Cuando
alguien me pregunta a qué me dedico y yo respondo que doy clases de literatura
infantil en la universidad, normalmente el interlocutor reacciona con cierta
perplejidad y un poco de embarazo. Casi todos dicen “Ay, qué bonito”, con un
tono cursi y algo acaramelado que se parece mucho al que usarían para hablarles
a sus hijos, sobrinos o nietos, como si el hecho de dedicarme a enseñar y a
investigar (y a escribir, pero eso no sale a colación en ese momento)
literatura para los llamados “más pequeños” te convirtiera directamente en uno
de ellos y ya no pudieran hablarte de tú a tú, como a un adulto. Algunos, los
menos, se interesan sinceramente por la literatura infantil y llegan a hacerme
preguntas inteligentes sobre sus límites, sus problemas y su relación con la
didáctica y la moralina fácil. Y otros muchos intentan rebuscar en su mente
para encontrar algo interesante que decir y lo único que consiguen encontrar
buceando en el baúl de sus recuerdos infantiles (que con los nuevos tiempos ha
mutado y se ha convertido más bien en una televisión con dos canales) es algo
parecido a lo siguiente: “Ah, pero en literatura infantil, ¿qué hay? Gloria
Fuertes y poco más, ¿no? Ay, a mí me encantaba de pequeña, de verdad”.
La respuesta
es sintomática del estado de desconocimiento y reconocimiento (o
des-reconocimiento) de la LIJ en el Estado español, por un lado, y, por otro,
de un hecho que resulta insoslayable: que Gloria Fuertes es lo más parecido a
un mito literario infantil que tenemos en España. Un mito moderno, como bien
sabemos desde que Roland Barthes lo radiografió en sus Mitologías, se caracteriza por ser un metalenguaje que se construye
sobre un elemento real para hipertrofiarlo y proyectar en el imaginario
colectivo un solo aspecto del mismo que eclipsa todos los demás. Gloria
Fuertes, siguiendo este argumento, sería un mito en el doble sentido del
término: en primer lugar, porque ella misma eclipsa toda la tradición literaria
infantil hispánica; y, en segundo lugar, porque su faceta de autora infantil ha
eclipsado para el gran público su poesía para adultos, de una calidad y una
originalidad sin parangón. Gloria Fuertes podría haberse convertido en esa un
tanto odiosa y sexista figura arquetípica que es la gran dama de las letras
españolas (¿acaso existe el Gran Caballero de las Letras?) si no fuera porque
quizás eso es más difícil para una poeta que para una novelista y porque su
faceta de autora infantil eclipsó el resto de su obra. Nadie toma en serio la
literatura infantil, y así nos va.
En 2017 se
cumplen cien años de su nacimiento y, afortunadamente, esta efeméride no ha
pasado desapercibida. Son varios las publicaciones que han llegado a las
librerías y los artículos en suplementos y revistas culturales dedicados a esta
autora. El punto culminante hasta ahora quizás haya llegado el pasado sábado 25
de febrero, cuando el suplemento cultural de El País, Babelia, le
dedicó la portada y la doble página de inicio, algo que solo sucede ante lo que
se considera un acontecimiento cultural. Con esto, Gloria Fuertes ha quedado
definitivamente canonizada en el campo literario español.
Sin embargo,
resulta interesante comprobar que la mayoría de artículos publicados a raíz de
esta efeméride tiene un punto de partida muy similar: casi todos ellos hablan
de la necesidad de rescatar a Gloria Fuertes del ámbito infantil y de
reivindicar su desconocida y ensombrecida faceta de poesía para adultos. Nada
que objetar. Yo mismo soy un gran admirador de la poesía para adultos –
llamémosla así, por abreviar – de Gloria
Fuertes, pero creo que el desconocimiento y poca valoración de la misma tal vez
no se deba tan solo a la popularidad de sus obras para niños y a la sombra de
su faceta televisiva, sino también a la extendida tendencia a minusvalorar la
poesía escrita por mujeres y a no ponerla nunca a la misma altura de la escrita
por los hombres. Pasa con Fuertes, pero ha pasado también con María Victoria
Atencia, por ejemplo, y otras. Problemas de discriminación literaria aparte (el
canon puede ser muy duro, desde luego, y no solo para las mujeres) lo que me
llama la atención de este deseo de rehabilitación de la Gloria Fuertes para
adultos es que esconde, bajo su bienintencionada finalidad, siempre la misma
retórica, la misma actitud: la del rescate, la de la poesía infantil como un
territorio concebido como un lugar desde el que hay que rescatar su obra y su
figura, un territorio en el que quizás permanecía injustamente prisionera. Y me
parece un punto de partida en cierto modo erróneo.
