que resuenan en nuestra cabeza al leerlo. Eso no significa que el texto esté escrito sin ton ni son. Por debajo se esa corriente de imágenes encadenadas y de animales y de lunas y demás hay una estructura muy trabada que sin embargo no se impone al lector. Utilizando una metáfora ya manida, podemos decir que este libro propone un viaje a través de imágenes en el que lo más importante a veces no es encontrar el camino, sino perderlo; lo importante no es llegar al final, sino dejarse seducir las distintas y sorprendentes etapas por las que va discurriendo la lectura, unidas en algunos momentos por sutiles conexiones que además ponen de manifiesto las ilustraciones.
      No obstante, este viaje está dirigido sutilmente por hilos conductores que nos sirven de asidero en algunos momentos. Uno de ellos, tanto en el nivel del texto como en el de la ilustración, es esa voz poética que, aunque está presente implícitamente desde el principio del texto (Esta poesía tan larga es para mi perro, dice el comienzo), se asoma solo de vez en cuando a lo largo del recorrido, sin llegar a imponerse del todo el lector. Su presencia además cobra importancia y materialidad a través de la ilustración, que la representa, de manera un tanto andrógina (quizás a propósito, aunque la voz sea femenina), con el melena corta y negra, un peto rojo y un jersey a rayas, casi como una Alicia moderna. La manera en que juega la ilustradora, Rebecca Luciani, con esta figura resumen muchas de las claves de las ilustraciones en este texto. La figura aparece solo cuatro ocasiones a lo largo del libro, siempre reconocible, pero en posturas y situaciones que reflejan las distintas situaciones por las que nos llevan los versos. En ellas destaca sobre todo dos usos muy expresivos y pertinentes del primer plano: uno, en una de las secuencias centrales, que la representa cayendo boca abajo y rodeada de mariposas, en plena consonancia con el texto (Es mejor dar vuelta a los toboganes para caer en el cielo buscando columpios); otra, ya casi al final, con la mitad del rostro fuera de plano, cosiendo "la colcha de alas de mosca cosidas", que con su colorido centra la composición. No son estas las dos únicas ocasiones en que se usan los primeros planos para destacar una figura: también se hace con un conejo, un pájaro, la luna, un nenúfar y unas flores. De esta forma, las ilustraciones crean un mundo donde se fuerza a mirar mejor lo pequeño y a buscar entre el abigarramiento generalizado de algunas secuencias los detalles que surgen de los versos. Rebecca Luciani lo consigue mediante una técnica muy límpida, con un uso pertinente de los colores saturados, los perfiles bien definidos y una evidente maestría en la técnica del dibujo y la creación de volúmenes. De esta manera, la conjunción de recursos ligados a la composición como el uso de los planos confluye con la técnica empleada para crear, por un lado, un mundo coherente secuencia a secuencia y, por otro, una ilustración adecuada de los versos.
      Afortunadamente, cada vez son más las editoriales que publican libros de poemas para niños que abogan por el verso libre y por un discurso más irracional y visionario, ampliando así el repertorio del género y sus posibilidades. Porque es indudable que para que un subgénero literario avance y conquiste nuevos territorios, es decir, para que rompa el horizonte de expectativas de los lectores y consiga poner una pica dentro del repertorio, tiene que haber libros como este Animales que hacen cosas en silencio, que, definitivamente, es un libro tanto para paladear en silencio como para leer en voz alta, dejándose arrastrar por el torrente de imágenes de sus versos y sus ilustraciones. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

El clásico de la semana es...



Where shall the word be found, where will the word
Resound? Not here, there is not enough silence
Not on the sea or on the islands, not
On the mainland, in the desert or the rain land,
For those who walk in darkness
Both in the day time and in the night time
The right time and the right place are not here
No place of grace for those who avoid the face
No time to rejoice for those who walk among noise and deny the voice.

T. S. Eliot, Ash Wednesday. 

¿Dónde habrá de encontrarse la palabra, dónde
resonará? Aquí no, porque aquí no hay silencio suficiente,
ni en el mar ni en las islas, ni
en el continente, tampoco en el desierto o en las praderas húmedas,
para quienes caminan en lo oscuro
durante el día y durante la noche
el lugar apropiado y el momento justo no son éste
no hay un lugar de gracia para aquellos que rehuyen el rostro
ni tiempo de alegrarse por aquellos que caminan entre el ruido pero niegan la voz.

T. S. Eliot, Miércoles de ceniza. 

viernes, 5 de febrero de 2016

El clásico de la semana es...

 

De mí, doña Cuaresma, justicia de la mar,
alguacil de las almas que se han de salvar,
a ti Carnal goloso que no te piensas hartar,
te envío el Ayuno para que te desafíe en mi nombre:

De hoy en siete días tú y toda tu gente
os veréis conmigo en el campo de batalla;
y hasta el Sábado Santo estaremos en guerra 
sin cuartel de muerte o lesión no podréis escapar.

