Ya se murió el burro, una canción popular española muy conocida que viene a cuento porque creo que forma un perfecto díptico de tema mortuorio con el poema de Emily Dickinson que fue el clásico de la semana pasada, y porque tiene dos versos realmente antológicos en su lapidaria y estoica sencillez:
“Ya lo llevo Dios / de esta vida miserable”.
Ya se murió el burro
que acarreaba la vinagre,
ya lo llevó Dios
de esta vida miserable.
Estribillo
Que tururururú,
Que tururururú,
Que tururururú,
Que tururururú.
Él era valiente,
Estribillo
Que tururururú,
Que tururururú,
Que tururururú,
Que tururururú.
Él era valiente,
él era mohíno,
él era el alivio
de todo Villarino.
(Estribillo)
Gastaba polainas,
(Estribillo)
Gastaba polainas,
chaqueta y chaleco
y una camisola
con puños y cuello.
(Estribillo)
Llevaba anteojos,
(Estribillo)
Llevaba anteojos,
el pelo rizado
y en las dos orejas
un lazo encarnado.
(Estribillo)
Estiró la pata,
(Estribillo)
Estiró la pata,
arrugó el hocico,
con el rabo tieso
decía: -¡Adiós, Perico!
(Estribillo)
Todas las vecinas
decía: -¡Adiós, Perico!
(Estribillo)
Todas las vecinas
fueron al entierro
y la tía María
tocaba el cencerro.
(Estribillo).
(Estribillo).
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