El léxico del
artículo de Elsa Fernández-Santos en Babelia
no deja lugar a dudas sobre esta contraposición. En la portada del suplemento,
leemos lo siguiente: “Gloria Fuertes, por fin libre. Fue la famosa escritora
para niños que salía en la tele, pero también la autora de una poesía
desgarrada. En su centenario, varios libros y exposiciones la devuelven a la literatura adulta” (las cursivas son mías, por
supuesto). Pasando de página, el titular del artículo es “Una poesía mayor de
edad”, lo cual supone toda una declaración de intenciones. En el cuerpo del
artículo menudean las afirmaciones coherentes con estos titulares, de modo que
no es difícil llegar a la conclusión de que Gloria Fuertes tiene que ser
rescatada de la poesía infantil, que la degrada, mediante la reivindicación de
su poesía para adultos (que no adulta, como dice el titular de la portada: no
es lo mismo). Solo la voz de Paloma Porpetta emerge solitaria en la
reivindicación de su faceta infantil también cuando dice que “es importante no
descuidar su obra infantil, porque le dio una vuelta absoluta a la literatura
para niños en España, la hizo coloquial sin cursiladas y logró que miles de
niños se acercaran de su mano a la poesía”. El poeta Luis Muñoz, por ejemplo,
alude a su faceta televisiva, pero se centra en su aspecto de clown, en su
manera de vestir y de hablar, sin entrar en el que para mí es sin duda el
meollo de la cuestión: cuál es su verdadera aportación a la poesía para niños
en España y a la literatura infantil, porque no hay que olvidar que no solo
escribió versos para niños, sino también teatro y una narración tan
deliciosamente subversiva como Cangura
para todo (Premio Andersen, por cierto), que surgió como encargo – cómo no – por parte de Esther Tusquets.
El artículo de Elsa Fernández-Santos, en esta línea, solo destaca como libros
publicados a raíz de su centenario tres volúmenes para adultos de Blackie
Books, Nórdica y Reservoir Books, y olvida sin embargo la que quizás ha sido la
primera publicación del centenario, aunque sea solo para niños: Poemas de la
Oca Loca. Pero ya digo que no es sorprendente. El artículo, como la mayor
parte de los testimonios que incluye, parte de la oposición radical entre la
poesía para niños y la poesía para adultos de Fuertes, entre su figura
televisiva y popular y la autora de culto valorada por sus colegas. Yo creo que
es un error incidir en dicha oposición, porque no beneficia ni a una faceta ni
a otra, como lo es pensar que su poesía no ha sido justamente reivindicada por
su fama como autora infantil.
Ante
artículos así creo que no queda más remedio que intentar poner un poco de orden
en el terreno que uno mejor conoce, la poesía infantil, y reivindicar ante todo
a Gloria Fuertes también como una
gran autora de poesía para niños, con o sin proyección mediática, con o sin
presencia en el imaginario, y por lo tanto destacar por encima de todo la
aparición en Kalandraka de sus Poemas de
la Oca Loca a principios de año como una manera perfecta de calibrar su
valor como poeta para niños, como cultivadora de poesía infantil.
Una vez más,
en la valoración de Gloria Fuertes como poeta para niños, nos topamos con el
problema de la deformación y la mitificación. El problema de Gloria Fuertes es
que ha creado una falsa escuela poética en España y una legión de falsos
imitadores que se han quedado en la superficie de su poesía y han cogido
solamente lo peor o lo más imitable. Porque la poesía infantil de Fuertes
produce la falsa primera impresión de ser fácilmente imitable, fácilmente
copiable, porque parece tremendamente fácil. Cogemos un par de animalitos,
hacemos un par de versitos con ellos, y ya está. Total, los niños no merecen
mucho más. Con cualquier cosa se arreglan.
