Con la resaca electoral que tenemos encima, y todos los dimes, diretes y "desdichos" a los que estamos asistiendo estos días, el clásico de la semana no podía ser más que este poema de León Felipe, pionero en denunciar las artimañas de lo que hoy se llama storytelling en nuestra manera de enfrentarnos a la realidad.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
Baldallo, Luna, Concierto a lo Dagoberto, Huelva, Música Fundamental / Abracadabra,
2012 (ilustraciones de Ana Baldallo)
Siempre es una alegría que
lleguen a las manos de uno proyectos de poesía infantil cuya publicación se ha
debido a la confianza y al empeño de sus autores e ilustradores. Si hace un año
reseñábamos aquí un producto personal – tanto por el empeño de su autor como
por el polifónico resultado – como Pequeño
buzo somnoliento, ahora es el turno de Concierto
a lo Dagoberto, un texto de Luna Baldallo con ilustraciones de Ana
Baldallo. Ya solo por el hecho de haberlo sacado adelante merecería una reseña;
pero además, este libro es un buen producto al que merece la pena darle la
mayor difusión posible.
Concierto a lo Dagoberto es un una (casi) historia en rima muy musical. Y es
una casi historia porque en realidad se parece más un concierto, ya que posee
una estructura más musical que narrativa, más ambiental que anecdótica. Su
carácter musical queda plasmado desde el aparato peritextual que envuelve al
texto en sí. No ya solo el título, por supuesto, sino la cubierta, donde vemos
al personaje central, ese Dagoberto, tocando un piano, en plano cenital, del
que parecen nacer estrellas y que enlaza así a la perfección con la cita de
Tchaikovsky que figura en la contracubierta, que podría resumir el espíritu del
libro: “En verdad, si no fuera por la música habría más razones para volverse
loco”. Este libro, en efecto, nos habla del poder sanador de la música, de cómo
esta nos eleva y nos lleva más allá de nosotros mismos – una idea muy antigua,
pero con total vigencia – y nos hace viajar. Más adelante, las guardas son,
además de musicales, coherentes con lo que ya llevamos visto: en el centro, un
teclado de piano y, arriba y abajo, un fondo azul con estrellas doradas. Los
motivos musicales también están presentes en la portadilla de las dedicatorias,
donde se ve un disco de vinilo, y en la portada, pues hay un pentagrama debajo
del título.
Así, con todo ello,
resulta más que adecuado envolver lo que el texto nos cuenta (aunque me resisto
a usar esta palabra). El texto rimado nos habla de Dagoberto, un pianista
“armonioso y aplicado” que “toca como un artista / de corazón apagado”. Lo que
le ocurre es que, a pesar de cantar por todas partes, “su canción palidece”,
pues su espíritu “está mustio” y ya nadie le aguanta. Él dice que le duele la
mano, pero sus amigos no le creen, y por eso llaman a “Don Genaro, médicos a
domicilio”, quien, cuando llega a casa de Dagoberto, en lugar de auscultarlo o
ponerse a curarlo, enloquece al ver el piano (pues “quiso ser / un famoso
concertista”). Con el médico al piano, Dagoberto se pone a cantar, y se olvida
de sus males. La música de repente les cambia el ánimo a los dos, uno no se
acuerda de que es médico, el otro se olvida de su aflicción, y ambos piensan en
irse a viajar por el mundo. Tanto es así, que el libro acaba con el propio
Dagoberto gritando “Hurra por la diversión”.
Concierto a lo Dagoberto es, por tanto, un libro de inicio melancólico y
final feliz y luminoso, pues nos habla de la capacidad sanadora de la música,
en la línea de la cita de Tchaikovsky. No es casualidad que se haya elegido a
un médico que no cure con los métodos tradicionales y que use la música, en un
final catártico para ambos: el uno porque se reencuentra con su vocación, y el
otro porque la música en manos de los otros le hace ver cuál es el verdadero
valor.
Pero este Concierto a lo Dagoberto es un libro
también musical y rítmico por su estructura. Mayormente está organizado en
estrofas de cuatro versos en los que se alternan diversas distribuciones de
rima, usando las clásicas de arte menor en octosílabos de la poesía española,
que le dan al conjunto una agilidad muy apropiada. Y, aun así, lo más
importante es que hay momentos en que queda claro que a la autora no le
interesa solo el ritmo, sino también ofrecer algo inédito a través del
lenguaje. Por ejemplo, cuando dice que Dagoberto tiene el “corazón apagado”, que
su “canción palidece” o que su espíritu “está mustio”, hermosas metáforas para
hablar del desánimo.
