Caballero de otoño, de José Hierro, aunque este año el otoño se nos haya escapado de las manos sin apenas haberlo disfrutado.
Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué, cuando dice nubes,
nos llenamos de eternidad.
Nos habla con palabras graves,
se desprenden, al hablar,
de su cabeza, secas hojas
que el viento vienen y van.
Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviese edad.
Él se despide. ¡Adiós! Nosotros
sentimos ganas de llorar.
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