Si uno se
esfuerza por leer las obras para niños de Gloria Fuertes se dará cuenta de que
sus versos son todo menos eso. Como todos los grandes autores para niños,
Gloria Fuertes le habla de tú a tú al público infantil y no lo trata con ningún
tipo de condescendencia. Aplica incluso a los niños los mismos recursos y las
mismas herramientas que usa en su poesía para los adultos, entre las cuales
destacan dos sobre todo: el humor y la tendencia a crear imágenes que surgen de
elementos cotidianos y que quedan transfiguradas por medio del absurdo. Por
supuesto que sus poemas para niños riman y que hay incluso cierta tendencia al
ripio que puede hacernos sonreír, pero si uno lee con calma su poesía se dará
cuenta de que lo más importante es ese trabajo constante con el lenguaje y la
imaginación – ¿no es eso al fin y al cabo la poesía, la imaginación
trasfigurada que se expresa con el lenguaje? – y que la inventiva verbal es
absolutamente apabullante, incluso en poemas como los incluidos en Poemas de la Oca Loca, que fueron
creados para un espacio televisivo, cuando en la televisión se hacían cosas
como estas, en el siglo pasado.
Poemas de la Oca Loca no reniega de la Fuertes poeta para
niños ni de la Fuertes figura televisiva, porque la base del libro está en
ambas. No todo lo que hizo Fuertes en la televisión sirvió para rebajarla o
dejarla de lado.
Estos Poemas de la Oca Loca son una serie de
dictados poéticos cuyo título comienza la mayoría de la misma manera (Cómo se dibuja) para a continuación
incluir una gran variedad de elementos de la vida cotidiana o no, porque se dan
instrucciones para dibujar un señor, una señora, un niño, un coche, una
tormenta, pero también un cocodrilo, un esquimal, una bruja o un canguro. Solo
hay tres excepciones al respecto: el primer poema, La Oca Loca, y los dos últimos, La
sardina Florentina y La niña y la
caracola. En la edición que ahora presenta Kalandraka se recuperan las
ilustraciones que a finales de la década de 1970 realizó el ilustrador Miguel
Ángel Pacheco para el programa Para los
pequeños. Según explica él mismo en la adenda final, el programa estuvo
constituido por “alrededor de noventa miniespacios poéticos de dos minutos como
máximo, basados en sus textos, que recitaba Matilde Vilariño, y en donde mi
mano, enguantada en blanco, realizaba con un rotulador negro (…) los dibujos
que aquí veis coloreados y entramados”. Ha sido todo un acierto que la
editorial haya decidido reeditar estos poemas con los dibujos que Pacheco
realizó para dicho programa, porque de esta manera su carácter de dictados
poéticos en los que se enseña cómo dibujar tiene su justa correspondencia en
estas ilustraciones que, pese a estar coloreadas y entramadas como dice su
autor, conservan el aire fresco de dibujo a mano alzada en directo, amén de que
transmiten un dominio técnico y una expresividad y una gracia que son
patrimonio exclusivo de los buenos dibujantes, de los que dominan el lenguaje
de la línea. Y ha sido también todo un acierto que la editorial haya editado
los poemas en formato de gran álbum, con tapa dura y a todo color.
Por todo
ello, hay que saludar la reedición de Poemas
de la Oca Loca como un acontecimiento literario que puede contribuir sin
duda alguna rehabilitar la figura de Gloria Fuertes como poeta para niños, algo
que al parecer muy pocos se han encargado de hacer y que es totalmente
necesario, sobre todo para que nadie más piense que sus versos para niños no
son más que escombreras poéticas llenas de ripios donde volcó todo lo que no le
servía para su poesía seria y de verdad (las cursivas, por supuesto,
son de nuevo mías). Gloria Fuertes, como todo los grandes, sabía que escribir
para los pequeños es algo muy serio. Valorémoslo, pues, con tanta seriedad como
merece.
Fuertes,
Gloria, Poemas de la Oca Loca, Pontevedra,
Kalandraka, 2016
(ilustraciones
de Miguel Ángel Pacheco)