Libro de Buen Amor. 

(Imagen: El combate entre do Carnal y Doña Cuaresma, Brueghel el Viejo, Museo de Historia del Arte de Viena). 

jueves, 4 de febrero de 2016

Pregúntale al sol y te dirá la luna


Suárez Caamal, Ramón Iván, Pregúntale al sol y te dirá la luna, ilustraciones de Manu Sánchez Vázquez, Cuenca, Ediciones de la UCLM

    Con Pregúntale al sol y te dirá la luna el Premio de Poesía Infantil "Luna de Aire" llega a su duodécima convocatoria, antes de iniciar una nueva etapa, en la que la obra ganadora, anunciada recientemente, será publicada en una colección homónima de SM creada ad hoc. Lo hace distinguiendo un libro dedicado íntegramente a un género clásico de la poesía infantil, la adivinanza, y premiando a un escritor veterano que viene de esa otra gran orilla de la literatura infantil, la Hispanoamericana, unida a nosotros los españoles por el rico océano de la lengua común.  
     Como ocurre con otros autores premiados - este es un mundo pequeño, al fin y al cabo - el mexicano Ramón Iván Suárez Caamal no es un desconocido en la poesía infantil hispana. Ha ganado ya el Premio Hispanoamericano de Poesía (FCE) y el Orihuela (Kalandraka), es decir, dos grandes puntales de la poesía infantil hispana de ambos lados del Atlántico, y ahora remata su trayectoria - larga y fructífera, por otro lado - con el más veterano de los galardones peninsulares. Y, como ya hemos dicho en otras ocasiones, esta coincidencia de premios en una misma persona debe de ser leída no en clave de maliciosa suspicacia (al fin y al cabo, no estamos hablando del Premio Planeta), sino como síntoma del funcionamiento del sistema literario rige la poesía infantil hispana de hoy en día y de la consolidación de ciertos rasgos que funcionan a un nivel realmente hispanoamericano e interfronterizo.
     Así, este Pregúntale al sol y te dirá la luna de sugerente título (tomado de los dos primeros versos del poemario) presenta varios de las características más frecuentes de la poesía infantil hispana de hoy en día, tanto a nivel temático - pues tiene como tema único la naturaleza y está dedicado casi íntegramente a los animales, motivo por excelencia de la literatura para niños - como formal - ya que está escrito íntegramente en arte menor y tiene su base un género propio de poesía popular  como la adivinanza -. Pero, al mismo tiempo, entronca con esa tendencia dominante desde el momento en que no se limita a reproducir esquemas propios de la poesía popular y a ser continuista, sino que supone una innovación al respecto. Al fin y al cabo, toda obra con pretensiones literarias dibuja espacio nuevo aun alojándose en el recinto de la tradición. 
     Es difícil quizás a estas alturas renovar un género tan explotado en la infancia como la adivinanza, pero Ramón Iván Suárez Caamal lo consigue con una estructura que mantiene fija a lo largo de todo el libro. Cada página está dividida en dos partes,  marcadas por una tipografía distinta. En la de arriba encontramos la adivinanza propiamente dicha, una breve composición (predominan las de cuatro versos) impresa en letra redonda, mientras que, en la de abajo, separada por una barra, está la solución a la adivinanza, escrita en cursiva y con el nombre del animal en negrita. Pero lo curioso e innovador del poemario es que  esta solución es también un poema que se convierte en glosa o comentario de la propia adivinanza. De esta manera, la solución, texto inherente a toda adivinanza aunque en principio ajeno al poema en sí, pasa a ser también una composición poética, de la misma manera que a veces las acotaciones de una obra de teatro también son textos que podemos considerar literarios. Es más, no son pocas las ocasiones en que el poema-solución es más interesante que la propia adivinanza. Ocurre, por ejemplo, con la adivinanza del gallo (17), donde la solución es un caligrama que no solo representa dicho animal, sino que también es un hermoso y sincopado poema que recuerda a cierta poesía de vanguardia. Asimismo, el libro no deja utilizar ciertos recursos muy propios de la adivinanza, como el calambur (¿Estaba? Sí / ¿Estaba? No), las metáforas que trazan una relación de semejanza no demasiado obvia con lo que hay que adivinar (¿Qué negras ovejas / trajeron la lluvia? hace referencia a las nubes; las abejas recolectan su tesoro / que forjan con luz y oro / y defienden con su lanza; los cangrejos tienen tenazas; la tortuga vive en una calabaza), los juegos de palabras (Velas, velas, van con hojas), las comparaciones (Verde soy como la hierba), las paradojas (No es del cielo y sí es del cielo. / No es del mar y sí es del mar), o las personificaciones (Por dentro, corazón duro; / por fuera mis verdes galas; Un rey que no tiene reino).  
    Iván Suárez Caamal demuestra, por tanto, en este libro que se puede renovar un género tradicional como la adivinanza partiendo de sus propias reglas genéricas, tan solo dándoles un sutil giro de tuerca .