miércoles, 10 de septiembre de 2014

Entrevista con María Jesús Jabato




Cuando llega septiembre, en los ambientes literarios se empieza a hablar, usando uno de esos raros términos franceses que adornan cual flores delicadas y en extinción nuestra lengua sembrada de anglicismos, de la rentrée, momento en que las grandes editoriales lanzan gran parte de sus novedades y platos fuertes. Esto sucede con la literatura para adultos, pero también eren un género de mucho menos relumbrón comercial y mucho menos lucrativo como es la poesía infantil. Aunque tal vez tenga más sentido en esta, ya que con la vuelta al cole regresa asimismo uno de los ámbitos naturales de la literatura infantil, el del colegio, las bibliotecas y los talleres de lectura, que parecen hibernar durante el verano y despertar en invierno.

Si la poesía para niños fuera un género literario que cotizara al alza dentro del mercado literario y ocupara las páginas de los periódicos dedicadas a la cultura, sin duda María Jesús Jabato habría sido una de las protagonistas de esta rentrée, ya que ha logrado una pequeña hazaña: ganar los tres premios de poesía para niños más importantes que se convocan en España. Si en 2008 se hizo con el Premio Príncipe Preguntón, convocado por la Diputación de Granada, por su poemario Domingo de Pipiringo, el año pasado triunfó en las dos últimas ediciones de los otros dos galardones de poesía para niños que se conceden en nuestro país: el Premio Internacional de Poesía para niños Orihuela, convocado por el ayuntamiento de esa ciudad y la editorial Kalandraka, por Gorigori; y el Premio Luna de Aire, que es una iniciativa del CEPLI de la Universidad de Castilla-La Mancha, por Campo de Lilaila. La casualidad, unidad a las inevitables demoras editoriales que conlleva la publicación de obras ilustradas, ha querido que ambos libros se publicaran esta primavera casi a la vez, y que otro poemario suyo, A mares, haya aparecido también antes del verano. Todo ello ha convertido a María Jesús Jabato sin duda en la protagonista de la rentrée poética infantil española. De ahí que nuestra propio inicio comience con una entrevista con esta autora burgalesa, que amablemente se ha prestado a responder a nuestras preguntas.  

Muchos escritores de literatura infantil han sentido el impulso de escribir para niños por el contacto directo con alguno. En su caso, ¿cuál es la razón que le llevó a ello?

La naturaleza me ha jugado una mala pasada y mi aspecto externo es adulto, pero realmente soy una niña. ¿Para quién, entonces, podría escribir, sino para los niños? Debo añadir, no obstante, para ser exacta, que mis poemarios son versátiles, ambivalentes, porque no creo en los compartimentos estancos, al menos, no de forma absoluta. ¿Debemos privarnos los adultos de leer los poemas infantiles de García Lorca por el mero hecho de ser adjetivados como tales?

En sus últimos libros hay una huella bastante clara de la poesía popular, lo cual es frecuente en la lírica para niños. En su caso, ¿se trata de una decisión deliberada? ¿Es fruto de la lectura de poesía para niños?

Esa huella de la poesía popular no está presente en todos mis libros, aunque sí en los últimos, y es consciente. Esta huella es a lo que Gabriela Mistral se refería cuando decía que a los niños ha de dárseles poesía que si no se canta, podría cantarse. Estamos hurtando a los niños el conocimiento de las métricas tradicionales, que son su contacto inicial con la lírica a través de las nanas, trabalenguas y canciones de la primera infancia, a cambio de otras formas poéticas de estructura más abierta que, salvo brillantes excepciones, son, en mi opinión, manifiestamente mejorables.

¿Lee y conoce la poesía actual española para niños? ¿Le gusta? ¿Qué opina de ella?

La leo y la conozco. Hay poemarios de gran calidad, pero hay muchos que no superan el mínimo exigible. Los niños son los seres más inteligentes de la Creación y se les da con demasiada frecuencia un producto que no está a su altura, que no cuida el vocabulario ni lo enriquece, que no produce goce estético ni estimula la imaginación, consiguiendo que planee sobre ellos el terrible moscardón del aburrimiento del que habló García Lorca, con el consiguiente abandono de la lectura en beneficio de las amenidades 2.0.

¿Y los clásicos (si puede hablarse de algo así)? ¿Y qué poetas para adultos (llamémoslos así para entendernos) le gustan o son una referencia para usted?

¿Los clásicos? Decía El Gallo que clásico es lo que no se puede hacer mejor, y aunque todo es perfectible, es evidente que hay libros que apuntalan el acervo literario, también en el ámbito infantil. Y en este punto no me resisto a la tentación de aludir a Gianni Rodari, porque me identifico con su idea del libro clásico, que nace de la imaginación y para la imaginación, que permanece y se hace más grande en el tiempo, frente a los libros nacidos para el “niño-alumno” que no resisten el paso del tiempo, ni las transformaciones sociales ni las sucesivas conquistas de la psicología infantil. ¡Qué grande Rodari!
En cuanto a la poesía para adultos… Cuando era niña, en el colegio, me obligaron a aprender de memoria poemas de Becquer, Rubén Darío y otros al uso, y cuando sin saber que es un cendal, ni qué es la bruma, ni qué es el aura, se lee la Rima XV de Bécquer, no se está abriendo adecuadamente el camino a la lectura de la poesía. Fue más tarde cuando llegué a ella gracias a un deslumbramiento, el que me produjo la lectura de La casa encendida, de Luis Rosales, que siempre ha sido mi poeta de cabecera, del que he leído su obra completa en verso y prosa -sus espléndidos estudios sobre filosofía y literatura, la libertad en Cervantes o el barroco- con admiración y agradecimiento. A él debo unir otros nombres también imprescindibles, como García Lorca, García Montero -se ve que me van los poetas granadinos- Wislawa Szymborska -otro deslumbramiento-, Hierro, Marzal, Benítez Reyes…


En algunos de sus libros, no ha dudado en tratar temas que podrían considerarse, en principio, complicados para niños. ¿Cree que hay una necesidad de no escatimarles a los niños dichos temas? ¿Cree que la literatura infantil puede tratar cualquier tema, y que solo es una cuestión de adaptar el tono?