Así, Concierto a lo Dagoberto desprende alegría y música después de su lectura, pese a su comienzo
melancólico, a lo cual contribuyen también sus luminosas y muy bien perfiladas
ilustraciones, si bien estas no son monocordes, sino que transmiten este
cambio que se da en Dagoberto, ese paso de la tristeza a la alegría. En este
sentido, destaca la manera de representar la primera, porque se basa más en la
elipsis y en las metáforas visuales que en la representación literal. Por
ejemplo, cuando el texto dice que Dagoberto se va a la cama “agobiado” y por la
mañana “se levanta fatal”, vemos un primer plano del personaje con cara de
dormido y triste, con una mosca rondando su cabeza y una araña colgando de su
abundante cabello. En la página de al lado, hay una taza con una infusión,
humeante. También es un acierto la elección de la pila de platos y vasos sucios
para representar la depresión de la que habla el texto, y además representarla
con colores frío, así como ilustrar al médico como una puerta que se abre en
medio de la oscuridad, un página entera en azul oscuro. Sin embargo, cuando el
médico se pone al piano y cura a Dagoberto, los fondos se blancos, predomina el
amarillo y se hace la luz de repente, y la ilustración sigue jugando con la
síntesis al representar instrumentos, el mundo y un pie caminando.
Por todo esto, por la
alegría que transmite, por su carácter musical, por el ritmo y por el uso del
lenguaje, mercería la pena que este Concierto
a lo Dagoberto llegara a los ojos y los oídos de muchos lectores.
La literatura universal está llena de diatribas en contra de las mujeres y su comportamiento. Por ello, siempre alegra y sorprende encontrar una canción como esta, que William Shakespeare - esa mente incandescente, como lo llamó Virginia Woolf - incluyó en Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing) y que aconseja a las mujeres no llorar más por esas criaturas inconstantes y, literalmente, con un pie en el mar y otro en la orilla, que son los hombres. Pero, ante todo, este es un poema que incita a no suspirar por amor, a mirar adelante y, como se dice en los dos versos finales de las dos estrofas, a convertir todo pesar en alegría y música.
La canción, además, tuvo la suerte de tener un gran protagonismo en la adaptación al cine que hizo Kenneth Branagh de la obra, donde los versos fueron leídos magistralmente por Emma Thompson al principio y se convierten, al final, en la canción con la que todos celebran el final feliz de la trama, en medio de un paisaje italiano de una belleza arrebatadora que incita, como dicen los versos, a disfrutar de la vida.
Uno de los pocos libros de poesía infantil que ha ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil del Ministerio de Cultura es ¡Música, maestro!, de Miguel Desclot, que se hizo con el galardón en 2002 y que fue publicado originalmente en catalán. Desde entonces, este poemario se ha convertido en una de las referencias inexcusables cuando se habla de poesía para niños en España.
Como su título ya da a entender, ¡Música, maestro! es un poemario musical, pues cada poema está dedicado a un instrumento, y los hay de diverso tipo. No solo se incluyen los de una orquesta sinfónica tradicional, a los que se dedica la segunda parte, que se titula como el libro, sino que también se da entrada al sintetizador, el arpa celta o la mandolina en otras secciones. La segunda parte, Adivina quién desafina, está compuesta por varias adivinanzas, y en general todo el poemario tiene un tono lúdico y juguetón que invita a mirar los instrumentos y la música desde otra perspectiva. No es de extrañar, por tanto, que con el tiempo haya pasado a ser un pequeño clásico de nuestras letras infantiles.
Violoncelo
Como esta creciendo barrigón
me pusieron a dieta de verdura,
pero guardar la línea es tal tortura
que yo la guardo dentro de un cajón.
Una hojita de col, fresca del huerto,
regada con un zumo de tomate
no es manhar de capitán de yate:
¡seguro que hasta come más un muerto!
El día que adelgace como un pelo
y aquella violoncela que me agrada
reconozca que soy una monada
ya me podréis llamar "violón-en-celo".
Viola da gamba
Me llaman cortesana
porque encanto princesas
que toman la tisana
con la tarta de fresas.
Pero no existe aduana
que abarque mis riquezas:
la giga o la pavana
no saben de impurezas.
Mi tierna filigrana
en salón o en majada,
no tiene más hermana
que un alma enamorada.
Desclot, Miquel, ¡Música, maestro!, Barcelona, La Galera, 2004.
Con estos calores adelantados del mes de mayo, el clásico de la semana no podía ser otro.
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuando es de día
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Todos somos más o menos conscientes de que los Días de son un convencionalismo - como la propia forma en que medimos el tiempo, dicho sea de paso - que muchas veces tienen un espíritu más bien comercial. Pero, aun así, hay que reconocer que a nadie le amarga un dulce, y que no resulta nada molesto ser reina por un día y recibir parabienes y regalos de quienes te quieren todo el año pero aprovechan un día señalado para demostrarlo más.
Hoy en España se celebra el día de la madre, y por ello el clásico de la semana se tiñe del espíritu de esta celebración al señalar como tal a un libro muy reciente, ya reseñado aquí, pero que sin duda se convertirá con el tiempo en un clásico moderno del álbum ilustrado. Se trata de Mamá, de Mariana Ruiz Johnson, una maravilla que he tenido la fortuna de analizar para una publicación y un congreso, y que no me canso de leer y de mirar.
No hay mejor homenaje para las madres que los versos y las imágenes de Mariana Ruiz Johnson.Y es que, como dice el final del libro, "Mamá es tantas cosas / esconde universos".