martes, 15 de noviembre de 2016

El clásico de la semana es...


A mis padres, 
por la rica educación musical que me legaron, 
sin saberlo    

   En la música hispanoamericana, la nana Duerme, negrito es lo que en el jazz llamaríamos un standard, es decir, uno de esos temas clásicos que ha sido interpretado por varios cantantes y que ha pasado al imaginario sonoro colectivo de muchas generaciones. En mi caso, forma parte de mi educación sentimental y musical porque mis padres eran unos grandes aficionados a la música hispanoamericana de raigambre popular. En los largos viajes en coche que hacíamos de Cuenca a Asturias por carreteras de doble dirección sonaban las voces de Mercedes Sosa, María Dolores Pradera, Chavela Vargas (avant Almodóvar, por supuesto), Atahualpa Yupanqui, Lola Beltrán, Víctor Jara o los Calchakis, junto con mucha música clásica y otros hoy ya clásicos como ABBA, José Luis Perales o Labordeta, además de una buena dosis de canciones populares asturianas, para alimentar la euforia de expatriados que regresan a su tierra la ida y paliar la nostalgia de expatriados que se alejan de su tierra a la vuelta. Eran otros tiempos - desde luego, no mejores, pero sí distintos - en los que los niños oían en el coche lo que sus padres ponían y no lo que ellos querían, lo cual permitía que alguien como yo haya oído todo eso en el coche y tenga una educación musical bastante variada (otros padres tal vez más modernos escuchaban a Leonard Cohen o a Bob Dylan, de actualidad por razones diversas). 
  Por eso, en mi memoria musical Duerme, negrito no puede separarse de la voz inconfundible, bronca pero cálida, de la gran Mercedes Sosa, con aquella manera soñadora y parsimoniosa de entonar los "Duerme, duerme", en los que parecía adivinarse los lejanos horizontes del campo donde trabajaba el padre, y aquella otra dura y golpeada de decir los "trabajando duramente", en los que resonaba la denuncia airada de la injusticia social. 


   El sábado pasado esta nana ya universal volvió a mis manos y mis ojos, ya que no a mis oídos, durante mi visita a la estupenda librería especializada en ilustración Estudio 64, situada en el barrio valenciano de Benimaclet. Allí descubrí esta versión, ilustrada por Paloma Valdivia y editada por el FCE en el año 2012, que es una muestra más de la ya extendida tendencia a publicar en formato de libro infantil poemas clásicos del acervo literario hispano, a este y a aquel lado del océano. En este caso, el libro se publica en cartoné y pequeño tamaño, lo cual dibuja sin duda alguna un primer receptor claramente pre-lector, en consonancia con el destinatario del propio texto, que al fin y al cabo es una nana. Se trata, pues, de poesía para primerísimos lectores, que pueden ir acostumbrándose a manipular y manejar un libro antes incluso de saber leerlo. Además del propio formato, las ilustraciones ejercen de elemento facilitador de la recepción, y el estilo naïf y con reminiscencias del arte popular hispanoamericano de Paloma Valdivia  se ofrece aquí tal vez como la mejor opción para plasmar en imágenes esta nana. En consonancia con la dedicatoria de la contracubierta, A mi mamá y a las mujeres que me contaron para dormir, destaca sobre todo el protagonismo que adquiere la figura de una madre cuya figura se expande y ocupa la mayor parte de la distintas secuencias en que se divide el texto y que se ofrece integrada en la naturaleza, pues toda ella está investida de elementos decorativos vegetales que componen su vestido y su tocado. Con ello, Paloma Valdivia conecta a la madre con un complejo y rico simbolismo que, casualmente, coincide con otra potente iconografía materna ofrecida por otra ilustradora sudamericana que posee también un estilo basado en el arte popular de su continente: el álbum Mamá de Mariana Ruiz Johnson (tal vez alguien debería estudiar esta conexión). 
   Incluyo aquí, para el que guste, un enlace de youtube con una versión en directo de la gran Mercedes Sosa, y esta otra del contratenor Philippe Jaroussky, junto al conjunto L'Arpeggiata, dirigido por Christine Pluhar, perteneciente al CD Los pájaros perdidos (una rareza no exenta de interés). 
  
Duerme, duerme, negrito, 
que tu mamá está en campo, negrito. 

Te va a traer
codornices para ti. 

Te va a traer
rica fruta para ti. 

Te va a traer 
carne de cerdo para ti. 

Te va a traer
muchas cosas para ti. 

Y si el negro no se duerme,
viene el diablo blanco y 
zas, le come la patita, 
¡chacapumba!

Duerme, duerme, negrito, 
que tu mamá está en campo, negrito. 

Trabajando, 
trabajando duramente, 
trabajando, sí. 

Trabajando y no le pagan, 
trabajando, sí. 

Trabajando y va tosiendo, 
trabajando, sí. 

Trabajando y va de luto, 
trabajando, sí. 

Para el negrito chiquitito, 
trabajando, sí. 

Duramente, sí. 
Va tosiendo, sí. 

Valdivia, Paloma, Duerme negrito, México, FCE, 2012. 

 
 
 

2 comentarios:

  1. Gracias por esos recuerdos.Los viajes eran largos, pero yo no los recuerdo como un infierno. Podíamos movernos (no sabíamos ni lo que eran las sillas para el coche) y eso los hacían más llevaderos. Aparte de todos los juegos que nos inventábamos, algunos de los cuales los recordamos como las canciones de Los Calchakis.
    No soy Fernando, como puedea suponer

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    1. Claro que no eran un infierno, para nada. Lo pasábamos bien. Y mira toda la música que escuchamos.

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