Efectivamente. Resumiendo mucho podríamos decir que la poesía es una reflexión profunda sobre la vida, y la vida de los niños no es siempre una perpetua primavera; en ocasiones, es sombría y otoñal, porque la rozan los grandes problemas del hombre, la muerte, la enfermedad, la soledad… Adaptando la voz poética se puede abordar cualquier tema: en Domingo de Pipiripingo he tratado el alzheimer; en Yo, mi, me, conmigo, la soledad; en Tan alto como la luna, la muerte; en El primer fin del mundo, la separación de los padres; en El silencio de Camilo, el autismo… También en estos temas se reconocen los niños, aunque deben ser tratados con ternura y humor, dos de los componentes esenciales del alma infantil.

En sus libros he observado un uso bastante acertado y frecuente de la metáfora. ¿Es deliberado o espontáneo?

A veces deliberado, aunque las más, espontáneo. Si mi mirada al escribir es la de un niño ¿cómo no voy a ver soles en un frutero lleno de naranjas?

¿Qué es lo más importante para usted a la hora de escribir poesía para niños?

La mirada honesta y limpia de los niños, ver el mundo como ellos lo ven, con su libertad, con su ingenuidad, con su inconsciente consciencia, sin condicionamientos. Solo así se consigue que la poesía transmita emoción, que una el alma del escritor con la del lector.

Creo recordar que escribe también poesía para adultos. ¿Cuál es la diferencia principal que encuentra a la hora de escribir para adultos y para niños?

Mi escritura nace de un deseo de comunicación y desde este punto de vista no hay diferencias. Rechazo la literatura que se dirige a los niños como si fueran tontos, plagada de diminutivos y mariposas, aunque cuando escribo para ellos debo limitar necesariamente el lenguaje a niveles que les resulten comprensibles y atemperar también la erudición,  sin que esto signifique rebajar la calidad del texto; de hecho repito machaconamente a los niños en mis encuentros con ellos que el diccionario no solo es el libro que lo sabe todo, sino el único que nunca se equivoca, como decía aquel inolvidable coronel de García Márquez, aunque me temo que mi afán choca con las tediosas tareas del colegio que comienzan con la frase: “Busca en el diccionario las siguientes palabras…” Cuando escribo para adultos la voz poética no precisa de estos miramientos. La diferencia, en suma, está en la modulación de la voz.


¿Qué supone para usted ganar premios?

Sobre todo, derribar fronteras. Póngase en el lugar de una escritora de Burgos, que recurre a la autoedición de sus libros o, a lo sumo, que cuenta al efecto con la ayuda bienintencionada de un ayuntamiento o una caja de ahorros, que es conocida y valorada en su ciudad con una mezcla de afecto sincero y consideración localista porque, al fin y al cabo, no hay tantas escritoras burgalesas… Los premios permiten, de una parte, reforzar la autoestima, ya que el reconocimiento externo no tiene el mismo efecto que el doméstico que, al tiempo, se ve potenciado; y de otra, dar a conocer la obra más allá de lo que sin ellos es posible. Pero, en esencia, no son más que un paso en la carrera de fondo de la literatura. Desde otro punto de vista, los premios ayudan a revitalizar el conocimiento, la lectura y la divulgación de la poesía para niños. Si no fuera por ellos, ¿estaríamos hablando usted y yo ahora de poesía infantil?


¿Por qué cree que la poesía es una suerte de Cenicienta dentro de la literatura infantil (e incluso de la literatura en general)?

Mejor es que sea una cenicienta que una caperucita roja a la que se come el lobo a la primera de cambio, ¿no? Bromas aparte, toda poesía requiere del lector un esfuerzo adicional, es más exigente que la prosa, pero no radica en esta circunstancia su mala fortuna en el panorama literario. Creo que se produce en esta materia un círculo vicioso: las editoriales no publican poesía porque -dicen- no vende, y los lectores no leen poesía porque no se publica. Salvando algunos editores sensibles -benditos sean-, y algunos profesores que apuestan por ella en las aulas -benditos también-, tendríamos que cuestionarnos si los padres, primeros proveedores de los libros de sus hijos, están suficientemente formados para entender que la prosa es importante, pero la poesía es necesaria para el crecimiento intelectual; tendríamos que preguntarnos por qué los libreros relegan los libros de poesía a la última estantería del local –del rincón, en el ángulo oscuro-; por qué los críticos prefieren reseñar las aventuras de Gerónimo Stilton a un libro de poemas; y así, sucesivamente, deberíamos analizar todos los eslabones de la cadena, porque todos –también los autores si rebajamos la calidad- tenemos una parte de responsabilidad.  

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